+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 6, 39-45

Les hizo también esta comparación: «¿Puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en un pozo? El discípulo no es superior al maestro; cuando el discípulo llegue a ser perfecto, será como su maestro.

¿Por qué miras la paja que hay en el ojo de tu hermano y no ves la viga que está en el tuyo? ¿Cómo puedes decir a tu hermano: «Hermano, deja que te saque la paja de tu ojo», tú, que no ves la viga que tienes en el tuyo? ¡Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano.

No hay árbol bueno que dé frutos malos, ni árbol malo que dé frutos buenos: cada árbol se reconoce por su fruto. No se recogen higos de los espinos ni se cosechan uvas de las zarzas. El hombre bueno saca el bien del tesoro de bondad que tiene en su corazón. El malo saca el mal de maldad, porque de la abundancia del corazón habla la boca. Palabra del Señor.

¿QUÉ DICE EL TEXTO?

Para mostrar las actitudes que ha de tener el verdadero discípulo, Lucas compone, y pone en boca de Jesús, un texto lleno de sabiduría popular, rico en psicología y plagado de ejemplos (un ciego no es un buen guía, un discípulo no es más que su maestro, la viga en el ojo propio es mayor que la mota en el ojo ajeno, cada árbol se reconoce por sus frutos). Es una invitación, no sólo a abrir los ojos, sino a vivir y actuar con unos criterios sólidos, pero que no suelen ser los habituales de nuestro mundo. Sus advertencias y avisos rezuman realismo y siguen teniendo plena actualidad.

“El que es bueno, de la bondad que almacena en su corazón saca el bien…” Para Jesús, lo bueno surge siempre del corazón, de una interioridad sana y honesta, porque quien tiene torcidas sus intenciones ya está desvirtuando la supuesta bondad de sus actos. El texto tiene un hondo sentido psicológico: sólo con actitudes buenas podemos hacer cosas buenas, sólo con actitudes liberadoras podemos dar frutos liberadores. Quien lleva en su corazón odio y mentira, afán de poder o de lucro, jamás podrá liberar a nadie. ¡No cogen los higos de las zarzas, ni se cosecha uva de los espinos! Cada árbol se conoce por sus frutos. He aquí un toque de atención para nuestro compromiso. Cada uno da lo que es y vive.  Ulibarri, F

SAN AGUSTÍN COMENTA

Lc 6, 39-45: Evita las espinas, toma el fruto

Por tanto, si hasta los malos pueden decir cosas buenas, repliquemos ahora a Cristo y digámosle con la intención de aprender, no de despreciarle o de molestarle: «Señor, si los malos pueden decir cosas buenas —razón por la cual nos amonestaste y nos mandaste que obráramos como ellos nos decían, pero que no hiciéramos lo que ellos hacen—; si, pues, los malos pueden decir cosas buenas, ¿Cómo dices en otro lugar: Hipócritas, cómo podéis hablar cosas buenas siendo vosotros malos? Prestad atención a este asunto complicado hasta verlo resuelto con su ayuda. De nuevo propongo la cuestión. Cristo dice: «Haced lo que ellos os dicen, mas no hagáis lo que ellos hacen, pues dicen, pero no hacen». ¿Por qué sino porque hablan el bien y obran el mal? En consecuencia, debemos hacer lo que ellos nos dicen y no debemos hacer lo que ellos hacen. Pero en otro lugar dice: ¿Acaso se recogen uvas de las zarzas, o higos de los abrojos? A todo árbol se le conoce por su fruto. ¿Qué decir, pues? ¿Cómo hemos de obedecer? ¿Cómo hemos de entenderlo? He aquí que son abrojos, que son zarzas. Hacedlo. Me mandas que coja uvas de las zarzas; en un lugar me lo mandas y en otro me lo prohíbes, ¿Cómo he de obedecer?

Escucha, comprende. Cuando digo: «Haced como os dicen, pero no hagáis lo que ellos hacen», fíjate en lo que he dicho antes: Se han sentado en la cátedra de Moisés. Eso he dicho. Cuando dicen cosas buenas, no las dicen ellos, sino la cátedra de Moisés. Habla de cátedra en lugar de doctrina; no es que hable la cátedra, sino la doctrina de Moisés, que está presente en su memoria, pero no en sus obras. En cambio, cuando hablan ellos, es decir, cuando hablan de lo suyo, ¿Qué oyen? ¿Cómo podéis hablar cosas buenas, siendo vosotros malos? (…)

De idéntica manera, la doctrina de Cristo, creciendo y desarrollándose, se mezcló con árboles buenos y con zarzas malas. La predican los buenos y la predican los malos. Tú observa de dónde procede el fruto, de dónde se origina lo que te alimenta y de dónde lo que te punza; a la vista están mezcladas ambas cosas, pero la raíz las separa.

Sermón 340 A, 10

¿QUÉ ME DICE A MI EL TEXTO?

  • Este pasaje evangélico tiene plena actualidad. Es un toque de atención a nuestra forma de vivir; reflexionemos:
  • Creo conocer el evangelio y saber qué es ser cristiano, pero estoy encerrada/o en mis costumbres, tradiciones y leyes, estoy ciega/o.
  • Me fijo más en los fallos y defectos de los demás que en los propios.
  • Digo una cosa y hago otra.
  • Tengo una religiosidad de palabras y no de obras.
  • Estoy sometida a múltiples influencias y criterios en una sociedad pluralista y ambigua y no me atrevo a discernir.
  • Propugno un cambio en la sociedad y me da miedo meterme en sus estructuras.
  • Escucho el evangelio y me da vergüenza anunciarlo como buena nueva.

¿QUÉ ME HACE DECIR EL TEXTO A DIOS?

Señor, dame tu mirada para comprender siempre al hermano. Hazme saber que soy tu discípulo/a y no saberme maestro/a, gozando del aprendizaje diario que tu Palabra me da. Conozco los árboles por su fruto, y, por tanto, no puedo esperar higos de las zarzas ni uvas de los espinos. Reconozco que en mi no todo es tierra firme, ayúdame a construir mi casa sobre roca. Ayúdame a admitir la pequeñez y mis propios fallos, extirpar la viga de mi ojo, para no humillar al hermano por no ser como yo. Dame coherencia Señor, de un aprendiz de discípulo que, a veces, se atreve a tenerte como maestro.

Oración

Señor y Dios nuestro,
concédenos honrarte con todo el corazón
y amar a todos con amor verdadero.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo…