En la carta encíclica Redemtoris Missio, del hoy san Juan Pablo II, se nos habla sobre la permanente validez del mandato misionero, recibido del mismo Jesús y que llega hasta nuestros días. Este mandato envuelve a todos los miembros de la Iglesia.

En el numeral 59 de dicha carta encíclica, se nos insiste en algo que quizás ya lo sabemos, pero siempre es bueno recordarlo: “que no hay mayor fuerza transformadora para el ser humano que el encuentro personal con Jesús, que lleva a una renovación integral de mente y corazón”.

Renovación que lleva el germen de la fuerza liberadora y promotora del desarrollo, que permite al hombre reconocer su dignidad de persona y lo dispone a la acción solidaria y al servicio de los hermanos; insertando de esta manera al ser humano en el proyecto de Dios que es la construcción de su reino.

Si queremos actualizar este mandato misionero en el confinamiento que la pandemia nos ha obligado a guardar, podemos preguntarnos ¿cómo lo estoy llevando a cabo en mi lugar de misión?

Hna. Elisa Beltrán S.

Cochabamba-Perú