“No sois vosotros los que me habéis elegido, soy Yo quien os he elegido

y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure”

Juan, 15,16

Contemplación de mi profesión perpetua como Misionera Agustina Recoleta.

La ocasión para creerle un poco más.

El día veintidós de febrero del año dos mil veinte, es una fecha que no solamente suena distinta para mí, sino que pronunciada por mi corazón, me hace entender que en este día de manera muy especial, viví la ocasión para creerle a Jesús un poco más.

Al testificar lo vivido en este día, lo que realmente experimento es la contemplación de lo que conllevó, conlleva y conllevará. Con clara incertidumbre creyente hasta el último momento de mi vida, mi profesión perpetua como Misionera Agustina Recoleta en la parroquia San Luis Gonzaga, Almería, rodeada de la porción física del pueblo de Dios que se hizo presente para dar el honor y la Gloria a Aquél que elige, consagra y envía a sus misioneros. Me acompañaron Hermanas Misioneras Agustinas Recoletas de las distintas comunidades de España, mis padres provenientes de Guatemala, hermanos de la Parroquia anfitriona, de la Parroquia San Isidro Labrador, así como de la Parroquia de la Encarnación de la Diócesis de Granada junto a su amable párroco, D. José Miguel Moreno; hermanos sacerdotes de la Diócesis de Almería, hermanos seminaristas del Seminario San Indalecio-Almería y los hermanos teólogos Agustinos Recoletos provenientes de Monachil, Granada.

Llegadas las 11:30 de la mañana, la convicción de que “no somos nosotros los que hemos elegido a Jesús con nuestras propias fuerzas, sino que es Él quien nos ha elegido, es Él quien ha tomado la iniciativa entrañable, y nos ha destinado para que vayamos y demos fruto, y tal fruto dure” inundaba mi ser completo.  Entre una alegría temerosa y la respuesta decidida a tal voluntad que ha primereado mi historia como mujer y como discípula de Jesús, transcurrió la celebración eucarística en comunión con toda la comunidad eclesial alrededor del mundo y en comunión con el tesoro de mi pasado, lugar de encuentro con Dios que gestó este momento, concretado en personas, lugares, hermanas Misioneras Agustinas Recoletas y comunidades, experiencias, amigos, aprendizajes, sonrisas, lágrimas, crisis oportunas y providentes, anécdotas en el seguimiento a Jesús y más.

Como regalo de Dios en la celebración de mi profesión perpetua agradezco la certeza de que en su infinito amor me consagra, acogiendo mis latidos que balbucean su voluntad, fortaleciendo mi pequeña fe para creerle un poco más cada día, orientando mis anhelos de amarle y servirle en mis hermanas y hermanos, uniéndome de manera más entrañable a la misión del Reino en el mundo. Como regalo de Dios en la celebración de mi profesión perpetua agradezco la experiencia de auto contemplarme y sentirme necesitada, muy necesitada de Aquel que tomó la iniciativa entrañable de perdonarme y enviarme; muy necesitada de vivir el presente y el futuro que estaba ahí visitándome con la certeza de que es Él y yo y, que con su Espíritu me ilumina, guía, sostiene, impulsa y sobre todo, muy necesitada de reconocer mi sencillez y de proclamar en todo momento y circunstancia:

“Tomad, Señor y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad.  Todo mi haber y mi poseer vos me lo disteis a vos Señor lo torno.  Todo es vuestro, disponed a toda vuestra voluntad.  Dadme vuestro amor y gracia que ésta me basta”.

Muchas gracias por vuestras oraciones, siempre me acogeré a ellas.  Con cariño fraternal y proclamando la alegre bendición de compartir junto a vosotros el don de ser llamados y enviados.

Brenda Ovalle Hernández

Misionera Agustina Recoleta.