“Porque todo viene de él,

ha sido por él, y es para él.

¡A él sea la gloria eternamente! Amén

(Rom. 11,36). 

QUERIDAS HERMANAS:  

Este día 18 de enero de 2019 celebramos el 72 aniversario de la erección canónica de nuestra congregación dando gracias a Dios por el don de un carisma en la Iglesia cuya identidad se manifiesta y consolida en nuestro nombre de MISIONERAS AGUSTINAS RECOLETAS.  

En el año de 1930 Mons. Francisco Javier Ochoa, OAR, busca entre las Agustinas Recoletas contemplativas de España, hermanas que estén dispuestas a colaborar activamente en la misión de Kweiteh Fu (China)… 

Todo nacimiento tiene su tiempo de gestación. Lo que se gesta es una vida nueva, un nuevo ser. Así nuestra congregación vivió un proceso de fecundación que el Espíritu Santo realizó en el seno de la Iglesia y a partir de la respuesta de un religioso y tres monjas contemplativas apasionados por Jesús y su Evangelio.  

Nuestros fundadores fueron personas sin fronteras. Entendieron la misión como una salida de sí, un descentrarse de su querer, contemplando con la mirada de Dios la realidad que estaba llegando a su corazón. Los cuatro se dejaron tocar, impactar, afectar y pudieron responder al llamado desde la fe y la búsqueda constante de la voluntad de Dios. Sin fronteras porque, ante el impulso del Espíritu, de lo nuevo que estaba surgiendo se pudieron desestructurar, salir de los márgenes de su mentalidad, de su cultura, de su geografía, de sus proyectos ya establecidos, pero en obediencia a los superiores y manteniendo el espíritu de la unidad.  

En 1935, respondiendo al pedido de Mons. Ignacio Martínez, OAR, de diversos conventos de Agustinas Recoletas contemplativas de España, salen a trabajar en la misión de Lábrea (Brasil), las madres… 

Y la historia nos sigue hablando de que de la exuberancia del amor (contemplación) brota la misión (San Agustín). Es el Señor y el amor incondicional a Él, el que nos sigue llevando a los márgenes, a las periferias existenciales, a las nuevas pobrezas emergentes y éstas van haciendo trayectoria en nuestra vida congregacional, fusionando almas y corazones en el único Amor que vale la pena seguir para dar respuesta a la vocación misionera, siempre encendida en el corazón de los discípulos/as de Jesús.  

En 1940 las madres Esperanza y Carmela regresan a España con el fin de abrir un noviciado para formar hermanas para la misión (…). 

El Espíritu Santo, protagonista de la misión, encarnado en unas mujeres libres y audaces, impulsa la misión, reorientando los espacios geográficos para continuar expandiendo el evangelio y preparando el semillero vocacional y sembrar en el corazón de las jóvenes el amor a Jesús y a la iglesia misionera.  

El 18 de enero de 1947 tiene lugar la erección canónica como congregación diocesana con el nombre de Agustinas Recoletas Misioneras de María, quedando constituida por las hermanas de España, Brasil, Colombia y Mª Ángeles García, que se encontraba en China.  

El Espíritu gestó lo nuevo en un éxodo, y después de un camino de idas y venidas, de fusiones y pérdidas, de extrema pobreza, de lo insólito de quedar una hermana sola en China. De todo ello brotó la vida y surgió un nacimiento. Para agradecer hay que contemplar y al contemplar, solo se puede ver la Obra de Dios, apreciar el Misterio, admirar la valentía, la creatividad, la capacidad de riesgo, la disponibilidad, la fidelidad, la constancia, la alegría, la convicción, el amor, el desprendimiento, el sacrificio, que todo este proceso de gestación llevó consigo para que nuestro carisma se expresara en lenguas diversas como un Pentecostés que impulsó el Espíritu en tres continentes en los que hoy continuamos. 

Mons. Francisco Javier Ochoa elabora las Constituciones y nos da el escudo con el lema SOLI DEO HONOR ET GLORIA. 

En nuestras Constituciones se describe la finalidad y el espíritu de nuestra congregación; el para qué nacimos y las notas constitutivas de nuestra identidad. Siendo nuestra regla suprema de vida el seguimiento de Cristo, tal como se propone en el Evangelio, en ellas se expresa la manera de vivirlo.  

