Dios se presenta a nosotros continuamente por medio de muchas situaciones y actitudes. Para que lo veamos es necesario conocerlo de verdad, y para conocerlo hay que acercarse y tener la experiencia de dejarse encontrar por su mirada profunda de amor. Pero, si algo es cierto es que Él siempre se adelanta a nosotros y da el primer pasó, la iniciativa es de Él.

En el libro del profeta Jeremías, capítulo 20, versículo 7, dice: “¡Me sedujiste, Señor, y yo me dejé seducir! Fuiste más fuerte que yo, y me venciste…”. Esa es la expresión de quien se había dejado encontrar por el Señor, y en Él se dejó encontrarse también, Jeremías mismo ante sus dudas, sus miserias, su falta de confianza en sí mismo, fue dócil a la voz del Padre que lo llamaba a una misión que ni él imaginaba.

Creo que lo que hace con que confiemos más en el Señor, es la sinceridad con nosotros mismos, y la transparencia ante Dios, es el despojarse, quitar las resistencias y apariencias, para que ahí, en nuestra miseria, en nuestro nada, Él pueda obrar en nosotros, y cuando su amor llega al nuestro corazón, es un aliento, es una brisa suave, un abrazo fuerte, y un sentimiento de pertenencia, el cual nos hace sentir hijos e hijas de Dios. Desde ahí nace y crece la confianza, desde el verdadero, sincero y hermoso encuentro de nuestras miserias y la misericordia de Dios.