Dejadlos crecer juntos hasta la siega…

 INTRODUCCIÓN

Como todas las parábolas se trata de un relato completamente inofensivo por sí mismo, pero que, descubriendo la intención del que la relata, puede llevarnos a una reflexión muy seria sobre la manera que tenemos de catalogar a las personas en dos categorías excluyentes: buenos y malos. (Fray Marcos)

 TEXTOS LITÚRGICOS

 1ª lectura: Sab.12.13.16-19.

2ª lectura: Ro. 8,26-27

 EVANGELIO: Mt 13, 24-30

 En aquel tiempo, Jesús propuso otra parábola a la gente: «El reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero, mientras la gente dormía, su enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo y se marchó. Cuando empezaba a verdear y se formaba la espiga apareció también la cizaña. Entonces fueron los criados a decirle al amo: «Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña?» Él les dijo: «Un enemigo lo ha hecho.» Los criados le preguntaron: «¿Quieres que vayamos a arrancarla?» Pero él les respondió: «No, que, al arrancar la cizaña, podríais arrancar también el trigo. Dejadlos crecer juntos hasta la siega y, cuando llegue la siega, diré a los segadores: Arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo almacenadlo en mi granero.»»

 MEDITACIÓN-REFLEXIÓN

Una preciosa parábola contra la intolerancia. Cuando el Papa Francisco regresaba a Roma después del encuentro con los jóvenes en Río, un periodista le pregunta en el avión por los “gays”. Y el Papa responde: “Si una persona es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarlo”? Una respuesta que dio la vuelta al mundo.

  1. UN SOLO CAMPO. Un error bastante frecuente es el creer que hay dos campos distintos: el del trigo y el de la cizaña. El del trigo es el de los buenos y el de la cizaña el de los malos. El trigo y la cizaña, el bien y el mal están en un mismo campo: el campo de nuestro propio corazón. ¿Quién puede decir que es trigo limpio? El mismo Pablo sentía esta lucha cuando decía: “No hago lo bueno que deseo, sino que obro lo malo que no deseo” (Rm. 7,19). Y termina diciendo: ¡Desgraciadode mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? (v. 24).Lo importante es aceptarnos como somos: con nuestro trigo y nuestra cizaña; con nuestras bondades y nuestras miserias; con nuestros aciertos y nuestros fracasos. Por el hecho de ser “criaturas” todos somos limitados.
  1. DOS MIRADAS. Podemos fijarnos en el trigo, en lo bueno que hay en cada uno de nosotros, en las posibilidades y capacidades de cada persona, en lo que puede ser. El hombre, por definición, es lo que no es y está llamado a ser. Cuando ponemos la mirada positiva en la persona, le incentivamos, le damos seguridad, le ayudamos a crecer, a realizarse como persona, a creer en sí misma. Los lirios en primavera crecen con la caricia del sol, del aire y del agua. Y las personas crecemos con la caricia del amor. Pero podemos fijarnos en lo negativo, en la cizaña, en lo mala que ha sido, en lo mala que es y en lo mala que puede ser esa persona.  Entonces anulamos a la persona. De hecho, matamos a una persona cuando decimos: yo de esta persona ya no espero nada. Pensemos que Dios jamás nos mira con una mirada negativa.
  1. UNA PREGUNTA Y UNA RESPUESTA. La pregunta es de los hombres. La respuesta es de Dios. Pregunta de los criados: ¿Quieres que vayamos a arrancarla? Respuesta de Jesús: NO. Lo lógico sería que se ordenara arrancar la cizaña en cuanto se descubriera en el trigo, para que no disminuyera la cosecha. Pero resulta que, contra toda lógica, el amo ordena a los criados que no arranquen la cizaña, sino que la dejen crecer con el trigo. Este quiebro, es el que debe hacernos pensar. No es que el dueño del campo se haya vuelto loco, es que el que relata la parábola quiere hacernos ver que otra visión de la realidad es posible y plausible. La razón profunda es la siguiente: “Podéis llevaros también el trigo”. A veces, con afán de arrancar el mal de las personas, los que corrigen, lo han hecho tan mal que se han llevado el trigo de la persona, la han anulado para siempre. Es posible que el trigo se apodere de la cizaña y el bien pueda vencer el mal.

 SAN AGUSTÍN COMENTA

 Cosa grave parecía a los siervos que hubiese cizaña entre el trigo, y ciertamente lo era. Pero una cosa es estar en el campo y otra reposar en el granero. Tolera; para esto has nacido; tolera, pues tal vez te toleran a ti. Si siempre fuiste bueno, ten misericordia; si alguna vez fuiste malo, no lo olvides. ¿Y quién es siempre bueno? Si Dios te examinara atentamente, más fácil le resultaría a él descubrir que eres malo ahora que a ti demostrar que siempre fuiste bueno. Así, pues, hay que tolerar esta cizaña entre el trigo, los machos cabríos entre los carneros, los cabritos entre las ovejas. ¿Qué dice él acerca del trigo? En el tiempo de la siega –está escrito– diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, atadla en haces para quemarla; mi trigo, en cambio, guardadlo en el granero. Pasará, pues, la promiscuidad en el campo; vendrá la separación en el momento de la siega. (Sermón 47,6)

 PREGUNTAS

1.- ¿Estoy convencido de que, dentro de mi campo, hay también cizaña? ¿Soy consciente de mis limitaciones?

2.- ¿Sé mirar a las personas de una manera positiva y constructiva? ¿Cuándo? ¿Cuántas veces?

3.- ¿Qué me gusta más? ¿Arrancar o plantar? ¿Destruir o edificar? ¿Anular o hacer crecer?

 ESTE EVANGELIO, EN VERSO, SUENA ASÍ:

Con gran descaro, Señor, 
creemos que somos «trigo» 
y los demás son «cizaña», 
sembrada por el «Maligno».

Somos siervos insensibles, 
esclavos de nuestro instinto: 
eliminar, «arrancar» 
a todos los enemigos.

Tú, Señor, eres piadoso, 
fiel, clemente, compasivo. 
Tienes paciencia, respetas 
nuestra vida y nuestro ritmo.

Hasta el «tiempo de la siega», 
Tú te reservas el «juicio». 
Entonces separarás 
la paja del trigo limpio.

Hoy, te pedimos, Señor, 
imitar tu noble estilo: 
No juzgar, no condenar, 
ser con todos comprensivos.

Muchas personas se cruzan, 
Señor, en nuestro camino, 
esperando una sonrisa, 
un gesto de amor, un mimo.

Comemos tu mismo Pan, 
bebemos tu mismo Vino. 
Que nos sintamos, Señor, 
todos hermanos y amigos.

(Versos de José Javier Pérez Benedí)