PALABRAS DE APERTURA

¡Buenos días! Saludos cordiales para todos.

Agradezco a Dios esta oportunidad de encuentro en esta vigesimonovena (XXIX) Aula Agustiniana de Educación.

Agradezco a los organizadores el poder propiciar espacios de reflexión y comunión en torno a temas que nos afectan e interesan a todos, desde el prisma de la escuela agustiniana.

Gracias al personal directivo de cada institución que con esmero y cariño ha preparado el camino para que sus docentes participen en esta Aula; gracias, sobre todo, a la presencia de tantos docentes que estos dos días nos reunimos para compartir juntos esta hermosa aventura de educar desde el amor.

Como bien sabemos, el Aula Agustiniana de Educación nació en 1994 a iniciativa de la comisión de educación de la Federación Agustiniana Española (FAE).

Desde entonces, cada año, se han reunido cientos de profesores de colegios agustinianos de toda España para aprender, compartir e ilusionarse juntos.

Este año queremos dar un paso más. Queremos salir de aquí emocionados, apasionados por el desafío que nos brinda educar, “afrontando la vida con emoción”.

“Afrontar la vida con emoción” es el lema de nuestra Aula Agustiniana 2023. ¿No nos parece un título muy sugestivo y evocador? ¿No nos introduce a todos en una aventura sorprendente? ¿Y por qué afrontar la vida? ¿Y por qué desde la emoción?

Afrontar la vida nos remite siempre a un contexto y a un presente.

Hemos vivido dos años de pandemia que nos cambiaron muchos esquemas mentales a nivel personal, educacional y social en función de adaptarnos a nuevas situaciones y a una nueva forma de educar. Años que nos separaron físicamente de nuestros alumnos y compañeros de trabajo, nos separaron de la presencialidad y de la posibilidad del diálogo, la empatía, la cercanía; años de pérdidas de seres queridos, de personas muy cercanas; años que nos robaron la ilusión…; pero también años para retomar la pregunta por el sentido de la vida y una oportunidad para replantearnos la educación.

No cabe duda de que nuestra sociedad está sedienta de sentido y deseosa de dignidad, así como también lo estamos nosotros, lo están nuestros alumnos y sus familias.

Nos encontramos inmersos en un momento difícil, marcado por la guerra, la crisis socioeconómica y una crispación política que desata escenas en el congreso de los Diputados, en lo que todo se superpone a la razón de mantener el poder cueste lo que cueste (Ecclesia, p. 5. Nro 4115).

A nivel educativo sufrimos embates. Cuando las aulas no se han repuesto todavía del sobreesfuerzo pandémico, en el presente curso se está aplicando a trompicones la LOMLOE, enésima reforma educativa aprobada sin el más que necesario consenso de la comunidad educativa y socavando la libertad de elección de centro por parte de las familias.

Pese a todo, los colegios de la Iglesia han reaccionado con docilidad para adaptar el currículo de estreno a la realidad de los niños, los auténticos protagonistas de su educación y de su vida.

Ante toda esta realidad, poco favorable, viene bien recordar que, “de los momentos de crisis nunca se sale igual: de ellos salimos mejores o peores”, dirá el papa Francisco (Jornada de la Paz, 2023). La buena elección es salir mejores y juntos, aunque sea más despacio, pues, nos dirá san Agustín, “el que quiere hacer un lugar al Señor, no debe alegrarse de su propio bien, sino del común” (En Sal 131,5).

¿Qué hemos aprendido de esta realidad que nos envuelve? ¿Qué nuevos caminos debemos emprender para liberarnos de las cadenas de nuestros viejos hábitos, para estar mejor preparados, para atrevernos con lo nuevo? ¿Qué señales de vida y esperanza podemos aprovechar para seguir adelante e intentar hacer de nuestro mundo, desde la educación, un mundo mejor?

Pues hete aquí una respuesta a modo de herraje, en esta Aula Agustiniana 2023 titulada: “AFRONTAR LA VIDA CON EMOCIÓN”.

Jesús de Nazaret fue un apasionado y un emocionado del Reino. En esto se empeñó, al calor de una intimidad profunda con su padre Dios, el Abba, de donde derivó toda su entrega al servicio del ser humano, por quien dio la vida, para hacernos a todos partícipes de su filiación y divinidad.

Tenemos palabras emocionantes de Jesús, en las que aparece esta pasión- emoción-moción; es decir, movimiento del Espíritu: “Tengo que ocuparme de las cosas de mi padre” (cita Lc, 2,49) “No he venido a ser servido sino a servir” (Mateo 20, 17-28), “No he venido sino a hacer la voluntad de mi Padre” (Jn 6,38), “Nadie me quita la vida, yo la doy voluntariamente” (Jn 10, 18), “Vine a traer fuego a la tierra y ¡cómo desearía que ya estuviera ardiendo!” (Lc 12, 49), “Tengo que pasar por un Bautismo, y, ¡qué angustia siento hasta que esto se haya cumplido!” (Lc 12, 50), “Cómo no saben interpretar el tiempo presente” (Lc 12, 56,b).

Y podríamos nombrar un sin fin de exclamaciones emocionantes de Jesús que nos hablan de sus verdaderas motivaciones para afrontar la vida con emoción, hasta darla sin medida, cuya máxima expresión fue la cruz, donde nos manifestó su amor en plenitud.

