Quien confiesa a Jesús sabe que no ha de dar sólo opiniones, sino la vida; sabe que no puede creer con tibieza, sino que está llamado a «arder» por amor; sabe que en la vida no puede conformarse con «vivir al día» o acomodarse en el bienestar, sino que tiene que correr el riesgo de ir mar adentro, renovando cada día el don de sí mismo. (Homilía de S.S. Francisco, 29 de junio de 2017)

Monición inicial: Hoy día vocacional de la congregación, recordamos el 56 aniversario de la pascua de nuestra Madre Esperanza, mujer amante de Jesús crucificado en quien depositó siempre toda su confianza. Es a sus 27 años que siente con mayor intensidad la mirada amorosa de Dios que la llama para estar con Él, a partir de aquí su vida solo le pertenece a su Único Amor. En la clausura o en la misión M. Esperanza vivió para el Reino y el Evangelio, para sus hermanas y hermanos, buscando dar a Dios solo el honor y la gloria. Nosotras también hemos sido llamadas por Jesús a ser Misioneras Agustinas Recoletas, cada una ha sentido la mirada y escuchado la voz de Jesús que dice: Sígueme y déjalo todo. Hermanas recordemos con cariño esa llamada personal que recibimos un día y arriesguémonos a echar las redes de nuevo aunque la pesca no haya sido buena, confiemos en Dios como confió M. Esperanza y atrevámonos a remar MAR adentro.

Canto: «Sígueme»: https://youtu.be/muDPAGwrNcQ

Ant.: «Quiero ser del agrado de tu sola mirada, como huerto cerrado. Como fuente sellada». (M. Esperanza)

Gracias, Señor, porque me ayudas a romper mis cadenas.

Me conoces por dentro y por fuera y sabes muy bien todo lo que me ata y me impide seguirte por entero, sin condiciones.

Tú quieres habitar en mi corazón. Has llamado, has entrado y me has dicho: «Conmigo lo puedes todo».

Algo dentro de mí empieza a cambiar y mi alma, que sin ti estaba muerta, comienza a revivir al sentir tu presencia. ¡Qué bueno eres conmigo, Señor! ¡Con qué cariño me mimas! ¡Con qué amor me miras! A pesar de alejarme tantas veces de ti, tú no dejas de estar a mi lado.

A pesar de despreciarte en múltiples ocasiones, tú no te alejas ni un solo momento de mí. A pesar de todo, Señor, a pesar de todo, siempre estás conmigo. Aunque yo parezca más fuerte que tú, tu bondad y tu amor pueden conmigo.

A veces parece imposible que pueda cambiar, pero ahí estás tú, Señor, rompiendo mis cadenas. Rompiendo todas las ataduras que me alejan de ti. Por eso, Dios mío, te puedo decir con el corazón en la mano que aquí estoy, toda tuya.

Y, ahora, Señor, que estás dentro, puedo decirte que tu presencia es más dulce que la miel, más dulce que cualquier placer.

Ahora, Señor, que estás dentro, puedo decirte que tu presencia es más íntima que mi misma intimidad; más grande que cualquier grandeza; más hermosa que cualquier hermosura.

Aquí estoy, sólo para ti, porque me haces libre de verdad; porque rompes todas las cadenas que me atan; porque me has traspasado el corazón y te he amado, porque te he gustado y ardo en deseos de tu amor. Aquí estoy, sólo para ti, mi Dios.

Aquí estoy, sólo para ti, porque eres mi Señor. Aquí estoy, sólo para ti. Eres mi Salvador. Aquí estoy, toda tuya, sólo para ti.

