Un año nuevo y con él grandes expectativas de que toda esta situación del coronavirus iba a pasar, pero sucedió que hubo un rebrote del virus en Cuba, aunque sencillo.  Un mes después vino otro con más fuerza todavía. La orden fue cerrar todo, hasta la Iglesia. De repente quedamos otra vez sin salir de casa o salir para lo más indispensable y para comprar lo que encontremos para alimentarse, debido a la escasez que surgió más fuerte por diversos factores.  Con la Iglesia cerrada y sin Eucaristía, sin poner en desarrollo los planes de acción misionera en la Parroquia y en las comunidades lejanas que solo tenían la presencia de la Iglesia una vez por la semana y ahora, ¡ni esto!

¡Un pesar! Pero, tuvimos que protegernos y proteger a los demás, esto es también una forma de generar vidas y cuidar de la vida.

En medio de todo tuvimos en nuestra casa después de algunos meses la Eucarística, gracias a la generosidad del fray Alfredo Cerezo, Siervo de María que nos dio este regalo para finalizar nuestro primer retiro espiritual comunitario del año. Rendimos gracias a Dios por la vida que cada día nos regaló y pusimos en el corazón de Jesús misericordioso a todas las personas que están sufriendo con esta pandemia y también a aquellas que están en todo momento arriesgando sus vidas para sanar vidas, en especial el  personal de la salud. ¡Gracias Señor por su misericordia y compasión!