“Casa de Jacob, venid;

caminemos a la luz del Señor” (Is 2,1-5)

A TODAS LAS MISIONERAS AGUSTINAS RECOLETAS

 

Queridas hermanas:

Nos adentramos en un nuevo Adviento. Cada tiempo litúrgico es un kairós para profundizar en el misterio de nuestra fe y en el inmenso amor que Dios nos tiene. Es una oportunidad para llenarnos de alegría y de esperanza, para vivir como servidoras esperanzadas porque Jesús va a nacer entre nosotras, y se queda para siempre en la vida de los suyos, y marcharemos por sus sendas.

Adviento es itinerancia en la fe con una esperanza que no defrauda. Es caminar de la mano de la Palabra, que prepara nuestro corazón para alegrarnos en el Señor y acoger la semilla de su reino.

Con la voz de Isaías comienza el Adviento: “Casa de Jacob, venid; caminemos a la luz del Señor, en un contexto no exento de dificultades (siglo VIII a. C) en Judá, el reino del Sur. Las decisiones de Judá no siempre fueron acordes a la visión de Isaías y la propuesta del profeta es un camino de paz y de reconciliación.

Con san Pablo, se nos recuerda que en el camino y en el momento que vivimos cada una de nosotras debe despertar del sueño, abandonando las tinieblas y portando las armas de la luz; armas que solo pueden ser verdaderas revistiéndonos del Señor Jesús. Este tiempo que vivimos nos obliga a mirar un poco más allá de los hechos e interpretar el sentido profundo de lo que acontece en nuestra vida, en la vida de la iglesia y de la humanidad. Hacernos preguntas en este tiempo para discernir es un modo excelente para permitir que el Señor mueva nuestra tierra: ¿Dónde tengo puesta mi esperanza? ¿Qué luces me da el Señor para caminar en su presencia? ¿De qué modo opto cada día por la paz y la reconciliación? ¿Qué me tiene dormida o sumergida en mi “yo” que no me permite descubrir las señales de Dios?

El evangelio de este primer domingo contiene enseñanzas que nos ponen en contacto con la fe de Jesús y con la manera en que él concibió su misión. Jesús compartió las expectativas y esperanzas sobre el tiempo final de algunos de sus contemporáneos. Dios irrumpiría definitivamente para dar origen a una realidad nueva. Jesús insiste en el desconocimiento del fin y cuándo se producirá, y así consigue que quienes confiamos en él nos mantengamos en tensión y nos esforcemos por vivir según los valores del Evangelio. Esta certeza sobre el momento concreto es una invitación a reconocer en nuestra vida la soberanía de Dios y descubrir nuestra limitación de no poder saberlo todo, para acoger la llegada del Espíritu que viene en nuestro auxilio e irrumpe en el hoy de nuestra vida.

El Señor nos instruye en sus caminos…pero, ¿qué caminos nos apartan del querer de Dios? El Señor nos da la paz… pero, ¿por qué seguimos viviendo en desamor hacia los demás? El Señor nos da la Salvación… pero, ¿qué deseos nos habitan contrarios a su Evangelio?

La Palabra de Dios nos invita a la vigilancia, a estar despiertos, a movernos y caminar hacia Jesús que es la salvación, que viene a llenar nuestra vida del amor y de la luz de Dios. Nuestra salvación está cerca: de las espadas queremos forjar arados. Arados para un mundo endurecido por el odio, por el individualismo, deshumanizado, en discordia. Estamos llamadas a arar la tierra inhóspita de tantos corazones que no conocen el amor y claman por ser amados. ¿Cómo transmito este mensaje de amor a los hermanos, a los de cerca, a los que están en la calle y a los de lejos?

La virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Enmanuel” (Is. 7,14). La promesa se cumple en María, la mujer del Adviento. La mujer que esperó en la promesa anunciada por los profetas, una mujer pobre que creyó que el Espíritu colmaría con su poder sus entrañas para dar a luz la salvación, al Dios con nosotros.

Dios siempre cumple su promesa. Él es fiel. ¿Soy agradecida con esta fe y con este Espíritu que he recibido? ¿Decir Jesús o Enmanuel, qué significado tiene para mí? ¿Doy a luz a Jesús desde mi ser? ¿Pronuncio con fe en mi corazón su nombre y hablo de Él a los demás?

¡Ven pronto Señor; tráenos la paz!; no dejes de escucharnos cuando tanto camino está cerrado, márcanos la senda con la luz de tu Palabra y seremos salvos…Tú eres el regalo para todos. Danos la capacidad de hacerte llegar a los pobres, a los no creyentes, a los desesperanzados. Danos la paz y llénanos de ternura y compasión para entregarla con las manos del servicio y de la donación. Colma nuestra hambre de infinito, para poder vaciar lo finito que nos entorpece en el camino de la liberación, que eres Tú, siempre Adviento, siempre llegando y porvenir nuestro.

El abrazo en Cristo Jesús, Adviento de la humanidad que espera nuestra liberación.

En unión de oraciones.

Leganés, 15 de noviembre de 2019

Nieves María Castro Pertíñez

Superiora general