Es noticia en España, especialmente en Granada, la reciente beatificación de MARÍA DE LA CONCEPCIÓN DEL PERPETUO SOCORRO BARRECHEGUREN GARCÍA, conocida simplemente como “Conchita”, el pasado 6 de mayo de 2023.

Esta nueva beata, que apenas vivió veintiún años, cinco meses y dieciséis días, nació en Granada el 27 de noviembre de 1905 y fue bautizada el 8 de diciembre del mismo año. Era hija del Siervo de Dios Francisco Barrecheguren Montagut y Concepción García Calvo.

Su corta vida se caracterizó por una salud precaria, cuyas consecuencias, sumadas a otras difíciles circunstancias, hicieron de su existencia algo muy difícil, a pesar de lo cual, supo “sacar fuerzas de flaqueza” y sobreponerse, desarrollando una extraordinaria calidez y simpatía, a la vez que una fe segura e inquebrantable, que hicieron de esa persona físicamente frágil, alguien fuerte y atrayente en lo espiritual.

Una tuberculosis adquirida luego de una visita a Lisieux, Francia (donde vivió y murió Santa Teresita del Niño Jesús), terminó con su vida, no sin antes padecer otro dolor, como fue el de ver a su madre ingresada en un sanatorio por desequilibrios mentales. Conchita murió en Granada el 13 de mayo de 1927.

La Madre Ángeles García Ribero, andaluza como Conchita, nació un día después del bautizo de ésta última el 9 de diciembre de 1905, lo que las hace contemporáneas. En su diario, publicado en 1984 bajo el título “Una misionera agustina recoleta en China”, hace mención de Conchita en tres oportunidades.

Con motivo del largo viaje de regreso a España que emprendió después de casi 18 años seguidos en China, a su paso por Karachi (Pakistán), en una de las escalas del avión, escribió el 20 de agosto de 1948 (pág. 185): “El calor es sofocante. El jefe de Aduanas parece ser católico. Hizo una señal a los subalternos y ni siquiera tocaron nuestras maletas… Gracias, San José bendito, gracias mi querida Santa Gema y Conchita Barrecheguren. No, no habéis dejado frustrada la esperanza que tuve en vuestra protección al tomaros allá en Shanghai como patronos de mi largo viaje. Ya iré, mi querida Conchita, a visitar tu sepulcro…”

Ya en España, un mes después, el 20 de septiembre, luego de visitar la Alhambra, dice (págs. 260-261): “De aquí nos fuimos al Carmen de Conchita, a la casa donde vivió y murió «mi vieja amiguita» que me ha ayudado en mi rincón de China. En una vitrina se guarda el velo y la corona de su Primera Comunión. En otra, la mantilla española, los objetos de su uso, hasta las alpargatas o zapatillas… Ella que se maravillaba de que guardasen en vitrinas las sandalias de Santa Teresita… En el cepillo he depositado la limosna prometida al subir al avión. Después de adorar al Santísimo, que siempre está expuesto, nos dirigimos al sepulcro para cumplir la promesa de rezar ante su cuerpo virginal”.

 Más adelante complementa (pág. 262) “Visitamos el sepulcro de nuestra querida Conchita. Entre los nombres que ostenta la blanca piedra de un elegante panteón familiar, se lee: «Señorita Concepción Barrecheguren, muerta en olor de santidad a los veintiún años». He rezado pidiendo su ayuda, dando gracias”.

 Por la forma como se expresa sobre Conchita, pareciera como si hubiese llegado a conocerla personalmente. De ser así, tendría que haber sido antes de su entrada al convento a los 16 años, de donde no salió hasta 1931 cuando se embarcó para la China.

Aunque ambas manifestaron su interés por la vida religiosa, solo la Madre Ángeles logró materializar ese anhelo con las Agustinas Recoletas del convento de Corpus Christi; Conchita, quería ser Carmelita Descalza, pero su salud se lo impidió, por lo que asumió su realidad como una vocación laica, y en medio de ella se santificó, encontrando, (como dijo el Cardenal Semeraro en la homilía de la ceremonia de beatificación) “en la enfermedad una oportunidad de gracia, redención y caridad”, ejerciendo ésta última virtud teologal, según el redentorista Francisco José Tejerizo Linares, postulador de su causa de beatificación, ( y como dato curioso), “en el  Ropero de los pobres de Santa Rita de los Padres Agustinos Recoletos.

Por último, vale la pena tener en cuenta el siguiente concepto del mismo P. Tejerizo: “La sencillez de Conchita y su ser cristiana del montón, es un testimonio actual. Ella aparece como una parábola de Evangelio, para quien quiera intuir otras posibilidades de vida y felicidad. Su fe inquebrantable y su fidelidad, no dejan de sorprender”.

Por: Alejandro Archila Castaño