IV Su corazón se queda en China

“El asombro del padre Pedro de la Dedicación, no tuvo límites…”, la interrogaba de mil maneras para convencerse de que era la madre Ángeles, a quien  creía con la palma del martirio.

Se hospedan en la casa de las Hermanas de Santa Ana. Allí, les preguntarán todo lo imaginable sobre China y la misión. Al día siguiente, el padre Joaquín, Capuchino, se ofrecía como guía de las misioneras. En esa semana conocieron todo lo que se puede conocer en Roma y sus cercanías. Al final, el castillo de Castelgandolfo, en donde por si fuera poco,  tuvieron la gracia de ver y escuchar al santo padre Pío XII.

El 28 de agosto, toman el tren que las llevará a España. El 30 ya están en Barcelona, en casa de las Hermanas Terciarias Capuchinas. Todo fue alegría y buen humor. Ahí se despide de sus dos compañeras de viaje.

El 2 de septiembre continúa a Zaragoza acompañada por el padre Joaquín. Se aloja en el noviciado de las hermanas de Santa Ana, y luego continúa sola el viaje a Tudela. Al llegar, ve allí unas cuantas religiosas. ¿Serán mis hermanas? Hasta que un ¡Madre Ángeles! La saca de dudas. Se abrazan. Solo falta un paso para llegar a su destino. Suben a la “Tudelana”.  Llegan a Monteagudo. Era el 3 de septiembre de 1948.

Las profesas, novicias y postulantes la abrazan con gran cariño. Fue doloroso para ella no encontrar ni a madre Esperanza, ni a madre Carmela. En la recreación, imposible hablar con ella, pues al preguntarle por la misión o nombrar a las madres  Esperanza o Carmela, sus lágrimas se desbordan a chorros. Optan las hermanas por hacer una recreación de cantos y bailes.

Al día siguiente celebra Monseñor Ochoa, la saluda y le da dinero para que vaya pronto a ver a su familia. Va a Tulebras a visitar a las madres Bernardas quienes cuidaron su salud antes de partir para China.

El 9 de septiembre, sale rumbo a Andalucía. Llega a Granada a las 3:30.  Se dirige al convento del Corpus Christi.  ¡Qué alegría! ¡Parece increíble! En el locutorio explosión de risas y lágrimas. Ya la madre Ángeles, su primera superiora y su maestra la madre Ana se habían ido al cielo, con algunas más.

A sus padres les había puesto  un telegrama: “No vengan, a las 7:00 estaré en el pueblo. Se disponía a salir para ir en busca del tranvía, cuando se encuentra con su querida madre quien le dijo mirándola: ¿Es mi María? Y ella respondió: ¡Madre mía! Y se unieron en un fuerte abrazo. A los pocos pasos,  ve entrar corriendo a su padrecito querido, como si no tuviera ochenta años.

¿Por qué no me esperaron en casa? Pregunta madre Ángeles. Y dice el padre: ¡llevo 16 años esperándote, hija mía! Y las lágrimas se deslizaban por sus mejillas. Venían también su hermano, su hermana Ascensión y su niña. Toman el tranvía y a las 7:00 p.m., está madre Ángeles en su pueblo natal. Un inmenso gentío la esperaba. Abrazos y preguntas.

Luego, a la Iglesia a dar gracias al Señor. De ahí, a la casa paterna. En la plazoleta, casi todo el pueblo la esperaba para verla y darle la bienvenida. Esa noche ¿dormir? Imposible… Se veía rodeada de cariño, pero le venía el pensamiento ¿Y mis chinas? ¿Qué harán? ¿Se habrán convencido de que no he de volver a verlas? Y derramaba lágrimas amargas.

Los siguientes días,  visitas a hermanos, parientes, conocidos, conventos, pueblos cercanos. Invitaciones de grupos para contar su experiencia como misionera. Al llegar la noche, el recuerdo de la misión, le hacía derramar lágrimas.

La destinan a la comunidad de Granada y puede continuar viendo a sus monjas y pidiendo para la misión.

El 1 de diciembre escribió: “Casi me siento con fuerzas para decir “Fiat, en seco”, Y termina su escrito madre Ángeles así: “Al empezar mi diario, en mi celdica de Kwueithfu, ignoraba donde lo terminaría, y en mis deseos de martirio y ante el peligro, esperaba terminarlo en el cielo, o por lo menos,  cerca de mis monjas y mis pequeñitas, tan queridas de mi corazón. Pero… ¡Oh, Dios mío!, vuestros caminos y vuestros pensamientos, son distintos a los míos. Creo que todo lo haces bien, que aciertas siempre, que me amas. ¡Gracias, Señor! Bendito seas. ¡Fiat Voluntas Tua!

 

Este escrito es un resumen del lbro de la madre María Ángeles García, titulado «Una misionera agustina recoleta en China», hecho por la hermana Elsa Gómez. La foto con la familia Castaño es la primera vez que sale, fué enviada por Alejandro Archila Castaño.

 

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