El miércoles 3 de febrero de 1971 (hace 50 años), el Diario de Occidente de Cali (Colombia), publicó en la página 7 el artículo titulado “Bodas de Oro en un convento. Dos vidas y una reliquia de Cali”, un homenaje a las hermanas OFELIA SÁNCHEZ MARMOLEJO (sor Inés del Santísimo Sacramento) y HERMINIA RESTREPO GÓMEZ (Madre Rita de Jesús Crucificado), quienes el 2 de febrero de 1921 (hace 100 años) hicieron su primera Profesión Religiosa en el Convento de La Merced.

Por el título y las difíciles circunstancias de la Capilla y del Convento de La Merced en ese momento histórico, el artículo, sin duda, era una excusa para, a partir del homenaje a las hermanas, hacer también un llamado a la ciudadanía para sensibilizarla sobre el estado del edificio que amenazaba ruina. Al final, ya sabemos en qué terminó todo eso…, pero, sin quererlo, nos dejaron un testimonio, no solo de una realidad puntual en un momento determinado, sino de la vida de dos personas que dejaron huella, cada una a su estilo, en el Convento de La Merced y en la historia de la Congregación. 

Sor Inesita

La más elocuente, por su silencio en la entrevista, es sor Inesita, como se le llamaba cariñosamente, al punto que ante una pregunta de la periodista que interrogaba a las dos hermanas, ella responde: “yo digo lo mismo que ella…”.

Esa respuesta la retrata. Según nos dice su biografía póstuma: “Era sencilla y se mostraba siempre con todos servicial, cariñosa, transparente y silenciosa”.

Sor Inesita nació en Cali el 16 de diciembre de 1898 en el hogar de Desiderio y Agustina. Con 20 años ingresó el 6 de enero de 1919 al postulantado en el Convento de La Merced; empezó su noviciado el 2 de febrero de 1920 e hizo su Primera Profesión el día de Nuestra Señora de la Candelaria de 1921.

Casi siempre estuvo en La Merced, aunque por breves temporadas fue destinada a Florida, Restrepo y Bogotá, dedicándose a servir con amor en actividades apostólicas, visitando enfermos, bienhechores y asistiendo a los pobres, todo lo cual complementaba con un “entrañable amor a los sacerdotes, a la congregación y también a su familia”.  

Por lo que se ve, no era persona de llamar la atención, no obstante, por causas ajenas a su voluntad, con el tiempo en eso se convirtió, pues, seguramente por su carácter apacible y sus aficiones tranquilas de pasear, leer y a la música, alcanzó la meta de los 100 años en 1998, siendo celebrados por todo lo alto, con asistencia de las superioras local, provincial y general, en una sin igual fiesta, solemnizada con una Eucaristía en el Convento de La Merced.

El 27 de noviembre de 2003, cercana a cumplir la cifra record de 105 años, terminó su peregrinación terrena, dejando un recuerdo imborrable en las hermanas y demás personas que la conocieron.

Madre Rita de Jesús Crucificado

Volviendo a la entrevista, sin duda la más “canchera” y con más “carga argumentativa” es la famosa Madre Rita, quien cuenta interesantes detalles de la Cali antigua, personajes y costumbres (más que de su propia vida), develando en ella el profundo conocimiento que tenía de todo ello, seguramente por haber ejercido el (odioso) oficio de “limosnera”, penoso para muchas hermanas (para casi todas…), pero que ella desempeñaba con una naturalidad y eficacia proverbiales, siendo esta apenas una de las muchas virtudes que esta polifacética hermana mostró en su vida religiosa.

Como una inmensa minoría de hermanas de la Congregación, nació en Antioquia, cantera vocacional de Colombia, que tuvo hasta para darle a esta familia religiosa, pocas, pero valiosas religiosas. Nació en la población de Don Matías, el 31 de enero de 1899 en el hogar de Emigdio y Eustasia.

Desconocemos su origen y formación, y las razones por las cuales una antioqueña, con un ramillete de congregaciones misioneras de dónde escoger en su departamento natal, opta por viajar a Cali, en una época en la que los trayectos entre ciudades eran largos y dispendiosos, e ingresa al Convento de La Merced el 15 de octubre de 1919, allí recibe el hábito el 2 de febrero de 1920 y hace su primera profesión, en compañía de sor Inés, el 2 de febrero de 1921 a sus 22 años, emitiendo sus Votos Perpetuos el 20 de julio de 1924.

Es de suponer, a falta de soportes que lo confirmen, que la Madre Rita era muy inquieta intelectualmente, característica quizás familiar, (todo es especulación), o despertada en el Convento, donde seguramente se formó en los años posteriores a su profesión, para asumir los cargos y responsabilidades que le asignaran, especialmente en las dos décadas siguientes, en que la Congregación de Agustinas Terciarias Recoletas salió del claustro de La Merced para abrirse a las misiones a sus expensas, o, “bajo el ala” de sus hermanos Agustinos Recoletos, siendo comisionada para inspeccionar los lugares de fundación o destinada a residir ellos. Es así como la vemos en el desempeño de sus funciones desde 1936 en Buga, 1937 en Restrepo, 1942 en Florida, 1943 en Candelaria, 1948 en Darién y luego en Tumaco.

En sus biografías póstumas (escribieron 3), se hace énfasis en la faceta de limosnera, ya mencionada, tal vez porque quienes la conocieron, de edad madura, a eso la vieron dedicarse, pero desconocen que entre sus treinta y cuarenta años de vida (1929 a 1939), fue una gran compiladora (y tal vez ejecutante) de piezas musicales que hoy conforman el rico acervo musical de La Merced, rigurosamente clasificado, organizado y estudiado por la maestra María Victoria Casas Figueroa de la Universidad del Valle; y además coleccionista, de lo cual es ejemplo un libro de estampas que también ha sido objeto de estudios académicos y que reposa como un tesoro en los estantes de la Biblioteca San Agustín.

Ya en la década de 1950 y en las siguientes que sucedieron a la Unión (1955), no se ven traslados y más bien se afianza y se “especializa” en el oficio ya varias veces mencionado, sin cambiar su particular carácter y forma de ser, que, en una palabra, la define la cronista del IMARCO Nº 101 de enero-febrero de 1984, con motivo de su fallecimiento a los 83 años y 63 de religiosa, el 7 de enero de ese año: “Original…”.   

Por: Alejandro Archila Castaño

(Director del Museo de Arte Colonial y Religioso La Merced)