Mision jar-oar-mar en tejupilco

El día 15 de Julio llegamos 30 misioneros a Tejupilco de Hidalgo; jóvenes con muchas ganas de evangelizar y compartir la experiencia de fe, la gracia del amor que Dios nos ha regalado.

Entre Jóvenes Agustinos Recoletos, postulantes Agustinos Recoletos, postulantes MAR y Fray Javier Monroy, OAR, llegamos al pueblo de San Miguel Ixtapan, Tejupilco. Allí se encuentra la parroquia de San Miguel Ixtapan  “Santuario del Señor de los milagros”, el párroco es el padre Teófilo Azúcar, quien siempre nos recibe con alegría.

Llegamos con inmensas ganas de apoyar en esta gran tarea. Se formaron equipos de 3 a 4 misioneros que tendrían a su cargo 1 ,2 o 3 pueblos. Yo compartí al lado de mis compañeros Postulantes Arturo y Jhony, formando un buen equipo, con la frase “Uno para todos y todos para uno”,  cada uno poníamos nuestro granito de arena, nuestros dones y habilidades para llevar acabo nuestra misión complementándonos.

Llegamos a un pueblo llamado Puente Viejo, hermoso pueblo habitado por 75 familias aproximadamente, que nos recibieron con los brazos abiertos. En el pueblo hay un mayordomo que se hace cargo de la pequeña capilla que tienen y de recibir a los misioneros; nuestro mayordomo Don Lupe fue amigo, compañero y guía hacia todas las casas que visitábamos en el pueblo y que tan amablemente nos hospedó en su casa por dos semanas y media.

Iniciamos visitando a los enfermos y llevándoles la comunión, orando por ellos y sus familias, ya que había bastantes en el pueblo; por las tardes nos dedicábamos a dar temas para los jóvenes, niños y adultos. Recalcábamos en los temas la paz en los hogares, en las familias y pueblos;  cuando podíamos jugábamos partidos de futbol con los jóvenes ya que con ellos era más difícil juntarlos para las actividades y tratábamos de evangelizar desde sus modas y gustos preferidos como es el fútbol.

Solíamos subir temprano, al finalizar nuestras actividades, a la casa del mayordomo que quedaba a media hora de la capilla ya que se obscurecía pronto; llegábamos a compartir, cantar, jugar y platicar, algo que apreciaba mucho era este momento de solidaridad y recreación acompañados con un rico cafecito preparado por su esposa, además de ser de su cosecha.

Compartir la fe: escuchando, consolando y dando ánimos, llevando a Jesús, era lo que mas recalcábamos al visitar a las familias y los enfermos, solíamos decirles: “No somos nosotros  quienes los han venido a visitar es Cristo quien ha venido a verlos a través de nosotros, sus humildes siervos, instrumentos del Señor”.

Al visitar cada casa, un buen grupo de niños, más o menos unos 20, nos seguían y acompañaban, regalando sonrisas, juegos y afecto, además de  amenizarnos el camino,  atravesando los montes y soportando el calor bochornoso…  Don Lupe nos decía: “la Juventud no se cansa”, “somos puros jóvenes”, y él se incluía y nos animaba con sus 62 años de vida.

En estos pueblo la mayoría se dedica a la siembra del café, maíz, frijol, jamaica, calabaza y tamarindo; el maíz es el producto principal, todo esto lo siembran una vez al año desde julio hasta octubre que se obtiene el producto. Algunos lo venden pero la inmensa mayoría de familias lo guarda para su propia alimentación, ya que las fuentes de trabajo son muy escasas o se les paga muy poco. Muchos de ellos emigran a Estados Unidos en busca de mejores condiciones de vida, los hombres, principalmente padres de familia, dejando a sus esposas en casa junto con sus niños, y ellos a la vez esperando a sus esposos o familiares de regreso y sosteniéndose de la remuneración que ellos mandan.

Disfrutamos de la belleza natural del lugar, las montañas, los ríos, cascada, los animales: chivos, vacas, puercos, gallinas etc. Los luceros por la noche y sobre todo el aire no contaminado y el silencio. Todo esto nos ayudaba para hablar de la grandeza de Dios y de sus múltiples manifestaciones, enseñando a orar a la gente del pueblo y al mismo tiempo buscábamos nuestros espacios de oración personal y grupal, buscando encontrarnos con el Amado.

Terminamos llenos de la gracia y el AMOR DE DIOS. Doy gracias a Dios por esta maravillosa experiencia que me llena el corazón de amor y de paz sintiéndome llamada por Cristo a seguir sirviendo desde los lugares en donde yo me encuentre.  Al haber llevado su divina presencia a cada uno de los corazones de nuestros hermanos que lo acogieron con los brazos abiertos, dispuestos a escuchar su mensaje de AMOR.

Rocio Coroy Diaz, postulante MAR

 

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