Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?

 INTRODUCCIÓN

Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Aparentemente, la respuesta de Pedro parece la correcta: TU ERES EL MESÍAS. Pero sólo aparentemente porque, a continuación, cuando Jesús les dice que el Mesías va a sufrir mucho, Pedro no acepta un Mesías que vaya a la Cruz. Jesús increpa a Pedro y le dice: Satanás, tú ponte detrás de mí. El camino lo marco yo y no tú. Y Jesús jamás se desvía del camino señalado por el Padre. Jesús siempre es camino hacia el Padre.

TEXTOS BÍBLICOS

1ª Lectura: Is 22,19-23

2ª Lectura: Rm11,33-36

EVANGELIO: Mt 16, 13-20:

En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesárea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?» Ellos contestaron: «Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas. “Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» Simón Pedro tomó la palabra y dijo: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.» Jesús le respondió: «¡Dichoso tú, Simón, ¡hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo.» Y les mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que él era el Mesías.

REFLEXIÓN

La pregunta de Jesús a los discípulos: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? es una pregunta abierta para todos los discípulos de Jesús de todos los tiempos. Es una pregunta concreta, incisiva, que nos lanza Jesús hoy a cada uno de nosotros. A lo largo del mismo evangelio se van dando distintas respuestas: unas falsas, otras insuficientes y  otras que son auténticas. En la misma persona de Pedro se dan estas dos últimas.

  1. Respuestas falsas. Son las de todos aquellos que, en la práctica, no aceptan a Jesús como en el “centro”. Uno de ellos es el “joven rico”. Era bueno, cumplía los mandamientos, buscaba salvarse, pero prefirió “su dinero” a Jesús. El texto nos dice que se quedó “muy triste”. Con dinero se pueden comprar muchas cosas, pero no la felicidad. Otros ponen en el centro “el poder” A estos Jesús les dice que eso es propio de los poderosos de este mundo, pero “no debe ser así entre vosotros” (Lc. 22,25). Y los mismos apóstoles, mientras suben a Jerusalén, piensan en quién de ellos iba a ser el más importante. Tampoco ellos han puesto a Jesús en el “Centro”. Ahora bien, si Cristo no está en el centro, viviremos siempre “descentrados”. Y una persona descentrada no puede ser feliz.
  2. Respuestas insuficientes. Una de ellas es la de Pedro en el evangelio de hoy. No bastan las teorías ni las palabras solemnes. Es verdad que ha dicho que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios. Pero, a continuación, cuando Jesús les explica que este Mesías debe pasar por el sufrimiento y la Cruz, Pedro se lleva aparte a Jesús y le dice que eso no le puede pasar a Él. Jesús le contesta con dureza: “Apártate de mi vista, Satanás” (Mt.16,23). No podemos separar a Cristo de la Cruz. Y los cristianos no podemos aceptar un cristianismo sin Cristo. Respuestas insuficientes son todas las que damos todos los días los cristianos que no somos consecuentes con nuestra fe; los que somos incoherentes; los que decimos y no hacemos, los que separamos fe y vida. Y todos los que predicamos, pero no damos trigo.
  3. Respuestas auténticas. También hay respuestas verdaderas. Una de ellas es la del mismo Pedro  después de la multiplicación de los panes. Cuando  todos se querían marchar, Jesús pregunta a sus discípulos: ¿También vosotros os queréis ir? Pedro, en nombre de todos, contesta: “Señor, ¿adónde iremos? Tú tienes palabras de vida eterna” ( Jn. 6, 68). No poner a Dios en el centro de la vida es lo mismo que sentirse perdido. Nos lo demostró muy bien el malhadado “corona-virus”. Respuesta auténtica es la del ciego de nacimiento que “tira la capa, da un salto, y sigue a Jesús por el camino”. (Mc, 10,50) Y el camino era el camino de Jerusalén donde se iba a encontrar con la Cruz. Y respuestas auténticas son las de miles de misioneros: religiosos, religiosas, laicos, que, de una manera silenciosa, dan la vida por Jesús. Y no digamos nada de tantos cristianos que, en pleno siglo XXI, son asesinados por el delito de ser cristianos. Como dice el Papa Francisco, en estos últimos años, ha habido más mártires en la Iglesia que en la época de las persecuciones romanas. Y respuestas auténticas han sido las de tantos profesionales de la salud, tantos militares, transportistas, comerciantes, y voluntarios en general que, en la pandemia, o sofocando fuegos, arriesgaron sus vidas, incluso llegan a morir por auxiliar a los demás.

SAN AGUSTÍN COMENTA

Cuando se leyó ahora el Evangelio, oísteis que, habiendo preguntado el mismo Señor Jesucristo quién decían los hombres que era él, el hijo del hombre, los discípulos respondieron presentando las opiniones de la gente: Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas. Quienes esto decían o dicen no ven en Jesucristo más que a un hombre. Y si no ven en Jesucristo más que a un hombre, con toda certeza no conocen a Jesucristo. En efecto, si sólo es un hombre y nada más, no es Jesucristo. ¿Vosotros, pues, quién decís que soy yo? —les pregunta—. Responde Pedro, uno por todos, porque en todos está la unidad: Tú eres Cristo, el hijo de Dios vivo.

He aquí la confesión verdadera y plena. Debes unir una y otra cosa: lo que Cristo dice de sí y lo que Pedro dice de Cristo. ¿Qué dijo Cristo de sí? ¿Quién dicen los hombres que soy yo, el hijo del hombre? ¿Y qué dice Pedro de Cristo? Tú eres Cristo, el hijo de Dios vivo. Une las dos cosas y así Cristo ha venido en la carne. Cristo afirma de sí lo menor, y Pedro, de Cristo, lo mayor. La humildad habla de la verdad, y la verdad, de la humildad; es decir, la humildad, de la verdad de Dios, y la verdad, de la humildad del hombre. ¿Quién —pregunta— dicen los hombres que soy yo, el hijo del hombre? Os digo lo que me hice por vosotros; di tú, Pedro, quién es quién os hizo. Por tanto, quien confiesa que Cristo ha venido en la carne, automáticamente confiesa que el hijo de Dios ha venido en la carne.

Sermón 183, 3-4

PREGUNTAS

1.- Reviso con sinceridad cuando doy una respuesta falsa a Jesús. ¿Quién está ocupando el centro de mi corazón en estos momentos?

2.- ¿Estoy dando una respuesta insuficiente? Hablo de que soy cristiano, estoy orgulloso de serlo, pero ¿Lo soy de verdad?  ¿Me tomo en serio la fe?

3.- Recuerdo algunos momentos u ocasiones en las que me parece que he dado la talla como cristiano y le doy gracias a Dios. ¿Soy un cristiano agradecido?

ESTE EVANGELIO, EN VERSO, SUENA ASÍ:

En Cesarea, Señor,

preguntas a tus discípulos:

¿Quién soy YO para vosotros?

¿Por qué camináis conmigo?

Pedro te dijo con fe,

inocente como un niño:

«Tú eres, Señor, el Mesías.

Tú eres Hijo de Dios vivo».

Señor, la misma pregunta

nos haces a tus amigos.

Nuestra respuesta es sencilla:

«Vida, Verdad y Camino».

Cambió, Señor, nuestra vida

desde que te conocimos.

Nos hiciste el gran regalo

de vivir según tu estilo.

Elegimos, como Tú,

frente al poder, el servicio;

morir y entregar la vida,

como los granos de trigo.

No nos importan, Señor,

ni el dinero ni el prestigio.

Vivimos siempre felices,

siendo tus fieles «testigos».

Que seamos, como Tú,

«Banquete de Pan y Vino»,

un corazón que se explaye

al ritmo de tus latidos.

(Poesía de Javier Pérez Benedí)

Tomado de la web de la díocesis de Aragón