+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 3,15-16.21-22

Como el pueblo estaba a la expectativa y todos se preguntaban si Juan no sería el Mesías, él tomó la palabra y les dijo: «Yo los bautizo con agua, pero viene uno que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de desatar la correa de sus sandalias; él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego.

Todo el pueblo se hacía bautizar, y también fue bautizado Jesús. Y mientras estaba orando, se abrió el cielo y el Espíritu Santo descendió sobre él en forma corporal, como una paloma. Se oyó entonces una voz del cielo: «Tú eres mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección». Palabra del Señor.

¿QUÉ DICE EL TEXTO?

A diferencia de los datos rigurosamente históricos que encuadran el comienzo del ministerio del Bautista (3,1-2), los que describen el bautismo y la unción mesiánica de Jesús trascienden las categorías y la experiencia del ser humano y no son, por consiguiente, científicamente comprobables. Con esos dos encabezamientos solemnes, uno repleto de datos históricos y el otro rebosante de rasgos metahistóricos, Lucas enmarca el momento en que se cumple la promesa de Dios, y afirma que tal cumplimiento llega con Jesús y sólo con él.

Juan inicia su predicación llamando a todos a la conversión para preparar el camino al Señor. Jesús acude al Jordán como uno más a bautizarse, pero no para sellar con el bautismo de agua una actitud interior de conversión, sino para sancionar, con un gesto significativo, su plena disposición a aceptar hasta la misma muerte (ése es el sentido que tiene la inmersión el agua), a fin de llevar a término su misión.

El gesto de Jesús, aunque no tenga sentido de conversión, es sorprendente: le sitúa entre los pecadores. Semejante gesto, difícil de entender para algunos cristianos, no pudo ser inventado por las primeras comunidades, más propensas a subrayar el carácter único de Jesús que su participación en el común destino de los hombres. Los escritos del NT se ocuparán de atestiguar la verdad de dos afirmaciones que una mirada demasiado rápida juzgaría contradictorias: “Jesús participó totalmente en el destino de la humanidad pecadora”, pero “Jesús no participó en modo alguno en el pecado humano” (cf. Heb 4,15). Lucas presenta aquí a Jesús como miembro de la humanidad, inmediatamente antes de que la “voz del cielo” afirme el carácter singular de Jesús (“Tú eres mi hijo”). Es como si os estuviera diciendo, adelantando el contenido de su evangelio: Este hombre que se acerca y acoge a los pecadores, que come y comparte con prostitutas y publicanos, que fustiga a los piadosos y a los jefes religiosos, que es amigo de los pecadores, éste es el Mesías, el Ungido de Dios.

Hay personas que se hacen la pregunta siguiente: ¿Sabía Jesús que era el Mesías, el Hijo de Dios? Los evangelios no responden a esta curiosidad nuestra, pero nos muestran claramente dos cosas. 1. Jesús fue un ser humano que no gozó de ninguna ventaja entre nosotros, y que lo divino estaba en él no de forma ventajista, como nos imaginamos nosotros, sino al modo humano, en todo sin privilegios. 2. Jesús tuvo, igual que nosotros, un proceso de crecimiento, de toma de conciencia, etc. Entonces, si por saber entendemos un conocimiento conceptual expreso y claro, podríamos responder que probablemente Jesús no lo tuvo ni en ese momento ni quizás en toda su vida. Pero si por saber entendemos un sentimiento experiencial fuerte, desbordante, que le salía p or todos los poros, entonces hemos de afirmar que sí (Ulibarri, F).

SAN AGUSTÍN COMENTA

Lc 3,15-16.21-22: Necesidad del Bautismo

(…) ¿Por qué me obligas a discutir sobre los méritos de Juan? Estando aún en el seno, saludó al Señor; pero pienso que saludó a aquel de quien deseaba la salud. No busca personalmente tu defensa perniciosa. Cuando el Señor se acercó a ser bautizado por él, le dijo, consciente de su enfermedad: Soy yo quien debo ser bautizado por ti. Iba, pues, el Señor a ser bautizado para recomendar la humildad incluso con su bautismo y al mismo tiempo hacer sagrado el sacramento, porque lo recibió en su edad madura, igual que, cuando niño, la circuncisión. Lo recibió para recomendar los medicamentos, no las heridas. Pero a Juan, en cambio, de haber estado limpio de toda culpa, ¿qué le habría impulsado a decir: ¿Soy yo quien tiene que ser bautizado por ti, si nada había en él que necesitase curación o limpieza? Reconociéndose él deudor, ¿le descargas tú de las deudas para que queden sin pagar? Yo soy, dijo, quien debe ser bautizado por ti; tengo necesidad, me es necesario. También esto le fue concedido allí; pues, cuando el Señor bajó al agua, no quedó él fuera. ¿Qué necesidad tenemos de más cosas? Cese ya, si es posible, de llevar la contraria ese pendenciero, porque el Salvador libró incluso a su propio heraldo. Sermón 293, 12

¿QUÉ ME DICE A MI EL TEXTO?

Has sido bautizado en el nombre de la Trinidad y recibiste desde entonces la condición de hijo de Dios y miembro de la Iglesia, para ser también como Jesús discípulo y testigo del Evangelio. ¿Cómo vives esta gracia y vocación? ¿A qué te compromete? 

Por el bautismo formamos parte de la Iglesia, del pueblo santo de Dios. En este pueblo en camino la fe se transmite de generación en generación: Es la fe de María, de los apóstoles, de los mártires… que ha llegado hasta ti a través del Bautismo. ¿Qué supone esto para ti?

En el bautismo somos consagrados por el Espíritu Santo, en el mismo Espíritu que estuvo inmerso Jesús en su existencia humana. Él es el «Cristo», el ungido, el consagrado. ¿Cómo ejerzo esta unción en el día a día?

La Palabra que relata san Lucas ¿qué te dice? ¿Te sientes interpelado por la actitud de Jesús que se entrega al coloquio con el Padre en la oración?
¿Experimentas en tu conciencia el gozo de escuchar las mismas palabras que Jesús recibe del Padre: ¿tú eres mi hijo      querido, en ti me complazco? En los momentos de dificultad, de desánimo… ¿te ayuda y fortalece sentir el amor y la misericordia de Dios?

¿QUÉ ME HACE DECIR EL TEXTO A DIOS?

Gracias, Señor, por el sacramento del bautismo que nos hace hijos tuyos por medio del agua de tu gracia. Gracias Jesús por la fe que nuestros padres nos transmitieron.
Haz que crezca en nosotros la luz de la fe. Queremos, Señor, sentirnos amados y miembros corresponsables en tu Iglesia.
Ayúdanos, Señor, a realizar la misión de servir, de anunciar y construir tu Reino. Gracias por el bautismo, por tu amor y misericordia.

Oración

Dios todopoderoso y eterno,
que proclamaste a Cristo como Hijo tuyo muy amado,
cuando era bautizado en el Jordán,
y el Espíritu Santo descendía sobre él;
concede a tus hijos, renacidos del agua y del Espíritu,
perseverar siempre en el cumplimiento de tu voluntad.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo…