Roma 8 al 13 de mayo

Bajo el tema: Tejiendo la solidaridad global, se llevó a  cabo en el Hotel Ergife de Roma, la Asamblea Plenaria de la Unión Internacional de Superioras Generales, con la participación de 910 hermanas procedentes de los cinco continentes.

Un mismo espíritu aglutinaba a pesar de las 11 lenguas para las que existía traducción simultánea. Los 5 continentes estaban presentes, el interés por encontrar entre todas cauces para hacer efectiva la consagración en la Iglesia para el mundo disponía para seguir la organización prevista.

La oración con sus variadas expresiones, canto, danza, silencio fue un aspecto fundamental. Compartir en mesas de trabajo, encontrarse a la hora del descanso, contar con el tiempo para comer y comunicarse, hizo que no sólo fuera una reunión, sino el espacio para compartir inquietudes, experiencias que daban luces a las búsquedas que todas las congregaciones hacen en estos momentos de la historia.

El desafío es muy grande, puesto que hay situaciones que urgen en estos momentos, como es el cuidado del planeta, la trata de personas y los refugiados que no encuentran un lugar donde ser recibidos. Estas tres problemáticas no sólo no están atendidas, sino provocadas por oscuros intereses en donde la dignidad de la persona está pisoteada.

¿Cómo vivir la consagración en el mundo de hoy? ¿Cómo atender a tantas personas necesitadas cuando se encuentra en el entorno más próximo otras necesidades también urgentes?

El lema del encuentro ya apunta una pista: Tejer la solidaridad global. Frente a una necesidad, que es global, que se presenta en cada lugar con tintes específicos, pero con elementos comunes, es preciso la unión, el trabajo conjunto, la solidaridad con los necesitados y la solidaridad entre las congregaciones, de manera que aportando un pequeño proyecto, una hermana y colocando las potencialidades al servicio del interés común, se puede tejer, por usar el término metafórico, construir acciones benéficas.

Para la congregación no resultan tan extraños estos términos si se mira a los inicios. Nuestros fundadores tejieron una red de relaciones solidarias, con una infraestructura simple y pequeña, con el fin de atender a un grupo humano, las niñas abandonadas, ya que era ese el problema local. Hoy en esta sociedad interconectada, necesitamos pensar globalmente y comprometernos localmente.

El fuego del Espíritu está lanzando sus invitaciones, está suscitando generosidad, está manifestando providencialmente medios y muy seguramente este compromiso contribuirá a sentirnos respondiendo al hoy de la historia.

Así alentaron en la Asamblea las hermanas que tuvieron a su cargo alguna ponencia, las hermanas jóvenes que hablaron de sus anhelos, quienes presidieron la Eucaristía y el Papa Francisco que nos invitó a ser íconos de María y de la Iglesia.

 

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