+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 9, 28b-36

Jesús tomó a Pedro, Juan y Santiago, y subió a la montaña para orar. Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto y sus vestiduras se volvieron de una blancura deslumbrante. Y dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que aparecían revestidos de gloria y hablaban de la partida de Jesús, que iba a cumplirse en Jerusalén. Pedro y sus compañeros tenían mucho sueño, pero permanecieron despiertos, y vieron la gloria de Jesús y a los dos hombres que estaban con él. Mientras estos se alejaban, Pedro dijo a Jesús: «¡Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». Él no sabía lo que decía. Mientras hablaba, una nube los cubrió con su sombra y al entrar en ella, los discípulos se llenaron de temor. Desde la nube se oyó entonces una voz que decía: «Este es mi Hijo, el Elegido, escúchenlo». Y cuando se oyó la voz, Jesús estaba solo.

Los discípulos callaron y durante todo ese tiempo no dijeron a nadie lo que habían visto. Palabra del Señor.

¿QUÉ DICE EL TEXTO?

El anuncio que Jesús ha hecho sobre su destino trágico y la nueva llamada al discipulado dirigida a todos -como quien dice, haciendo borrón y cuenta nueva- y poniendo condiciones radicales (9,22-27), no ha servido a los discípulos para hacerles reflexionar. Éstos parecen seguir obstinados en su idea de un Mesías político y triunfal, y se resisten a aceptar que pueda fracasar.

Jesús se retira a orar y a pedir luz. Lleva consigo a los líderes del grupo: Pedro, Juan y Santiago, que alientan aspiraciones de poder. Conviene separarlos del grupo, no sea que aprovechen la ocasión para provocar una sedición. “Mientras oraba” (v. 29), se le despeja el horizonte. (Sólo Jesús ora; los otros “duermen”, completamente despreocupados de su suerte).

Para entender el pasaje tenemos en cuenta que se trata de un género literario de las teofanías del AT. Teofanía significa manifestación de Dios. Se emplean ciertos símbolos (la montaña, los rayos, la luz, la nube, el fuego, las voces divinas.) para manifestar la presencia, el poder y la gloria de Dios. La transfiguración de Jesús tuvo lugar, según Lucas, en una montaña, con fulgor y resplandor, bajo una nube, con personajes del AT, y escuchándose una voz que venía de lo alto.

¿Qué nos está diciendo con esta escena?

El cambio externo que se produce en Jesús no pretende anticipar y confirmar su futura gloria de resucitado, como a veces se comenta. Su función consiste en confirmar a Jesús en su identidad y misión: ¿el camino que ha elegido, su estilo de vida y mensaje es lo que Dios quiere! Moisés y Elías representan a la Ley y los Profetas, o lo que es lo mismo, la Escritura Sagrada. Conversan con Él acerca de su “éxodo” que iba a completar en Jerusalén. La simbólica presencia de Moisés y Elías expresa que, al fin y al cabo, padecer y morir era la suerte del Mesías según toda la Escritura.

Como todas las teofanías, la transfiguración tiene su punto culminante en la voz que sale de la nube, que es el símbolo de la presencia divina. Los discípulos, al sentirse envueltos por ella, se asustan; pero es ahí donde son aleccionados sobre lo que se resisten a aceptar. Dios confirma a Jesús en su identidad y misión, y revela a los discípulos que ése, cuya enseñanza no aceptan y cuyos gestos les inquietan, ése es el Hijo, el elegido, el Mesías, quien tiene razón y a quien hay que escuchar.

La transfiguración desvela el sentido profundo de los acontecimientos, pero no dispensa a los discípulos de vivir la realidad en su dureza y ambigüedad. Independientemente de lo que Pedro pueda desear, la visión termina muy pronto y deja a todos frente a la realidad cotidiana. Es preciso que los discípulos afronten el mensaje y el camino de Jesús.

SAN AGUSTÍN COMENTA

Lc 9, 28b-36: Desciende, Pedro, a trabajar a la tierra, a servir en la tierra

Desciende, Pedro. Querías descansar en la montaña: desciende, predica la palabra, insta a tiempo y a destiempo, arguye, exhorta, reprende con toda longanimidad y doctrina. Fatígate, suda, sufre algunos tormentos para poseer en la caridad, por la blancura y la belleza de las buenas obras, lo simbolizado en las blancas vestiduras del Señor. En efecto, cuando se leyó al Apóstol, le oímos decir en elogio de la caridad: No busca sus cosas. No busca sus cosas, puesto que dona las que posee. Lo mismo dice en otro lugar, pero en términos más peligrosos, si no los entiendes bien. Pues, siempre con referencia a la caridad misma, el Apóstol, dando órdenes a los fieles, los miembros de Cristo, dice: Nadie busque lo suyo, sino lo del otro. Efectivamente, nada más oír esto, el avaro, como buscando lo ajeno en actitud de negociante, maquina fraudes para así embaucar a quien sea y buscar, en vez de lo propio, lo ajeno. Eche el freno la avaricia y suéltelo la justicia.

(…) Pedro aún no entendía esto cuando deseaba vivir con Cristo en el monte. Esto, ¡oh Pedro!, te lo reservaba para después de su muerte. Lo que te dice ahora es: «Desciende a fatigarte en la tierra, a servir en la tierra, a ser despreciado, a ser crucificado en la tierra. Descendió la vida para encontrar la muerte; bajó el pan para sentir hambre; bajó el camino para cansarse en el trayecto; descendió el manantial para tener sed, y ¿rehúsas fatigarte tú? No busques tus cosas. Ten caridad, predica la verdad; entonces llegarás a la eternidad, donde encontrarás seguridad».

Sermón 78, 6

¿QUÉ ME DICE A MI EL TEXTO?

Introducirse en la escena de forma activa. Subir con Jesús a la montaña. Contemplar, no dormirse y recibir la manifestación del Padre.

Creer en Jesús, en su vida y mensaje. Ver si todavía sigo sin entender, si todavía me resisto a créele y seguirle, si todavía quiero hacerlo a mi medida.

Recordar las manifestaciones de Dios en mi vida. Mis experiencias más profundas de él. Revivirlas, gozarlas, agradecerlas.

Ver si Dios se me hace presente en el corazón del mundo, en medio de los conflictos de la historia, o lo busco en otros lugares y realidades.

¿QUÉ ME HACE DECIR EL TEXTO A DIOS?

Para estar contigo, me libero de mi alforja (mis preocupaciones); me quito las gafas (mis visiones); olvido mi agenda (mis negocios); guardo la pluma en el bolsillo (mis planes); arrincono el reloj (mi horario); me despojo de mi ropa (mis ambiciones); me desprendo de mis joyas (mis vanidades); renuncio a mi anillo (mis compromisos); me quito los zapatos (mis ansias de huida); dejo, también, mis llaves (mi seguridad) para estar sólo contigo, el único verdadero Dios. (Ulibarri, F)

Oración

Dios todopoderoso, concédenos que
por la práctica anual de la Cuaresma,
progresemos en el conocimiento del misterio de Cristo
y vivamos en conformidad con él.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo,
y es Dios, por los siglos de los siglos.