Queridos lectores, nos presentamos agradecidas por los frutos en la celebración de nuestra semana vocacional. Posiblemente alguna palabra, un texto bíblico, el silencio de Dios animando y fortaleciendo nuestro interior, la certeza del valor de orar confiadamente por las vocaciones, entre otras, han sido puente para encontrarnos con aquel que nos ha invitado a ir “al corazón de nuestra vocación” en el año misionero, y en comunión con la humanidad que sufre las consecuencias de la Pandemia… pues ahí, en lo profundo, en la raíz, donde todo empieza y termina, es ahí donde a pesar de nuestra debilidad la mirada bondadosa de Dios enciende nuestra respuesta a su llamada.

En este domingo celebramos la solemnidad de la ascensión del Señor. Y providencialmente esta experiencia del Señor y de los discípulos, se nos regale como oportunidad para descubrir personal y comunitariamente los modos de cómo concretar el paso de Dios en medio del dolor e impotencia, que, de una u otra forma, como consagradas, nuestra mirada, nuestros silencios, nuestra conciencia, nuestra esperanza, nuestra respuesta vocacional, ya no es la misma.

Qué el Señor nos conceda la gracia de vivirle y ser testigos de él en el mundo y en nuestras comunidades.

Los esperamos hoy en la eucaristía.

¡Bendecido día!