Mi primera profesión religiosa

 

El gran día en que me desposé con Jesús a través de la primera profesión religiosa experimenté al igual que los días anteriores muchas emociones, pero sobre todo mucho agradecimiento por el gran amor de Dios al haberme llamado…por eso, precisamente en este proceso me daba cuenta cómo el Señor ha ido preparando el camino en mi vida, dado que cada acontecimiento vivido en su bondad me permitió de alguna manera conocerle y luego sentirme seducida y llamada por Él. 

Fue entonces, momento de agradecer a Dios por la comunidad a la que me ha conducido, a la que me ha atraído a través del carisma, pues a través de las hermanas que me acompañaron durante la formación plantó poco a poco en mí lo necesario para responder al llamado que Él me hacía.

Además, fue oportunidad para sentirme embargada por un profundo agradecimiento y admiración por lo que Jesús ha ido haciendo en lo más íntimo de mi corazón, y que es precisamente lo que me ha permitido responderle, originando en mí un sentimiento de pequeñez, ante tanta bondad y misericordia recibida.

También fue ocasión para pedirle la gracia de serle fiel para siempre, sin dejar de lado mi debilidad, pero confiando que es Él el que me ha llamado y me ha de dar todas las gracias para amarle cada día, especialmente a través de los más pequeños como Misionera Agustina Recoleta.

En consecuencia, traté de vivirlo muy conscientemente e intensamente, sabiendo que lo que le estaba diciendo a Jesús, no era  para un momento solamente, sino para toda mi vida, pues acogía su proyecto de Amor sobre mí.

Sin embargo, al  experimentar esa unión tan estrecha con Jesús, también agradecí la presencia de mis hermanas y hermanos en la fe que me acompañaron y fueron testigos de la entrega que Dios me ha permitido ofrecerle, pues es una forma de saber que estamos caminando juntos bajo varios caminos, pero dirigiendo la mirada a la misma Persona: Jesús.

(Por ello mismo la persona que se consagra se dona y decide dejarse hacer enteramente por Dios, consciente de que ya no se pertenece a sí mismo sino que solo le pertenece a Dios y la forma como lo ratifica es a través de los votos evangélicos).

En general, esta gracia que Dios me concedió de entregarle enteramente mi vida como MAR no es resultado de algo inmediato, sino de toda una historia, como el Pueblo de Israel que se ha sentido salvado y amado, puesto que no es solamente un momento de alcanzar algo deseado, sino que consiste en una respuesta confiada, sabiendo que no es que se termine un camino, sino que precisamente comienza.

Por otro lado, no puedo terminar este pequeño escrito sin antes decir que fueron muchas las riquezas recibidas durante el noviciado, entre ellas: lo que recibí de su gran Amor a través de mi hermana Nieves María, quién fue mi Maestra. Cada palabra quedará en mi corazón con el deseo de ser fiel a todo lo recibido, que es precisamente la esencia de nuestra consagración a Dios; y el haber compartido con mis hermanas y compañeras de camino quienes me enriquecieron con su vida y con la esencia de la propia cultura: de Guatemala, República Dominicana, Brasil y Argentina.

Finalmente no me queda más que pedirles mucha oración, ya que éstas son recibidas por Dios con mucha alegría, porque es la forma como cada uno de sus hijos nos podemos acompañar en el camino, en este peregrinar.

Jessica López. MAR