San Agustín fue un apasionado y un emocionado desde que se encontró con el Señor. Su vida cambió para siempre, y nunca desistió de vivirla con pasión, enamorado de la belleza espiritual que da el Señor. Nunca necesitó más motivación que, amando a Dios, amar a todos y poner amor en todo. Fue un enamorado de Cristo, el Verbo encarnado, en quien descubrió la razón y el sentido de su vida, y la respuesta a su inquietud de búsqueda constante expresada en ese “Nos hiciste Señor para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti” (Conf. 1,1,1).

Y, también en el libro de las Confesiones, con ardor, con pasión, con alta emoción nos dirá: “Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé; tú estabas dentro de mí, y yo te buscaba fuera” (Confesiones).

“Afrontar la vida con emoción” es una invitación a vivir desde dentro, con hondura, con motivaciones profundas que den sentido a los buenos sabores y sin sabores que encontramos tantas veces en nuestra realidad personal y educativa.

Es, también, un aprendizaje que todos tenemos que procurar cada día, pero de la mano de Dios. Sin él, nada podemos hacer, nos dirá el evangelio de Juan. También necesitamos unas herramientas que en esta Aula Agustiniana se nos facilitarán, como instrumentos para nuestro autoconocimiento y la gestión de nuestras emociones, que definirán en todo momento la mejor decisión en las diferentes realidades que se nos presenten.

De la mano de D. Juan Manuel Alarcón profundizaremos en la inteligencia emocional. Educar personas sentipensantes. El profesor nos ayudará a ver la importancia del reconocimiento de nuestros propios sentimientos, y en nuestras relaciones, considerando las aptitudes emocionales tanto personales como sociales, que nos facilitarán identificar nuestro proceso interno emocional; el punto en que nos encontramos, la emoción que nos embarga en determinado momento y el proceso de manejo de las mismas, para su autorregulación, y el descubrimiento de la motivación que tiene que guiar la consecución de nuestros actos.

Diego Cuevas Gámez nos presentará el tema de “haz de tu vida una aventura emocionante”. Su objetivo principal será proponernos estrategias sencillas para hacer de nuestra vida una aventura apasionada, donde la gestión emocional, la ilusión, la creatividad, la resiliencia, la interioridad, la alegría y otros elementos estén presentes en nuestro propio guion vital.

La tercera temática tendrá que ver con el sentido del humor como actitud de transformación, y correrá a cargo de D. Luis Gutiérrez Rojas. El humor es una clave de vida por recuperar en nuestra tarea cotidiana como docentes. Nos ayuda a relativizar los fracasos, fomentar la resiliencia y vivir con agrado el momento presente.

No hemos de olvidar que san Agustín reivindica para la educación un derecho que debiera ser básico en toda escuela: “El derecho a la alegría sana y sanadora”, que humaniza los ámbitos educativos y, desde ellos, la comunidad que configuramos.  “¿Nos reímos con nuestros alumnos? La risa y la sonrisa constituyen signos inequívocos de inteligencia y sensibilidad”, dirá Pronzato (Nota 30).

En definitiva, como educadores deberíamos probar nuestro sentido del humor por la capacidad de reírnos de nosotros mismos, desdramatizando momentos difíciles, ubicándonos con humildad en nuestro propio lugar.

Fray Javier Monroy nos presentará el último tema, no menos importante, al contrario. Nos hará entrar en el mundo de las emociones, haciendo un buceo al interior, desde el autoconocimiento, pasando por la integración, para llegar a la trascendencia.

Nos recordará que cada ser humano es un proyecto y, por tanto, siempre en proceso y siempre en camino. Nuestra meta está en el camino y el objetivo de la misma será vivir y caminar. Y esto es lo que debemos enseñar como educadores. La pregunta será: ¿estaremos dispuestos a ello?

Jesús muchas veces en el Evangelio, antes de cumplir un signo, interpela a la persona sobre su deseo. Esto nos muestra la necesidad de ver en profundidad qué queremos verdaderamente y qué es lo que se opone a conseguirlo, sin vanas excusas.

Tal vez, y no ha de suceder en esta Aula, muchos educadores agustinianos, siguiendo las modas del momento, se vean incapaces de dar rumbo a su vida, de saber qué es lo que quieren. El Señor nos sigue preguntando como al ciego de Jericó: ¿qué quieres que haga por ti?

Saber qué quiero como educador agustiniano es un pensar-sentir esencial en el terreno de las emociones.

En definitiva, y a modo de conclusión, en la presente Aula se nos está invitando a cada uno de nosotros a volver a lo esencial, a tomar la vida en nuestras manos, vivirla con emoción, con color, con sentido, con dedicación y entrega, con alegría, dejándonos tocar por la realidad y sentirla dentro y fuera de nosotros, para hacerla nuestra, ponerle nombre y, desde la confrontación con la Palabra de Dios y la guía del Maestro interior que nos habita, pasar de la emoción a la moción; es decir, a ese movimiento del Espíritu que nos permita descubrir de dónde viene todo lo que pienso y siento, y a dónde me lleva para dejarle a Él esa transformación del corazón que tanto necesitamos para educarnos y educar  en el amor.

¡Felices jornadas para todos!

 

Nieves María Castro Pertíñez