Las hermanas del Convento de la Merced de Cali, llevamos la comunión a los enfermos. Esto es un reto, y solo Dios sabe lo que nos tiene preparado. Tenemos claro: no soy yo quien lleva la comunión, es el Señor quien desea ir y nos lo recuerda. Lo hacemos con calma, sabiendo que Dios es paciente y misericordioso. Tenemos un esquema, pero eso no es tan importante. Lo principal es cómo esperan ellos al Señor. Cómo expresan que esa visita es un gran regalo que Dios les da. Tal vez creamos que vamos a llevar al Señor, y es verdad, pero a la vez, es el Señor quien nos espera y con gran ternura nos da lecciones de amor, paciencia, entrega.
Es una gracia escuchar su oración de acción de gracias, -lo cual no olvidan, aunque hayan perdido la memoria-, o de súplica porque hay mucho dolor físico, o de petición por los hijos… Traigo a la memoria dos casos de los varios que hay.
Una mujer casada. A los pocos años él pierde la vista como consecuencia de una operación. Ella, profesional, sin dejar de trabajar, está atenta a su esposo y a sus hijos quienes ahora son profesionales. Lleva más de 40 años cuidándolo con gran paciencia, con amor, descubriendo en él a Dios, a Jesús. Él, profesional. Después de perder la vista, al principio continuó trabajando. Aprendió el braille, escribía, asesoraba. Con el tiempo fueron llegando las limitaciones. Ahora no solo no ve, casi no oye, pero todo el día está alabando a Dios. A cada gesto de servicio de su esposa le dice con cariño: Gracias, Dios te bendiga. Eres un regalo de Dios para mí. Todo el día agradece.
Los dos están atentos al día que se les lleva la comunión. Con qué fervor, con qué amor reciben al Señor.
Otra pareja. A él hace algunos años le dio un derrame cerebral. Tiene ahora 99 años. No habla, pero de alguna manera se hace entender. Se da perfecta cuenta de que llegó el Señor. En cuanto ve a la religiosa, se da la bendición. Mueve sus labios y algo se alcanza a percibir. Gracias. Y acompaña la oración. Mira a su esposa con gran amor y ella también con sus años y mucho peso, pues es muy robusta, también lo mira con agradecimiento como un don, como un regalo de Dios.
Todo esto es fe, es una llamada. Nos muestra cómo es el amor verdadero, no con palabras, ni con reflexiones, sino con la vida, con la vida de cada día, teniendo que asumir dificultades. Otra mujer, profesional, con su artrosis, con sus limitaciones y dolor, se entrega en lo posible al servicio de su comunidad de vecinos del edificio donde vive. Es sensible, disfruta de las cosas que Dios ha creado y le presenta, y también sufre con los demás. Ella, agradecida con las hermanas, escribió unas letras que coloco a continuación:
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Iglesia La Merced
Comunidad de Misioneras Agustinas Recoletas:
Que sea esta la oportunidad de agradecer su compromiso con la comunidad vecina especialmente con los habitantes del edificio Avenida Colombia que desde que perdimos el privilegio de celebrar la misa en nuestra sede hemos tenido la bendición de recibir la comunión y el acompañamiento en la fe por esta querida comunidad religiosa de ustedes.
Gracias porque para los mayores que vamos perdiendo las capacidades físicas es duro cargar el dolor de empezarse a aislar del mundo y de la socialización que conecta con la dignidad, alegría y con el deseo de seguir adelante a pesar de las dificultades.
Gracias por no dejar extinguir nuestra fe; Gracias porque compartir el pan divino cada semana no nos deja desmayar en el propósito de vivir lo que nos queda, con fuerza y con fe para reconocer que somos privilegiados por este amparo amoroso, generoso y sabio.
Gracias muchas gracias y que Dios nos permita seguir compartiendo juntos la fe y la ilusión por construir dentro de nuestro entorno un mundo con fe y con alegría para ser referentes en este centro histórico de Cali una comunidad de Fe !!
Un gran abrazo y un bendecido 2025 !!
Ana Sofía Sinisterra