Qué mejor manera de comenzar el mes de agosto “mes agustiniano”, que estando en una semana de ejercicios espirituales: experiencia de intimidad entre Aquel del que me sé amada y al que también aspiro continuamente amar y amarle en todas las cosas.

Se me hace un poco difícil describir con palabras lo que he experimentado durante el transcurso de los días de ejercicios, pero, considero que me viene como anillo al dedo la frase de San Agustín: “Señor tu nos hiciste para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti” para tratar de explicar lo que he vivido.

Sabemos que el corazón humano continuamente tiende a danzar de un lugar para otro, siempre corriendo el riesgo de vivir en lo exterior, incluso estando en tiempos de confinamiento o en tiempos de toque de queda. Sin embargo, el corazón sigue su ritmo y la búsqueda de ese Alguien es el único que le da la paz.

Esta búsqueda se siente con plenitud en los días de retiros espirituales, ya que se experimenta un descanso que reconforta el alma, una fuerza que atrae y envuelve todo en una dulce armonía, que estremece, que desborda e inunda el alma de su presencia.

Estos días los he vivido desde el dejarme sorprender por el don infinito y gratuito de un Dios que es misterio.

¡Gracias, Señor, gracias!

Gloria Hernández, mar