Y en el escudo se enmarca la autenticidad de toda misionera agustina recoleta que quiere vivir como tal. Allí tenemos que mirarnos, posar nuestro corazón, volver a él y preguntarnos: ¿El corazón de Jesucristo y su Evangelio es mi pasión? ¿Soy memoria viviente del modo de existir y de actuar de Jesús? ¿La unión vital con Cristo en la oración es la fuente de mi dinamismo misionero? ¿Me dejo evangelizar por la comunidad y busco ante todo ser unánime y concorde, con una sola alma y un solo corazón? ¿Mi amor a María me lleva a ser signo de la ternura de Dios y contemplativa en la acción? ¿Soy mujer eucarística, que se entrega cada día, y es capaz de lavar con él los pies a los más pobres y a las más pobres de la comunidad? ¿Asumo el sufrimiento y la cruz como consecuencia de una vida profética, que anuncia la justicia y denuncia los valores y estructuras ajenas al plan de Dios? ¿Busco en todo momento y en toda acción que realizo la gloria de Dios o mi propia gloria, cueste lo que cueste? 

Y como tema de reestructuración acompaño estos dos extractos:  

En 1955 son incorporadas a nuestra Congregación las Agustinas Recoletas Terciarias, de Cali (Colombia). (…) en el VII capítulo general de 1987 se aprueba constituir la Congregación en provincias, viceprovincias y delegaciones. 

Más allá de un cambio de estructuras, nuestros referentes ayer, hoy y siempre serán Jesús y el Evangelio; ellos nos piden una conversión personal, comunitaria e institucional para una verdadera renovación de nuestra vida consagrada. Estas hermanas Agustinas Recoletas Terciarias fueron un ejemplo de reestructuración porque supieron morir, para vivir, perder para ganar, sin nostalgia del pasado, desaferradas de las seguridades, desinstaladas. A todas nos gusta la seguridad, pero es necesario desinstalarnos para no dominar, para no controlar, para no seguir haciendo lo de siempre, para no acomodarnos. En una sociedad cambiante, cada vez más descristianizada, urge el anuncio del Evangelio y el testimonio de una vida coherente con él y con lo que hemos profesado.  

Y para ello, no obstante hay que reestructurarse. La V Determinación del XI Capítulo General 2011 nos recuerda que: “Teniendo en cuenta la disminución de hermanas en condiciones de responder a los compromisos pastorales adquiridos y las necesidades comunitarias, como la atención a las hermanas mayores y enfermas, vemos la necesidad de reestructurar nuestra congregación, buscando durante el proceso las condiciones para “Salvaguardar el sentido del propio carisma, promover la vida fraterna y estar atentas a las necesidades de la Iglesia tanto universal como particular” (VC 63).  

En la Determinación VI del último capítulo general (sexenio 2017-2023) se aprueba la nueva organización con un solo gobierno general. 

Desde el origen de nuestra congregación se han dado diferentes reestructuraciones a fin de custodiar el carisma misionero y darle nuevo impulso. Así podemos hacer el recorrido histórico de diferentes etapas: 1. De la Clausura a la misión de China, 2. Filipinas, nido jurídico, 3. De China a Europa. 4. Noviciado en Monteagudo para formar misioneras dispuestas a ir a China. 5. Se cierra China y nos expandimos en América. 6. Se fusionan las hermanas de España y Brasil. 7. Se unen las hermanas Agustinas Recoletas Terciarias. 8. Nos reorganizamos en provincias y viceprovincia. 9. Se reactiva la misión en China con vocaciones autóctonas. 10. Se hace común el postulantado, el noviciado y el juniorado y, por último, nos reestructuramos en un solo gobierno general que recibe la misión de “dar un nuevo impulso a la Congregación en todos los ámbitos, descubriendo los caminos que Él nos muestra para la misión, configurándonos como comunidades humanas y fraternas, y manifestando la alegría de quién lo ha dejado todo para estar con Él.  

Por tanto, nos toca a cada una, en este tiempo que vivimos, retomar la propia existencia y preguntarnos: ¿Es Jesús, la norma suprema de mi vida? ¿Es el evangelio mi único referente? ¿Cómo está la vivencia del carisma en mí? ¿Qué expresiones del carisma he cultivado o descuidado más: la disponibilidad total, la evangelización, el bien común, la unión de corazones, la oración, el servicio a los pobres, la caridad, la humildad, la abnegación, la penitencia, la participación en la cruz de Cristo, etc? 

Que este día celebrativo, ante todo de acción de gracias, sea también un día de reflexión personal y comunitaria que nos ayude a descubrir la mirada misericordiosa del Padre con nosotras, porque es eterno su amor (Sl 136).  

Terminemos todas juntas alabando a Dios, unidas en una sola alma y un solo corazón, con una plegaria que brote de lo más profundo de nuestro ser.  

 

¡Solo a Dios el honor y la gloria! 

 

Leganés, 16 de enero de 2019  

Nieves María Castro Pertíñez , Superiora General