«Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo.»

AMBIENTACIÓN

Para entender este texto hay que tener en cuenta los símbolos que emplea: La montaña es lugar de las manifestaciones de Dios. Moisés y Elías significan la Ley y los Profetas.  La blancura, es signo de divinidad. La voz del Padre es para decirnos quien es su Hijo Amado a quien únicamente ya debemos escuchar. El caer de bruces de los apóstoles y las palabras de Pedro: ¡Qué bien se está aquí! sirven para indicarnos la paradoja      de Dios común a las otras religiones: Dios es el “tremendo” y el “fascinante”.  El ver, al bajar, “sólo a Jesús” es el fruto de una transformación:  A Jesús no lo podemos confundir con ningún personaje, aunque se trate de los más famosos del A.T. Es el Hijo de Dios.

LECTURAS

1ª lectura: Gn. 12,1-4ª.               2ª lectura: 2Tim. 1-10

EVANGELIO

Mateo, 17, 1-9:

En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta. Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él. Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús: «Señor, ¡qué bien se está aquí! Sí quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.»  Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía: «Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo.» Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo: «Levantaos, no temáis.» Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: «No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.»

REFLEXIÓN

1.- Los llevó a un monte alto. Hay un juego de palabras entre lo «alto» y lo «bajo». Lo alto es el cielo, la esfera de Dios. Lo bajo es la tierra, nuestra propia esfera. ¿Qué hay en lo bajo? Imaginaos una ciudad, a unas horas precisas, calles llenas de tráfico, de gases, de polución. El ambiente se hace irrespirable. Si tenemos la suerte de poder elevarnos a un monte alto, tendremos una sensación de frescura, de bienestar, de respirar aire sano de montaña. Traslademos esto a nuestra vida de fe. Abajo están las pasiones de siempre, los egoísmos de siempre, las miserias de siempre. Es lo irrespirable. Arriba está Dios con su verdad, su amor, su transparencia, su felicidad. Es lo que hace exclamar a Pedro ¡Qué bien se está aquí!

2.- Y allí se transfiguró- El encuentro con Dios nos cambia, nos transfigura. Nosotros no podemos cambiar por nuestras solas fuerzas. Necesitamos de Dios. Necesitamos ver las cosas de otra manera. Eso le pasó a S. Pedro. Decía: «Hagamos tres tiendas…Una para Moisés, otra para Elías y otra para Ti”. Equipara a Elías y Moisés con Jesús.  Y también nos pasa a nosotros. Jesús sí, pero en tanto no se interfiera con mis negocios, mis asuntos, mis cosas personales…Al final S. Pedro se convierte y «sólo ve a Jesús». Es el importante, el protagonista, el Señor. Desde El vamos a vivir ya todo lo demás. Necesitamos que El nos convierta. ¡Qué hermosas son las historias de conversión! Hubo un sabio famoso en el mundo que se llamó Pascal. Científico, literato, filósofo. Un día se convirtió al Señor. Y puso por escrito lo que allí había sentido. Era su famoso memorial que lo llevaba siempre consigo. Dice así: «Año de gracia de 1658. Lunes23 de noviembre, festividad de San Clemente Papa. Fuego. Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob. No el Dios de los filósofos y de los sabios. Certeza. Olvido de todo. Jesucristo. Jesucristo. Gozo, alegría. Lágrimas de alegría”.

Todo encuentro con Jesús nos debe llenar de gozo. Es necesario tener experiencias de Dios. La gente no nos va a preguntar lo que sabemos de Dios. Pero sí nos va a preguntar «a qué sabe Dios» Qué pasa, qué  se experimenta cuando Dios irrumpe en nuestra vida. Cómo se ven las cosas y las personas. Cómo se enfrenta uno a la vida desde la fe.

3.- Y nadie se quedó en la montaña.  Se sube al monte no parar quedarse allí sino para bajar. Abajo está la vida, los problemas, las dificultades, la lucha. Vamos a la vida, pero con nueva fuerza, con nueva luz, salimos equipados para que nada ni nadie nos pueda hundir. A veces se oye decir. ¿Qué te dan en Misa? Por supuesto que no te dan euros. Pero sí algo más importante. Me dan a Dios. Y con Dios una vida en plenitud. El sentido de la transfiguración en los evangelios es adelantar la Pascua. Ver ya el final. Y el final no es el Calvario, el monte de la crucifixión, sino la Gloria de la Resurrección.    

Fuente: https://www.iglesiaenaragon.com/domingo-2o-de-cuaresma-5-de-marzo-de-2023

 SAN AGUSTÍN COMENTA

Al cubrirlos a todos la nube y hacer en cierto modo una sola tienda, sonó desde ella una voz que decía: Éste es mi Hijo amado (ib., 5). Allí estaba Moisés, allí estaba Elías. No se dijo: «Éstos son mis amados». Una cosa es, en efecto, el único, y otra los adoptados. Se recomienda a aquél de donde procedía la gloria a la ley y a los profetas. Éste es, dice, mi Hijo amado, en quien me he complacido; escuchadle (ib.), puesto que en los profetas fue a él a quien escuchasteis y lo mismo en la ley. Y ¿dónde no le oísteis a él? Oído esto, cayeron a tierra. Ya se nos manifiesta en la Iglesia el reino de Dios. En ella está el Señor, la ley y los profetas; pero el Señor como Señor; la ley en Moisés, la profecía en Elías, en condición de servidores, de ministros. Ellos, como vasos; él, como fuente. Moisés y los profetas hablaban y escribían, pero cuanto fluía de ellos, de él lo tomaban. Sermón 78

PREGUNTAS

1.- ¿Me encuentro a gusto en la bajura, la mediocridad, la tibieza, las pocas ganas de trabajar por Jesús?

2.- ¿Deseo subir con Jesús a la Montaña para escuchar a Jesús y mirar ya sólo a Él ¿En qué debo cambiar?

3.– Mi misión dentro de la Iglesia, ¿Me cansa? ¿Me aburre? ¿O me fascina y me apasiona?

Este evangelio, en verso, suena así:

Contemplamos a Jesús triunfante, «transfigurado «Su rostro irradiaba el sol y luz sus vestidos blancos.

La escena es un anticipo de Jesús Resucitado. Hasta Pedro se estremece de alegría y entusiasmo.

Igual que todos nosotros, Pedro va por el atajo. Quiere disfrutar del premio sin pasar por el trabajo.

Jesús, obediente al Padre, cumplirá su fiel mandato: recoger la flor de Pascua pasando por el Calvario.

Tú, Señor, desde la nube, nos mandas seguir sus pasos: «Vosotros no tengáis miedo. Escuchad a mi Hijo amado».

Después de un cultivo intenso, regala frutos el árbol. Tras la «Cuaresma», amanece el «Sol Pascua» con sus rayos.

Señor, que, como Jesús, con valor nos decidamos a dar toda nuestra vida por amor a los hermanos.

(Compuso estos versos José Javier Pérez Benedí)