La Hna. Cecilia Castaño Cruz lo ha llevado el día 22 de julio de 2015.

Sintiendo el vacío que ha dejado nuestra hermana Cecilia Castaño, al partir a la casa del Padre, damos gracias a Dios por habérnosla regalado como hermana para recorrer el mismo camino congregacional como misionera agustina recoleta.

Cecilia había nacido en Caparrapí, Cundinamarca, Colombia el 1 de junio de 1935 en el hogar formado por Don Ramón Castaño López y Doña María Teresa Cruz Sánchez. Creció  junto a sus 6 hermanos: Elvira, Bertha, Antonio María, Teresa de Jesús, Gloria del Rosario y María Cristina, en un hogar cristiano que dio dos religiosas más: Elvira y Teresa de Jesús, ambas misioneras agustinas recoletas. Teresa de Jesús actualmente forma parte de la comunidad de Atapirire, Edo. Anzoátegui, Venezuela.

Su familia conoció a la congregación muy recién llegada a Colombia y después del ingreso de la mayor de las hijas: Elvira, pronto lo hizo Cecilia, iniciando el postulantado el 17 de enero de 1954, el noviciado el 22 de agosto del mismo año, la primera profesión el 11 de septiembre de 1955 y la profesión perpetua en 1960 en la misma fecha de su primera profesión.

Al día siguiente de su primera profesión ya estaba como profesora en el colegio Ntra. Sra. de la Consolación de Bogotá, pero a las 4 meses fue a Tauramena con el grupo de fundaría en ese lugar. De ahí en adelante su servicio como maestra lo prestaría en el Colegio de Bogotá, Palmira, la Normal de Monterrey, Restrepo. En dos momentos  fue maestra de novicias, y en tres ocasiones lo de fue de junioras.

Fue directora en Restrepo-Valle, Directora de la Escuela Anexa en Monterrey, Consejera provincial en varias ocasiones, Delegada general, Vicaria Provincial, Provincial y superiora en el colegio de Palmira, en Argentina, Monterrey, Barranquilla, convento de La Merced y la Casa Noviciado.

Su vocación como maestra que llevó en la sangre, la ejerció a tiempo y a destiempo, en el aula o fuera de ella. Fue acompañante, confidente e impulsadora de nuevas generaciones. Su devoción a María Santísima la vivía hondamente y la propagaba en cuanto podía.

Testigo de esto es el convento de La Merced en donde dio impulso a la veneración de Nuestra Sra. de la Merced y la virgen de los Remedios, buscando involucrar a autoridades civiles,  militares y eclesiásticas.

Un cáncer contra el que batalló arduamente, poco a poco le fue consumiendo la vitalidad que tenía, hasta que a las 18:40 horas del día en el que la Iglesia celebra a Santa Magdalena, descansó en las manos del Señor. Cecilia al profesar había recibido el nombre de Sor Magdalena y no dudamos en la intercesión de su patrona para presentarla ante el Padre.

La congregación a la que amó y por la que se entregó, su familia tan cercana a su corazón y muchas personas a quienes ayudó y con quienes trabajó por mejores condiciones de vida, hoy sentimos que hemos entregado a Dios el regalo que él mismo nos dio.

En una de las últimas llamadas telefónicas, recibió de la Superiora General el encargo de presentarle al Señor el ramillete de flores compuesto por todas las hermanas de la congregación y  ella respondió: ASÍ LO HARÉ.

Seguras de que Cecilia ha cumplido el encargo en la tierra y en el cielo y  que ya se ha sumado al grupo de hermanas que nos han precedido, dejando  testimonio de fidelidad en la entrega a Dios y por eso sensibilidad ante el dolor de los demás, damos gracias a Dios.