Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 9,51-62

Cuando estaba por cumplirse el tiempo de su elevación al cielo, Jesús se encaminó decididamente hacia Jerusalén y envió mensajeros delante de él. Ellos partieron y entraron en un pueblo de Samaría para prepararle alojamiento.

Pero no lo recibieron porque se dirigía a Jerusalén. Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron esto, le dijeron: «Señor, ¿quieres que mandemos caer fuego del cielo para consumirlos?». Pero él se dio vuelta y los reprendió. Y se fueron a otro pueblo.

Mientras iban caminando, alguien le dijo a Jesús: «¡Te seguiré adonde vayas!». Jesús le respondió: «Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza».

Y dijo a otro: «Sígueme». El respondió: «Permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre». Pero Jesús le respondió: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú ve a anunciar el Reino de Dios». Otro le dijo: «Te seguiré, Señor, pero permíteme antes despedirme de los míos». Jesús le respondió: «El que ha puesto la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios».

Palabra del Señor

¿QUÉ DICE EL TEXTO?

Si la misión en Galilea comenzaba con el episodio del rechazo en Nazaret (Lc 4,14-30), esta nueva sección comienza con otro episodio de rechazo: el de una aldea de Samaría. Pero el motivo del rechazo no es el mismo. En Nazaret Jesús es rechazado porque pone en entredicho el sistema y la institución judía. Aquí podemos vislumbrar que el motivo del rechazo está en que los discípulos, que envía por delante a prepararle el camino, no transmiten el auténtico mensaje. Judíos y samaritanos se odiaban; entre ellos había un desprecio mutuo que venía de antiguo.

Varias cosas quedan claras y relucen en el texto.

La intolerancia y el fanatismo no son actitudes con las que se construye el reino. Hemos de preguntarnos por qué no hemos sabido todavía extraer del evangelio todas las consecuencias de la no violencia de Jesús.

Filtrar el mensaje de Jesús según las conveniencias de cada uno, o de un grupo o comunidad determinada, tampoco es compatible con el reino. Cuanto más fanáticos seamos, cuanto más intolerantes nos mostremos, cuanto más nos cerremos en nuestras posturas y convicciones, más filtros interpondremos a la Palabra que nos quiere interpelar.

Quien ha tomado la decisión irrevocable de cumplir su misión (Jesús) sigue adelante y no se agobia ni tensa por los avatares de la historia. El versículo 55 dice que Jesús se “dio la vuelta”. Esto quiere decir que él había aceptado y asumido lo sucedido y que proseguía su camino, mientras que los discípulos se habían quedado atrás discutiendo y esperando venganza.

Ulibarri, F

SAN AGUSTÍN COMENTA

Lc 9, 11b-17: El Señor eligió a los que quiso

Escuchad lo que Dios me conceda deciros sobre este pasaje del Evangelio. Se ha leído que el Señor Jesús actuó de modo diferente al rechazar a uno que se ofreció a seguirlo; al emplazar a seguirle a otro que no se atrevía; al censurar a un tercero que daba largas. En cuanto a lo que dijo uno: Señor, te seguiré adondequiera que vayas, ¿qué hay tan disponible, tan decidido, tan presto y más apto para un bien tan excelente como es seguir al Señor a dondequiera que vaya? ¿Te extrañas hoy? ¿Qué significa el que un hombre tan dispuesto haya desagradado al Maestro bueno, nuestro Señor Jesucristo, que invita a ser discípulos suyos, a los que dar el reino de los cielos? Pero como se trataba de un maestro que preveía el futuro, entendemos, hermanos, que, si este hombre hubiera seguido a Cristo, hubiera buscado su propio interés y no el de Jesucristo. Pues el mismo Señor dijo: No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos. Y este era uno de ellos, y no se conocía a sí mismo como el médico lo veía. Porque si ya tenía en mente fingir, si ya se conocía como doble y falaz, no sabía a quien hablaba. Pues es de él de quien dice el evangelista: No necesitaba que nadie le informase sobre el hombre, pues sabía lo que había en el hombre. ¿Qué le respondió, entonces? Las zorras tienen madrigueras y las aves del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde recostar su cabeza. Pero, ¿dónde no lo tiene? En tu fe. Efectivamente, las zorras tienen madrigueras en tu corazón: eres falaz. Las aves del cielo tienen nidos en tu corazón: eres orgulloso. Siendo doble y orgulloso, no me seguirás. ¿Cómo puede seguir la doblez a la simplicidad?

Pero a otro que está siempre callado y que nada dice, nada promete, le dijo: Sígueme. Cuanto era el mal que veía en el otro, tanto era el bien que veía en éste. Al que no quiere le dices: Sígueme. Advierte que tienes un hombre dispuesto: Te seguiré adondequiera que vayas, ¿y dices Sígueme a quien no quiere seguirte? «A este —afirma— le excluyo porque veo en él madrigueras, veo en él nidos». Pero ¿por qué molestas a este que invitas y se excusa? Mira que le obligas y no viene, le exhortas y no te sigue. Pues ¿qué dice? Iré primero a enterrar a mi padre. Manifestaba al Señor la fe de su corazón, pero el afecto filial le llevaba a diferir el seguirlo. Pero, cuando nuestro Señor Jesucristo destina a los hombres al servicio del Evangelio, no quiere que se interponga excusa alguna amparada en un afecto carnal y temporal. (…)

Nos ha enseñado lo que está escrito en el Cantar de los Cantares, al decir la Iglesia: Ordenad en mí el amor. ¿Qué significa Ordenad en mí el amor? Estableced un orden y dad a cada uno lo que se le debe. No sometáis lo que va delante a lo que va detrás. Amad a los padres, pero anteponedles a Dios. Fíjate en la madre de los Macabeos: Hijos —dice—, no sé cómo aparecisteis en mi seno. Pude concebiros y daros a luz; formaros no pude. Luego escuchadle a él, anteponedle a mí, no os importe el que me quede sin vosotros. Se lo indicó, la obedecieron. Lo que la madre enseñó a los hijos, eso enseñaba nuestro Señor Jesucristo a aquel al que decía: Sígueme.

Ahora entró en escena otro discípulo, al que nadie le dijo nada: Te seguiré, Señor —dice él—, pero antes voy a comunicárselo a los de casa. En mi opinión, el sentido de las palabras es el siguiente: «Avisaré a los míos, no sea que, como suele acontecer, me busquen». Pero el Señor le replicó: Nadie que pone las manos en el arado y vuelve la vista atrás es apto para el reino de los cielos. Te llama el Oriente y tú miras al poniente. Esto es lo que aprendemos en este pasaje: que el Señor eligió a los que quiso. Como dice el Apóstol, los eligió según su gracia y conforme a la justicia de ellos.

Sermón 100,1-3

¿QUÉ ME DICE A MI EL TEXTO?

Deja que el Señor toque tu corazón, deja que se acerque a tu vida y la transforme. Un momento, un rato a solas con Aquel que vino a dar su vida por ti. Deja que se te peguen sus cosas, para no ser como los vengativos discípulos.

Jesús pidió a sus discípulos que asumieran el rechazo de los extraños y que tuvieran el valor de desprenderse de los suyos y de lo que les daba seguridad: «Sólo es digno de acompañarle quien se ocupa del Reino de Dios.»

Seguir a Jesús es el corazón de la vida cristiana. No busca más seguidores, sino seguidores más comprometidos, que le sigan sin reservas, renunciando a falsas seguridades y asumiendo las rupturas necesarias. Sus palabras plantean en el fondo una sola cuestión: ¿Qué relación queremos establecer con él quienes nos decimos seguidores suyos?

«Te seguiré adonde vayas». Jesús hace tomar conciencia de lo que está diciendo: «Las zorras tienen madrigueras, y los pájaros nido», pero él «no tiene dónde reclinar su cabeza». Seguir a Jesús es toda una aventura. Él no ofrece a los suyos seguridad o bienestar. No ayuda a ganar dinero o adquirir poder. Seguir a Jesús es «vivir de camino», sin instalarnos en el bienestar y sin buscar un falso refugio en la religión. Una Iglesia… más vulnerable es lo mejor que nos puede suceder para purificar nuestra fe y confiar más en Jesús.

«Deja que los muertos entierren a sus muertos: tú vete a anunciar el reino de Dios». Abrir caminos al reino de Dios trabajando por una vida más humana es siempre la tarea más urgente. Nada ha de retrasar nuestra decisión. Nadie nos ha de retener o frenar. Los «muertos», que no viven al servicio del reino de la vida, ya se dedicarán a otras obligaciones religiosas menos apremiantes que el reino de Dios y su justicia.

«El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios». No es posible seguir a Jesús mirando hacia atrás. No es posible abrir caminos al reino de Dios quedándonos en el pasado. Jesús quiere seguidores dispuestos a entregarse con total disposición y obediencia a su proyecto de amor con confianza en el futuro de Dios y audacia para caminar tras sus pasos.

¿QUÉ ME HACE DECIR EL TEXTO A DIOS?

Señor, gracias porque cada día me impulsas con el poder de tu Espíritu para salir adelante y vencer toda tristeza y desánimo que quiera obstaculizarme en este camino para ser feliz. Estoy dispuesto/a a entregarlo todo con tal de que permanezcas a mi lado y me hagas sentir protegido/a y amado/a.

ORACIÓN

Dios nuestro, que por la gracia de la adopción
quisiste hacernos hijos de la luz;
concédenos que no seamos envueltos en las tinieblas del error,
sino que permanezcamos siempre en el esplendor de la verdad.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo…