+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas                                       19, 1-10

Jesús entró en Jericó y atravesaba la cuidad. Allí vivía un hombre muy rico llamado Zaqueo, que era el jefe de los publicanos. Él quería ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la multitud, porque era de baja estatura.

Entonces se adelantó y subió a un sicomoro para poder verlo, porque iba a pasar por allí. Al llegar a ese lugar, Jesús miró hacia arriba y le dijo: «Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa». Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: «Se ha ido a alojar en casa de un pecador».

Pero Zaqueo dijo resueltamente al Señor: «Señor, voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado a alguien, le daré cuatro veces más».

Y Jesús le dijo: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que también este hombre es un hijo de Abraham, porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido».

Palabra del Señor.

¿QUÉ DICE EL TEXTO?

En el marco de una sociedad teocrática como la de Israel, invadida por una nación extranjera y obligada a pagar pesadísimos impuestos, la figura del “recaudador” era el símbolo del renegado y mercenario al servicio del poder de Roma. Zaqueo, presentando como “jefe de recaudadores y muy rico” (v.2), polariza en su persona todas las iras de la sociedad israelita. Por eso se recalca que era “bajo de estatura” (v.3); no tenía altura adecuada, no sólo física, sino religiosa y moral, para poder ver a Jesús. Con todo, “quería ver quién era Jesús, pero no podía hacerlo a causa de la multitud” (v.3). Un “ver” parecido ha constatado Lucas a propósito de herodes (9,7-9). Pero a diferencia de Herodes que no hace nada y que espera a que se lo traigan, Zaqueo, “se adelantó corriendo y se subió a una higuera (símbolo de Israel, del que había sido excomulgado) para verle, porque Jesús iba a pasar por allí” (v.4). Con pocas palabras Lucas no ha descrito la calidad del personaje y sus intenciones.

Zaqueo se ha encaramado a la institución judía (la higuera), convencido de que desde ahí podrá ver a Jesús, a quien él identifica con todo lo bueno y mejor de la sociedad religiosa de la cual se ha auto marginado por intereses personales y crematísticos. Atento a la cercanía de Jesús, quiso “verlo” y… ¡fue visto por él! Y como para Jesús la institución judía ya ha dejado de ser un lugar santo y adecuado (de hecho, está subiendo a Jerusalén para enfrentarse con ella), le dice: “Zaqueo, baja en seguida, que hoy tengo que alojarme en tu casa” (v. 5). Jesús contrapone “el lugar, la higuera” a la “casa”. Empieza a vislumbrarse la futura casa de la comunidad de salvados provenientes de la marginación, de quien Zaqueo es figura representativa en el evangelio.

Baja de la higuera en seguida; o sea, se aleja de la institución con presteza, da un cambio, un viraje, sin demora. “La alegría” es señal, aquí, de estar en línea con el proyecto de Dios sobre el hombre.

La decisión de Zaqueo (v.8) sobrepasa con mucho lo que estaba prescrito en el Levítico 5,20-26 para reparar un fraude. Zaque está dispuesto a luchar por una sociedad más justa; él, que era símbolo personificado de la injusticia. El superrico y estafador, que se había vendido, hasta ahora por dinero, ha entrado en la dinámica del reino. He aquí la verdadera conversión: usar bien el dinero y ponerlo al servicio de la causa.

Jesús, el Hombre, viene a buscar al hombre con el fin de salvarlo de la situación de autodestrucción en la que él mismo se había sumergido. Es el Mesías de los pobres, que busca y ofrece la salvación a todos los marginados.

Ulibarri, Fl

SAN AGUSTÍN COMENTA

Lc 19, 1-10: Reprochaban al médico que entrase en casa del enfermo

Pero vas a decir: «Si tengo que ser como Zaqueo, no podré ver a Jesús a causa de la muchedumbre». No te entristezcas, sube al árbol del que Jesús estuvo colgado por ti y lo verás. ¿Y a qué clase de árbol subió Zaqueo? A un sicómoro. En nuestra región o no existe en absoluto o es muy raro que surja en algún lugar, pero en aquella zona se da mucho este tipo de árbol y fruto. Reciben el nombre de sicómoros ciertos frutos semejantes a los higos; sin embargo, se diferencian algo, como pueden saber quiénes los han visto y gustado. Por lo que indica la etimología del nombre, el equivalente latino es «higueras necias».

Pon ahora los ojos en mi Zaqueo, mírale —te suplico— queriendo ver a Jesús en medio de la muchedumbre sin conseguirlo. Él era humilde, mientras que la turba era soberbia; y la misma turba, como suele ser frecuente, se convertía para sí misma en impedimento para ver bien al Señor. Se levantó sobre la muchedumbre y vio a Jesús sin que ella se lo impidiese. En efecto, a los humildes, a los que siguen el camino de la humildad, a los que dejan en manos de Dios las injurias recibidas y no piden venganza para sus enemigos, a ésos los insulta la turba y les dice: «¡Inútil, que eres incapaz de vengarte!». La turba te impide ver a Jesús; la turba, que se gloría y exulta de gozo cuando ha podido vengarse, impide la visión de quien, pendiente de un madero, dijo: Padre, perdónales porque no saben lo que hacen.

Por eso Zaqueo, que quería verle, simbolizando a las personas humildes, no pone su mirada en la turba, que es impedimento, sino que sube a un sicómoro, como al árbol de fruto necio. Pues nosotros —dice el Apóstol— predicamos a Cristo crucificado, escándalo ciertamente para los judíos y —contempla el sicómoro— necedad, en cambio, para los gentiles. Finalmente, los sabios de este mundo nos insultan a propósito de la cruz de Cristo y dicen: «¿Qué clase de corazón tenéis quienes adoráis a un Dios crucificado?» «¿Qué clase de corazón tenemos?». Ciertamente, no el vuestro. La sabiduría de este mundo es necedad ante Dios. No tenemos, pues, un corazón como el vuestro. Pero decís que nuestro corazón es necio. Decid lo que queráis; nosotros subamos al sicómoro y veamos a Jesús. He aquí la razón por la que vosotros no podéis ver a Jesús: porque os avergonzáis de subir al sicómoro. Alcance Zaqueo el sicómoro, suba el humilde a la cruz. Poca cosa es subir; para no avergonzarse de la cruz de Cristo, póngala en la frente, donde está el asiento del pudor; allí precisamente, en la parte del cuerpo en que aparece el rubor; póngala allí para no avergonzarse de ella. Pienso que te ríes del sicómoro, pero también él me hizo ver a Jesús. Tú te ríes del sicómoro porque eres hombre, pero lo necio de Dios es más sabio que la sabiduría de los hombres. (…)

¿Por qué te extrañas, entonces, enfermo? Llama también tú a Jesús, no te creas sano. El enfermo que recibe al médico es un enfermo con esperanza; pero es un caso desesperado quien en su locura da muerte al médico. Así, pues, ¡qué locura la de aquel que da muerte al médico! En cambio, ¡qué bondad y poder el del médico que de su sangre preparó la medicina para su demente asesino! No decía sin motivo: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen, quien había venido a buscar y salvar lo que había perecido. «Ellos son dementes, yo soy el médico; se ensañan conmigo, los soporto con paciencia; cuando me hayan dado muerte, entonces los curaré». Hallémonos, pues, entre aquellos a quienes sana. Es palabra humana y digna de todo crédito que Jesucristo vino al mundo a salvar a los pecadores. A salvar a los pecadores, sean grandes o pequeños. Vino el hijo del hombre a buscar y salvar lo que había perecido.

Sermón 174, 3.5-6

¿QUÉ ME DICE A MI EL TEXTO?

 Jesús se acerca y se invita a estar contigo. Ábrele todas las puertas, aún las más escondidas de tu persona y dale las gracias porque hoy ha llegado la salvación a tu casa.
Imita la disponibilidad pronta y alegre de Zaqueo para responder a lo que Jesús te pida, porque no hay mayor motivo de felicidad y alegría que Jesús te llame y lo hace todos los días.
Tener una casa en la que habita Jesús y su salvación implica un cambio de vida:
¿Cuántas veces te has sentido mirado por Jesús, y sin embargo la respuesta la dejas pasar?
El encuentro con Jesús, puede producir murmuración en los que te rodean ¿Cómo te comportas frente a la murmuración?
El encuentro con Jesús, te pide actuar, como Zaqueo. ¿Qué es lo que te impide responder?
El encuentro con Jesús, transforma la vida ¿Cómo estás llevando el amor de Jesús a otros?
¿Qué puedes hacer para que tu familia y tus amigos abran su corazón al Maestro?

¿QUÉ ME HACE DECIR EL TEXTO A DIOS?

 Yo te creo, Dios. Te creo capaz de dar la vuelta a la cabeza, al corazón y a la vida, a todas las vidas de todas las personas. Capaz de reformar todos los planes y desviar todas las rutas. De abrir nuevos caminos. De ofrecer horizontes inéditos.

Yo te creo capaz de fijarte en quien está en la higuera; de invitarte a comer por sorpresa; de hospedarte en casa de un pecador; de repetir, hoy, la historia.

No te hagas rogar. Mírame como Tú sabes, e invítate a comer en mi casa.

Ulibarri, Fl.

ORACIÓN

Dios omnipotente y lleno de misericordia,
que concedes a tus fieles
celebrar dignamente esta liturgia de alabanza;
te pedimos que nos ayudes a caminar sin tropiezos
hacia los bienes prometidos.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo,
y es Dios, por los siglos de los siglos.