Visitamos las comunidades

Acompañando a las hermanas Marisol, Olga y Nereida, visitando las distintas comunidades indígenas, he aprendido grandes lecciones de humildad. ¿Cómo es posible que estas personas te demuestren tanto agradecimiento sólo por visitarlas? Es cierto que en esas visitas les llevábamos la comunión y la palabra de Dios, ¿pero es necesario que te entreguen lo mejor de lo poco que poseen? Máximo cuando eso que te ofrecen es la mejor comida que tienen. Por otro lado, es sorprendente la capacidad de escucha y el interés que manifiestan por entender la palabra de Dios, incluso venciendo las dificultades del idioma ya que la lengua materna en las comunidades indígenas es el quichua. 

 Pero la mayor satisfacción personal ha sido ir a dormir por la noche, sabiendo que en cada una de esas personas, independientemente de su edad, de su estado de limpieza o de la conversación que se pudiera mantener, he visto a Jesús. Era como tenerlo a Él delante y saber que con el amor que te dirigías a ellas es el amor que le tienes a Jesús. Además, el hecho de llevar la comunión y la palabra del Evangelio a aquellas personas que lo desean, y que por motivos de salud no pueden desplazarse, ayuda a dar un sentido a nuestra vida: “Id y predicad el Evangelio”. Predicar el Evangelio como seglar, padre de dos niñas y esposo, cargado de errores, sentimientos de fracaso no en pocas ocasiones, e innumerables momentos de felicidad, supone un testimonio de que realmente todos los cristianos estamos llamados a la misión desde nuestro puesto de trabajo, grupo de amigos, asociaciones, familia… Y nuestra misión es tan sencilla como dar a conocer a los que nos rodean que somos felices en aquello que hacemos, porque Cristo está presente en nuestra vida. Intentemos dar sentido a las distintas actividades que hacemos, nos gusten más o menos, sabiendo que el resultado de ellas siempre beneficiará a alguien cuando las realizamos con extensas pinceladas de amor.  Por ello, dice nuestro padre San Agustín:

Ama y haz lo que quieras porque 

si callas, callarás con amor

si gritas, gritarás con amor

 si corriges, corregirás con amor

 si perdonas, perdonarás con amor. 

Si está dentro de ti la raíz del amor, 

ninguna otra cosa sino el bien podrá salir de tal raíz.

 

Terminado nuestro tiempo en Ecuador llega el momento de la despedida, y hasta el último minuto estuve con las hermanas. Imposible agradecerles el bien que me han hecho con su acogida y sincera fraternidad en todas las comunidades en las que he vivido. Difícil olvidar cómo me presentaban ante los demás como un miembro de la familia MAR. 

 

Ahora queda continuar con esta misión desde allí dónde estemos, y dar a conocer la realidad que hemos vivido. No hay duda en que nuestros centros deben ser fuentes de evangelización, dónde las personas caminan libremente hacia la Verdad sintiéndose felices, porque saben que están dando respuesta a la llamada de Jesús. 

 

Alejandro Contreras. Maestro del Colegio “Ntra. Sra. de la Consolación”

 

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