Campamento Familia Misionera 2015

                   – Sabes, muchas veces estamos tan hundidos en la desesperanza que no queremos ver a Jesús como el amigo incondicional, siempre fiel, andando a nuestro lado, apostando por nuestra felicidad, hablándonos de muchas formas… – dije yo, Brenda. 

                   – Tal vez, no es que no queremos verlo o sentir que no estamos solos, sino más bien, no podemos verlo… es muy distinto.  Yo lo he vivido… – respondió ella, una participante adolescente del campamento.

                  Descubrí que en estos pequeños signos de Dios que salen a nuestro encuentro, es posible reconocer que Él es siempre novedad, que la lección acerca de una de las tres virtudes teologales -la Esperanza- es para todos, niños, adolescentes, jóvenes, adultos, matrimonios, religiosos, una actitud de vida llamada a ponerla en práctica siempre, a pesar de las dificultades o incomprensiones de la voluntad amorosa de Dios.  ¡Él es nuestra Esperanza!… la llama que nunca se extingue en la oscuridad, el Amigo cercano, incondicional que acampa en nuestra vida con la disposición de no irse jamás, el que desea limpiar la mirada de nuestro corazón para reconocerle justamente como la única y verdadera “Esperanza” dando sosiego a nuestra inquietud de su amor… Él es quien comprende el deseo aventurero de la juventud, nuestra superficialidad, nuestro miedo al compromiso, el ritmo acelerado, la certeza de saberlo casi todo, la indiferencia parcial a su propuesta de Vida… Él es sobre todo quien confía en nosotros, en ellos, en cada participante de este XXX campamento “Familia Misionera” que organizamos las hermanas MAR, aquí en España.

                  Todos, llenos de inquietudes, hemos hecho posible el buen término de esta experiencia de vida realizada en las instalaciones del campamento, a un costado de nuestra Casa Madre, en Monteagudo, Navarra del 07 al 17 de julio.  Participamos diez hermanas, cada una entregándose con toda el alma en lo que se nos había delegado; nueve monitores, liderando a los grupos, haciendo posible el trabajo con niños y adolescentes de diferentes edades y contextos familiares; alrededor de 58 participantes provenientes de Granada, Madrid, Salamanca y Zaragoza. 

                  Hablar de esta experiencia, es hablar del amor de Dios, de compartir con otros lo que se es, de diversión, de creatividad, de servicio, de cooperación, de retos para evangelizar a niños y adolescentes, de aprendizaje, etc.  Nuestras jornadas han estado organizadas con momentos claves de evangelización, entre ellos, las oraciones al empezar y terminar el día, las catequesis, los actos marianos, los ensayos de cantos, las celebraciones y Eucaristías; así mismo, de actividades de esparcimiento, como los talleres de manualidades, teatro y lengua, además de natación y veladas.  Hemos tenido el regalo de conocer a nuestras hermanas de la comunidad de Monteagudo, el hermoso museo de nuestra historia Congregacional, los lugares donde yacen los cuerpos de nuestros fundadores, el noviciado de nuestros hermanos Agustinos Recoletos, los rincones relacionados a San Ezequiel Moreno, y de rezar por nuestra vocación misionera en el lugar que vio nacer al gran santo, patrón de las misiones, San Francisco de Javier.

                  Hemos acampado y hemos reconocido que Jesús nunca lo ha dejado de hacer en nuestras vidas, en cada hermana, en cada colaborador y sobre todo en cada niño, adolescente y joven que se lleva la posibilidad, la Gracia, de reconocer que en Jesús se encuentra la única y verdadera “Esperanza”.

                  A Él mi gratitud por permitirme vivir esta experiencia junto a tod@s mis herman@s.

Brenda Ovalle Hernández, MAR.

 

 

{gallery}camp, limit=0,random=1,width=200,height=100,gap_h=20,gap_v=20,displayarticle=1{/gallery}