Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo  22, 34-40

Cuando los fariseos se enteraron de que Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron con Él, y uno de ellos, que era doctor de la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?»

Jesús le respondió: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu. Este es el más grande y el primer mandamiento. El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas». Palabra del Señor.

¿QUÉ DICE EL TEXTO?

En esta ocasión, el tema que le proponen no tiene tintes políticos, como en el evangelio del domingo pasado, sino estrictamente religiosos. Se trata de dejar claro que Jesús no sabe interpretar la ley y, por lo tanto, no es una persona digna de crédito. La pregunta es difícil: entre los judíos había entonces gran división de opiniones acerca de cuál era el mandamiento más importante. El estudio de la ley de Moisés les había llevado a deducir de ella una serie interminable de mandamientos, hasta llegar a sus 248 preceptos y 365 prohibiciones. Con el fin de vivir en total fidelidad a la ley, habían multiplicado tanto los mandamientos que eran incapaces no ya de cumplirlos, sino incluso de recordarlos. Mediante eruditas disquisiciones los maestros de la ley trataban de establecer una jerarquía entre sus normas. En esa discusión pretenden involucrar a Jesús y ponerlo en evidencia. ¿Cómo responde Jesús?

– A diferencia de ocasiones anteriores, la respuesta de Jesús es directa, como leemos en los versículos 37 y 38. En ella cita un pasaje de la Escritura, tal como hacían los maestros de la ley en sus discusiones sobre el tema. El texto elegido (Dt 6,5) es el mandamiento del amor a Dios, recitado diariamente por los judíos como parte de su oración Shemá Israel.

El primero de los mandamientos es, pues, el amor a Dios. Este amor debe ser con todo el corazón -íntegro, no dividido-, con toda el alma -con la vida entera- y con toda la mente -en una búsqueda del conocimiento pleno de Dios-. Pero Jesús, no conforme con haber respondido a la pregunta, propone un segundo mandamiento, semejante en importancia al anterior. ¿De qué mandamiento se trata?

– En esta segunda parte de la respuesta (v. 39), Jesús cita de nuevo la Escritura. Esta vez, un pasaje del libro del Levítico (Lv 19,18): «Amarás a tu prójimo como a ti mismo». En la época en la que se escribe el evangelio se discutía acerca de si prójimo era sólo quien pertenecía al pueblo de Israel o también el extranjero que se hubiera instalado en sus tierras.

Jesús amplía el sentido de prójimo a todos los seres humanos («amad a vuestros enemigos», leemos en Mt 5,43-48). Este amor no es un sentimiento, una simpatía que brota espontáneamente, sino un comportamiento solidario: en este sentido prójimo es, especialmente, todo ser humano débil, necesitado, enfermo… El amor al prójimo es un mandamiento semejante al del amor a Dios.

SAN AGUSTÍN COMENTA

Mt 22, 34-40: Llama, fuerza a amar a Dios a cuantos puedas persuadir, a cuantos puedas invitar

Escucha también al apóstol: La plenitud de la ley —dice— es la caridad. No te envió a cumplir muchos preceptos: ni siquiera diez, ni siquiera dos; la sola caridad los cumple todos. Pero la caridad es doble: hacia Dios y hacia el prójimo. Hacia Dios, ¿en qué medida? Con todo. ¿A qué se refiere ese todo? No al oído, o a la nariz, o a la mano, o al pie. ¿Con qué puede amarse de forma total? Con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente; amarás la fuente de la vida con todo lo que en ti tiene vida.

Si, pues, debo amar a Dios con todo lo que en mí tiene vida, ¿qué me reservo para poder amar al prójimo? Cuando se te dio el precepto de amar al prójimo no se te dijo: «Con todo el corazón, con toda el alma y con toda la mente», sino: como a ti mismo. Has de amar a Dios con todo tu ser, porque es mejor que tú, y al prójimo como a ti mismo, porque es lo que eres tú.

(…) En consecuencia, ama a Dios y ama al prójimo como a ti mismo. Veo que al amar a Dios te amas a ti mismo. La caridad es la raíz de todas las obras buenas. Como la avaricia es la raíz de todos los males, así la caridad lo es de todos los bienes. La plenitud de la ley es la caridad. Por tanto, no voy a tardar en decirlo: quien peca contra la caridad, se hace reo de todos los preceptos. En efecto, quien daña a la raíz misma, ¿a qué parte del árbol no daña? Sermón 179 A, 3-5

¿QUÉ ME DICE EL TEXTO?

– «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente»: ¿Qué significa en tu día a día amar a Dios con todo el corazón?

– «Éste es el primer mandamiento y el más importante»: ¿Realmente todo en tu vida está

– «Amarás al prójimo como a ti mismo»: ¿Desde qué otras claves estableces en ocasiones tu relación con las personas? ¿A qué te invita concretamente el evangelio de hoy?

– Las palabras de Jesús contienen también una valoración positiva del amor a uno mismo en relación con el amor a Dios y al prójimo. ¿Cómo cuidas tus proyectos personales, tu salud, tu propia felicidad?

– El Reino de Dios se fundamenta en el amor. ¿Qué características tendría una sociedad construida sobre los pilares del amor a Dios y al prójimo?

-¿Qué sentimientos me suscita este texto?

ORAMOS Y CELEBRAMOS

Jesús es el mejor modelo de amor a Dios y a la humanidad. Obediente al Padre y comprometido con la salvación de todos los seres humanos, lleva su amor hasta las últimas consecuencias: su muerte en la cruz. Como discípulos suyos, le pedimos que nos enseñe a amar, que nos muestre el camino que conduce al amor perfecto a Dios y a los hermanos.

Oración colecta

Dios todopoderoso y eterno, aumenta nuestra fe, esperanza y caridad, y para conseguir lo que nos prometes, ayúdanos a amar lo que nos mandas.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo,
y es Dios, por los siglos de los siglos.