La misión de Navidad que realizamos en Trinidad, Casanare, es un conjunto de muchas experiencias. Una de ellas fue el encuentro con las hermanas de la comunidad de Yopal que se dio después de viajar durante casi diez horas, que para nada me quejo del tiempo, pues el camino para llegar es muy hermoso; Dios nos permitió disfrutar de las maravillas de su creación; pudimos admirar ríos, lagos, bellos poblados entre las montañas y cómo el paisaje cambiaba de la montaña al llano, además de la infraestructura humana que también es gracias a Dios.

La hermana Martha Solanye Maldonado nos fue a buscar en la central de autobuses, y tan solo mirarla nos hizo sentir que ya estábamos en casa, entre familia, y al llegar a la comunidad las hermanas Claribel Cardona y Luz Elena Londoño, nos lo reafirmaron. Podía ser un lugar nuevo para algunas de nosotras, pero no desconocido del todo pues lo conocíamos por los comentarios de las hermanas cuando nos comparten sobre sus experiencias de misión y porque el carisma misionero agustino recoleto se deja ver en elementos tan significativos como lo son; el escudo de la Congregación, las imágenes de Nuestra Señora de la Consolación, de nuestro Padre san Agustín y la fraternidad con la que las hermanas nos recibían.

A las comunidades en donde realizamos la misión fuimos de dos en dos como el Señor designó: <<y los envió de dos en dos delante de sí, a todas las ciudades y sitios a donde él había de ir>>.  Estaríamos en tres veredas diferentes compartiendo con las familias y aprendiendo de ellas. Más adelante continuaremos compartiendo lo que el Señor nos permitió vivir durante la misión.

María Gisela Sánchez López