NADIE PUEDE DAR DE LO QUE NO LLEVA DENTRO

 

Quiero compartir con ustedes un poco de mi experiencia apostólica como novicia MAR realizada en Morón-Cuba.

Mi llegada a tierras cubanas fue el día 23 de marzo del presente año, me acompañaban muchos sentimientos entre ellos: alegría, agradecimiento, amor, fe, valentía, optimismo… pues lo que iba a vivir era una nueva experiencia para mi vida. Fue un tiempo de gracia, ya que he podido ver y experimentar una realidad que ha marcado mi historia personal en el seguimiento a Jesucristo.

Entre tantas situaciones y experiencias que iba viviendo día a día, puedo decir que he quedado admirada de la fe de tantas personas que confían en el Señor como Padre misericordioso; también el amor que le tienen a María, en la advocación de nuestra Señora de la Caridad del Cobre (Patrona de Cuba). Esto lo podía percibir en la misión que hacemos como Congregación: visitar enfermos, celebración de la palabra, misión puerta a puerta, visita a comunidades, niños y jóvenes con los cuales pude compartir la vida y especialmente participar en dos acontecimientos muy importantes: la JNJ (Jornada Nacional de la Juventud) y Misión País. Estos encuentros con ellos me ayudaron a conocer su realidad, sus sueños, sus anhelos y, sobre todo, he confirmado que lo que tú quieres para tu vida, solo lo puedes alcanzar poniéndote en camino, sin importar los obstáculos que puedas encontrar.

Puedo destacar algunos valores que reconocí en las personas con las cuales me iba encontrando: solidaridad, alegría. Morón es un pueblo de fe, acogedor, cariñoso y fraterno. Esto lo manifiestan con mucha naturalidad, aun en los momentos que tienen que vivir a diario, en donde las circunstancias del entorno les lleva muchas veces a la desesperación. Allí se puede tocar el rostro de Cristo, sediento de la palabra y del amor, que como seres humanos somos capaces de dar a los demás.

Aunque parezca que muchas veces como misioneros no hacemos lo que nos parece mejor o de la manera que lo creemos, en realidad hacemos lo que tenemos que hacer, siempre y cuando vivamos desde lo que Jesús nos pide y esto es, estando con el pueblo y viviendo lo que ellos viven.

Agradezco de todo corazón a Dios y a la Congregación, por esta oportunidad que he tenido de vivir en una realidad difícil, pero que deja mucho para aprender, sobre todo, a valorar todos los detalles que el Señor va poniendo en nuestras vidas, así sean muy pequeños e insignificantes y quiero terminar con esta frase de Nuestro Padre San Agustín que me ha llevado a comprender cosas que no entendía en un principio “Señor, por amor de tu amor hago lo que hago” (Conf. 2,11,1).

Diana Gómez, Novicia MAR