Un corazón capaz de dejarse amar

Quiero compartirles mi experiencia en San Miguel Ixtapan, Tejupilco, Estado de México.

Iniciamos la misión con un encuentro el día lunes 14 de julio en el seminario de los Agustinos Recoletos. Tuvimos una pequeña reunión donde nos pusimos de acuerdo para la  división en grupos, de tres o cuatro personas, para visitar los diversos pueblos o comunidades y ver nuestros objetivos como grupo misionero; después tuvimos nuestra Eucaristía de envío.

Al día siguiente salimos con gran entusiasmo rumbo a Tejupilco, con mucho ánimo y con ganas de amar, servir y compartir con las familias. Llegamos por la tarde a la parroquia de San Miguel Ixtapan, donde nos recibió el padre Azúcar y los diferentes mayordomos de los pueblos que nos acogerían. Después de una agradable comida fuimos distribuidos a los diferentes pueblos. Mi equipo estaba formado por: Felipe y Jeremías, postulantes Agustinos Recoletos, y yo, Juana Hernández, postulante MAR. Nos enviaron a la comunidad de La Barranca, que tenía una vista preciosa y agradable.

Como equipo, respondimos con generosidad dando a conocer lo que somos como misioneros. Del equipo ninguno nos conocíamos pero la alegría de cada uno era  esencial. A la hora de visitar a las familias era sorprende como cada uno compartía su experiencia personal de fe desde el corazón.

Hacíamos el visiteo por la mañanas acompañados por grupos de jóvenes y niños, llevando la comunión a adultos mayores y enfermos que ya no tienen la facultad de poder caminar y salir de sus casas, transmitiendo la alegría y la esperanza, dejando pequeñas despensas y al final de cada visita terminábamos con una pequeña oración por las familias y el trabajo que realizan en el campo.

La mayor parte de las familias se dedican a la siembra del maíz que tienen como alimento diario. Son tan sencillos que nos recibieron en sus casas con amabilidad y alegría. Los niños se dedican a jugar y estudiar, la mayoría de ellos en el preescolar, la primaria y también ayudando a sus papas. Los jóvenes estudian y trabajan en las labores cotidianas, pero hay algunos que no estudian por no tener las posibilidades económicas para ello, y si bien les va pueden trabajar.

Por las tardes dábamos temas a los adultos, jóvenes y niños, en diferentes días, iniciando con juegos dinámicos y cantos mientras llegaban los demás para poder comenzar con el tema a tratar; la gente se animo a participar en las diversas actividades realizadas por el equipo misionero.

Seguimos con nuestra tarea visitando, compartiendo la fe con las familias, el amor de Cristo a los humildes y sencillos.

Después de estar 10 días con las familias tuvimos reunión con todos los misioneros en el balneario Las Ranas, para llevar a cabo la evaluación de los grupos, compartiendo con alegría y tristeza las experiencias vividas en los distintos pueblos, y las labores realizadas en cada uno de ellos, además de divertirnos nadando un rato.

El día 27 regresamos a las comunidades correspondientes para trabajar con más ánimo y valentía.

En la comunidad de la Barranca insistimos en la unidad de los pueblos  y su gente, en el valor del perdón en las familias, ya que en algunos de ellos hay mucha división que causa tristeza por todo lo que uno va pasando en la vida cotidiana.

En medio de esta labor terminamos con la exposición del Santísimo, para estar en sintonía con el Señor, alrededor de las familias que participaron activamente como un granito de mostaza que dio fruto en cada una de ellas: “Aquel que desea encontrar en ti un corazón capaz de dejarse amar y dejar que Él actué en ti”.

En la comunidad que nos toco se nos pidió, por parte del padre Azúcar, asignar celebradores de la Palabra, Ministros de la Comunión, y encargados de organizar y llevar acabo la hora santa en la Exposición del Santísimo.

Después de todo lo vivido, el darme a escuchar y compartir mi experiencia en las misiones, me hace darme cuenta de que Jesús abre sus brazos para que miremos cada vez mas allá, a la luz de su Palabra, reconociendo en esencia que Dios pide todo mi corazón. Como dice esta frase: “Señor que sea como tú quieras y no como quiero yo”, dejándome guiar por su espíritu, sólo así reconocemos la fuerza y valentía donada por Él. Estos momentos de encuentro, de búsqueda en mi interior me han servido para reconocer qué es lo que me pide Dios hoy, para que abrazada en su amor con fuerza y sencillez me una a mis hermanos y hermanas que me rodean, y que toda mi persona sea un instrumento que pueda servir para  amar.

Juana Maricela Hernández Tzunún, postulante MAR

 

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