+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas                          1, 39-45

En aquellos días: María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó:

«¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor.» Palabra del Señor.

¿QUÉ DICE EL TEXTO?

La visita de María a Isabel se justifica por la señal dada anteriormente y por el parentesco entre ambas (1,36). Fueran o no parientes, lo que Lucas busca es unir esta nueva escena con la anterior, para manifestar ya los efectos de la encarnación y presencia de Dios, y la superioridad de Jesús sobre Juan Bautista. El relato tiene, pues, una clara intencionalidad teológica.

María se olvida de sí misma y acude con presteza en ayuda de su pariente. Lucas subraya la prontitud para el servicio. El Israel fiel, que vive fuera del influjo del poder religioso, en Nazaret de Galilea, va en ayuda del judaísmo oficial (Isabel está casada con Zacarías, que es sacerdote y viven en Judá, al servicio del Templo).

El salto de la criatura en el vientre de Isabel expresa, a juzgar por otros textos y escenas del AT, la alegría mesiánica. La liturgia cristiana ha interpretado este dato en el sentido de que, en aquel momento, por influjo del fruto del vientre de María, la criatura de Isabel quedó santificada. Por eso se ha celebrado durante siglos con gran solemnidad el día del nacimiento de Juan Bautista, y aún se sigue celebrando. Los únicos nacimientos que se celebran litúrgicamente son los de Jesús, María y Juan Bautista.

Isabel habla ”llena del Espíritu Santo” y “a voz en grito”. Ambas expresiones manifiestan que aquí actúa como profetisa, por inspiración divina. Las palabras que dice a María están tomadas del AT. La compara con Judith, la heroína que salvó a Israel, y con el Arca de la Alianza, símbolo de la presencia permanente de Yavé en medio del pueblo (Jdt 13,18; 2 Sm 6,9-11). Con ello está expresando que una persona —María— es elegida por Dios como instrumento de su plan de salvación. La doble bendición que Isabel hace a maría y a su criatura, junto con el saludo del ángel a María (1,28), han servido para componer la plegaria que llamamos “Avemaría”. Isabel alaba a María por su fe. Es éste un dato muy cuidado por Lucas que, según iremos viendo, aparece a lo largo de todo el evangelio (cf. 8,21; 11,27-28). A diferencia de Zacarías, María ha creído en el mensaje del Señor. Lucas presenta así a María como la primera creyente.

Todo el relato rezuma “alegría”. La alegría, junto con la paz y la justicia, es uno de los signos de los tiempos mesiánicos, de la presencia de Dios y del comienzo del reinado de Dios.  Ulibarri F.

SAN AGUSTÍN COMENTA

Lc 1, 39-45: La exultación fue obra divina en el niño, no obra humana de él

Las palabras de Isabel, madre de Juan, son sin duda éstas: «¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. El evangelista advierte que para decir eso fue llena del Espíritu Santo. Sin duda por su revelación conoció lo que significaba la exultación del niño, esto es: que había venido la madre de aquel cuyo precursor y heraldo había de ser. Pudo, pues, darse esa significación de un prodigio tan nuevo para que lo conocieran los mayores, pero sin que lo conociera el niño. Cuando el Evangelio lo narra, no dice “creyó”, sino saltó el niño en mi seno. Tampoco dijo Isabel: “Saltó en la fe el niño en mis entrañas”, sino: Saltó de gozo. Tal exultación la vemos no tan sólo en los niños, sino también en los animales, aunque no proviene de la fe, de la religión o de cualquiera otro conocimiento racional. Esta exultación fue inusitada y nueva, porque se realizó en las entrañas y a la llegada de aquella que había de dar a luz al Salvador de los hombres. Carta 187, 7, 23-25

¿QUÉ ME DICE A MI EL TEXTO?

  • Isabel felicita a María porque ha creído. ¿Te sientes feliz de ser creyente? ¿En qué aspectos la fe de María puede ser modelo para tu fe?
  • El Niño empezó a dar saltos de alegría. ¿En qué momentos de nuestra vida hemos experimentado la alegría de sentirnos visitados por el Señor?
  • María se puso en camino y fue deprisa a la montaña. ¿Tenemos esa disponibilidad en nuestro compromiso cristiano?
  • Uno no puede dar lo que no tiene. ¿Qué guardo en mi corazón (cosas positivas y negativas)? ¿Qué dejo en los demás cuando se encuentran conmigo?

¿QUÉ ME HACE DECIR EL TEXTO A DIOS?

Hoy, Señor, te bendecimos con María, la madre de Jesús, porque colmas el gozo de los pobres y humildes con tu venida.

Pero reconocemos que nuestra fe es pequeña e inmadura: no sabemos creer con firmeza, estabilidad y equilibrio, pues no aguantamos la adversidad ni te alabamos en la bonanza.

Para un fiel seguimiento de Cristo, concédenos, Señor, asimilar el ejemplo de María de Nazaret, la mujer creyente, la primera cristiana, la que creyó en ti en todo tiempo, para que, caminando firmes en la peregrinación de la fe, seamos capaces de repetir con Cristo y con María: Padre, hágase siempre tu voluntad en nuestra vida. Amén

ORACIÓN COLECTA

Señor, derrama tu gracia en nuestros corazones,
y ya que hemos conocido por el anuncio del Ángel
la encarnación de tu Hijo Jesucristo,
condúcenos por su pasión y su Cruz
a la gloria de la resurrección.
Él que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo,
y es Dios, por los siglos de los siglos.