Cada 7 de diciembre en la noche, en la tradición colombiana (y en otros países) se celebra la encendida de las velitas, con farolitos o sin faroles. Con esto celebramos la Inmaculada Concepción, ese “Sí” de nuestra Madre al Dios Todopoderoso. Así en este año el Señor nos permitía vivir esta nueva experiencia dentro del tiempo de adviento.

A las 5 de la tarde participamos de la Eucaristía en la Parroquia Santa Ana, donde solemos asistir a misa, y a continuación la encendida de las velitas. Seguidamente nos dirigimos a compartir con nuestras hermanas mayores de San Agustín, que ya estaban listas para iniciar el rezo del Rosario a nuestra Madre la virgen María. La imagen la adornaron con luces, flores y las velitas alrededor, que poco a poco las fuimos encendiendo.

El rezo de cada misterio del Rosario fue muy significativo porque se ofreció con una intención especial, pidiendo por las necesidades que hay en el mundo. Mientras rezábamos pasaban personas por la calle que curioseaban y también se detenían para rezar con nosotras. Viendo el deseo que tenían de tener un momento para rezar, las hermanas invitaron a que pasaran y compartieran con nosotras este acto tan importante que brinda al corazón, unidad y esperanza.

Esta experiencia de una cultura diferente fue muy significativa para la fe, porque se vive de cerca el momento del Sí de la virgen María, su total entrega y el sentido del “Hágase en mí según tu palabra”. Y poder compartir con las hermanas esta experiencia me llenó de alegría, de fortaleza y ver sobre todo como han perseverado en la fe y confianza en el Señor. Eso me invita a mí también a perseverar en la fe, a confiar en la presencia de nuestra Madre, de su intercesión y a ejemplo de ella caminar hacia nuestro Señor. También fue muy significativo ser testigo de la sed de Dios que tiene la humanidad, de la sed que tenemos de cercanía, de comunión con El.

¡Oh bendita luz!, Hijo del Padre que te dignaste abajarte a nuestra humanidad, a través de la Virgen María madre nuestra que con el corazón más puro supo acogerte en su vientre y en su corazón. ¡Oh Señor!, con tu hermosa presencia, radiante y santificadora despierta el corazón adormecido del hombre que se ha perdido en el bullicio del mundo.

Santísima Virgen María acógenos en tu corazón cálido para que también nosotros sepamos acoger siempre a nuestro Salvador.

Juana Rosario Toc Rosales

Novicia MAR