Ya se acercan las fiestas de Navidad, marcadas por las prisas, los cierres y por supuesto, el bullicio comercial, pero también, al menos para quienes buscamos celebrar el misterio marcadas por la alegría y la esperanza que nos da el Dios con nosotros, el Emmanuel. Vivimos con gozo la rememoración de la Encarnación y la certeza de que no caminamos solos en este mundo, de que Dios en Jesús se ha hecho uno de nosotros y ha dejado su tienda en nuestro aquí y ahora.

En todos los ambientes en los que nos movemos día a día en este tiempo se hacen casi imperativas las reuniones y celebraciones que de alguna manera nos exige nuestro ser sociables, y obviamente nuestras comunidades MAR y las comunidades parroquiales no son la excepción. La navidad es también fraternidad, es ante todo comunión en Jesús.

En el pueblo de Las Gabias, sin embargo, esto no es tan fácil para todos: muchos ancianos y enfermos tienen que enfrentarse a la soledad cotidiana y al silencio de la ausencia de los seres queridos; su condición no les permite asistir

a las celebraciones navideñas y se ven privados no sólo del compartir fraterno sino también de la experiencia litúrgica, de la celebración eucarística. Aunque su fe no decae, es inevitable que pasen por la oscuridad, por el pesimismo y por la tristeza de sentirse solos y abandonados.

Ante esta realidad, nos hemos sentido interpeladas y el Espíritu de Dios por medio del discernimiento comunitario nos ha empujado a preguntarnos cómo podemos acompañar, animar y recordarles la presencia constante de Jesús a nuestros vecinos que por sus limitaciones físicas no podrán acercarse a la parroquia a celebrar la Navidad. Así, Él mismo es quien nos ha impulsado a salir a celebrar la Navidad en tu casa.

Teniendo como norte la opción por los más pobres entre los pobres (o en nuestro caso, por los más limitados entre los limitados), nuestras hermanas visitadoras de enfermos fueron las primeras en poner manos y pies a la obra; se ubicaron casas céntricas dónde poder realizar las celebraciones y se invitó a los enfermos que pudieran llegar hasta allí, incluidos vecinos y familiares.

El centro de los pequeños encuentros ha sido la Palabra (Lucas 2, 8-12), que nos ha animado a todos a caer en la cuenta de que, Dios no se nos entrega con grandes bombos y platillos, sino en lo pequeño e insignificante de un niño envuelto en pañales, en los signos de la cotidianidad: entre bastones, andadores y sillas de rueda, en la rutina diaria de levantada, ducha, medicamentos y sondas, en la mano amiga que ayuda a ponerse de pie o que llega unos minutos a saludar.

Ha habido lágrimas y risas, hemos tenido la dicha de ver sus rostros encendidos en gratitud y esperanza. Como siempre, hemos recibido más que lo que hemos entregado, y que ni siquiera era nuestro. Damos a Dios las gracias por esta experiencia y le pedimos que siga moviendo corazones hacia el encuentro con Él, donde se encuentra solo y abatido.

COMUNIDAD MAR DE LAS GABIAS

 

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