En el tiempo cuaresmal, somos invitados a bajar a lo más hondo de nuestro interior. Dejamos que el Espíritu de Dios nos acompañe y nos ayude a encontrarnos con nuestras miserias y desde de ahí pedirle que nos libere de todas las tentaciones que nos alejan de Dios, de nosotros mismos, de la misión, donde nos encontramos con los preferidos, por quien  Jesús donó su vida.

Misión y conversión es un camino para recorrer todos los días de la vida una misionera agustina recoleta con otros;  para salir al encuentro de los hermanos empobrecidos, tiene que tener su corazón abierto al clamor de Dios en la voz de los hermanos a quienes se les quita su dignidad de hijos queridos del Padre a causa de la falta de humanidad de algunas personas que concentran los bienes materiales y naturales para su propio interés.

El tiempo cuaresmal es un tiempo de hacer camino con Jesús hasta la cruz. Seguir a Jesucristo, en la cruz nuestra de cada día, es donar nuestras vidas sin miedo, salir de nuestras casas e ir al encuentro de nuestros hermanos empobrecidos del campo, de las ciudades, de las calles, de los hospitales, de las prisiones y de las casas.

Es ser toda de Dios y vivir para Él, donar la vida sin miedo de morir, aunque  sea contaminada por el virus del covid19. Es evangélico morir acompañando el sufrimiento del pueblo, consolándolo, siendo samaritana, donando la vida.

Somos convocados a tejer una red de solidaridad que nos aproxima y pone a  los excluidos en el centro, para que todos tengan vida y vida en abundancia.

Ser misioneros, es ser mujeres y hombres que iluminan la vida misma, aunque sea de noche. Misión es ser Luz, resurrección…

Secretariado de Misión en la Iglesia Local