Ant.: «Quiero ser del agrado de tu sola mirada, como huerto cerrado. Como fuente sellada». (M. Esperanza)

Lectura del Evangelio Lc 5, 1-11: «En aquel tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la palabra de Dios, estando él a orillas del lago de Genesaret. Vio dos barcas que estaban junto a la orilla; los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes. Subió a una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: «Rema mar adentro, y echad las redes para pescar». Simón contestó: «Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes». Y, puestos a la obra, hicieron una redada de peces tan grande que reventaba la red. Hicieron señas a los socios de la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Se acercaron ellos y llenaron las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús diciendo: «Apártate de mí, Señor, que soy un pecador». Y es que el asombro se había apoderado de él y de los que estaban con él, al ver la redada de peces que habían cogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.

Jesús dijo a Simón: «No temas; desde ahora serás pescador de hombres». Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron». Palabra del Señor.

Reflexión: La invitación que le hace Jesús a Simón el pescador –el mismo a quien llamó “Pedro” (Piedra) para significar la misión que le confiaría de ser fundamento de su Iglesia y conducirla como a una barca siendo su máximo representante en la tierra–, podemos escucharla como dirigida también a nosotras. Las palabras “Rema mar adentro”, más allá de su significado inmediato de ir a buscar la pesca en altamar, donde se puede encontrar abundante, quieren decir justamente “ve más allá”, no te quedes aquí estancada, busca nuevos horizontes y ábrete a la aventura de la fe.

Los Evangelios nos cuentan de distintas formas cómo los primeros discípulos fueron atraídos de tal manera por la personalidad de Jesús, que lo siguieron “dejándolo todo”. La invitación que le hizo Jesús a Simón Pedro en el sentido de ser “pescador de hombres” es especialmente significativa por lo que implica esta forma simbólica de expresar la misión que les iba a dar a quienes serían sus apóstoles, es decir, sus enviados. La imagen de la red repleta de peces es símbolo del reino de Dios, es decir, del poder del Amor que, a través del esfuerzo paciente de quienes siguen de verdad a Jesús, hace posible que crezca y se desarrolle la Iglesia, que es la comunidad convocada por Dios Padre alrededor de su Hijo Jesucristo y asistida por el Espíritu Santo.

Jesús nos llama y nos envía, para colaborar con él en la tarea de motivar a todas las personas que podamos, con nuestro testimonio de vida, para construir juntos un mundo nuevo, la nueva civilización del amor, cada cual poniendo todo cuanto esté de su parte, “remando mar adentro”. Para ello, confiando plenamente en Él, dispongámonos a dejar nuestras “redes”, desenredándonos de todo cuanto nos impide seguir de lleno a Jesús. Silencio para meditar

Canto: «Rema mar adentro»: https://youtu.be/OAV0XmUyRMY

Preces:

1.Señor, tú que nos llamas a volver al primer amor, haz que a ejemplo de M. Esperanza vivamos una vida de entrega y alegría para que cuantos nos rodean se unan a Ti y sientan tu llamada. Oremos.

2.Señor te pedimos por nuestra Congregación de Misioneras Agustinas Recoletas que se prepara para celebrar el XIII Capítulo General, que tu Espíritu Santo mueva nuestros corazones y podamos ser fieles a tu voluntad. Oremos.

3.Señor, a los jóvenes que llamas a dejarlo todo por Ti, sostenlos con tu gracia en su propósito de entrega. Oremos.

4.Tú que por amor abrazaste la cruz por todos los hombres, haz que muchos, siguiendo tus huellas, entreguen su vida por el Reino. Oremos.

5.Señor, danos fidelidad a quienes te seguimos en obediencia, pobreza y castidad, para que nuestro testimonio sea creíble, y sean muchos los jóvenes que experimenten tu amor por medio nuestro. Oremos.

Padre Nuestro

Oración final: Dios y Señor nuestro, que has concedido a tu sierva Venerable Esperanza Ayerbe de la Cruz anunciar a Cristo tu Hijo, conjugando su espíritu profundamente contemplativo con el celo misionero. Te rogamos Señor, nos ayudes a crecer en tu amor, a vivir siempre disponibles al servicio de la Iglesia y de los hombres, y la gracia de… para tu mayor honra y gloria. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Secretariado de Pastoral Juvenil Vocacional