+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas                          3, 1-6

El año decimoquinto del reinado del emperador Tiberio, cuando Poncio Pilato gobernaba la Judea, siendo Herodes tetrarca de Galilea, su hermano Filipo tetrarca de Iturea y Traconítide, y Lisanias tetrarca de Abilene, bajo el pontificado de Anás y Caifás, Dios dirigió su palabra a Juan, hijo de Zacarías, que estaba en el desierto. Este comenzó entonces a recorrer toda la región del río Jordán, anunciando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados, como está escrito en el libro del profeta Isaías:

«Una voz grita en desierto:
Preparen el camino del Señor,
allanen sus senderos.
Los valles serán rellenados,
las montañas y las colinas serán aplanadas.
Serán enderezados los senderos sinuosos
y nivelados los caminos disparejos.
Entonces, todos los hombres
verán la Salvación de Dios». Palabra del Señor.

¿QUÉ DICE EL TEXTO?

Lucas abre el relato de la predicación de Juan situándola en la historia del mundo pagano y en la del pueblo de Israel. Los datos que enmarcan el comienzo son todos verificables históricamente. El evangelista los ha distribuido en dos series o coordenadas: la del poder civil y la del poder religioso. El poder civil está estructurado a modo de pirámide: en la cúpula se encuentra el emperador Tiberio, que ostenta el gobierno universal; debajo Poncio Pilato, gobernador de Judea; más abajo hay una tetrarquía o virreinatos repartidos entre Herodes, Filipo y Lisanio, quienes han debido conformarse con pequeñas parcelas de poder. El poder religioso está representado por dos personajes, emparentados entre ellos, unidos mediante la designación desconcertante “bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás”. Lucas quiere poner de relieve que Caifás, el sumo sacerdote en activo, no es sino un títere de Anás, aunque éste había sido destituido. En el punto de la historia universal marcado por la coexistencia de todos estos poderosos, el año quince del reinado del emperador Tiberio, Dios envía su mensaje a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. Junto a la solemnidad y precisión del comienzo, llama poderosamente la atención la imprecisión respecto al lugar. No localiza geográficamente la predicación de Juan, y habla genéricamente de la “comarca del Jordán”. Tampoco la referencia al ·desierto” es geográfica sino simbólica, porque el desierto en la Biblia representa el lugar de la soledad, de la conversión y del encuentro con Dios. La introducción acaba con la cita de Isaías 40, 3-5. Los evangelistas la aplican a Juan Bautista. Él es la voz que grita en el desierto y que anuncia la venida del Señor, del Mesías.

Lucas, que tiene un gran sentido de la historia en toda su obra, sabe descubrir en todos los acontecimientos humanos la mano de Dios, que teje calladamente los hijos de nuestra liberación. Dios y el hombre se encuentran en el aquí del espacio y en el ahora del tiempo. Por este motivo, al iniciar el relato de la actividad pública de Juan y de Jesús, los sitúa a ambos dentro del contexto general de la historia de entonces (Ulibarri,F).

SAN AGUSTÍN COMENTA

Lc 3, 1-6: La salvación de Dios es Cristo el Señor

Está escrito: Toda carne verá la salvación de Dios.

Ahora, ¿cómo puedo saber por qué se dijo que toda carne verá la salvación de Dios? Nadie dude de que se dijo porque verá a Cristo. Pero se duda y se pregunta si se trata de Cristo el Señor en su cuerpo o en cuanto la Palabra existía en el principio, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. No me agobies con un solo testimonio; te lo repito al instante: Toda carne verá la salvación de Dios. Se admite que equivale a «toda carne verá al Cristo de Dios».

(…) El justo Simeón lo vio tanto con el corazón, puesto que lo reconoció cuando era un niño sin habla, como con los ojos, puesto que lo tomó en sus brazos. Viéndole de esta doble manera, es decir, reconociendo en él al Hijo de Dios y abrazando al engendrado por la Virgen, dijo: Ahora, Señor, puedes dejar a tu siervo ir en paz, porque mis ojos han visto tu salvación. Ved lo que dijo. Se hallaba retenido aquí hasta que viera con los ojos a quien venía con la fe. Tomó en sus brazos un cuerpo pequeñito; un cuerpo fue lo que abrazó; y, viendo un cuerpo, es decir, contemplando al Señor en la carne, dijo: Mis ojos han visto tu salvación.

Sermón 277, 16-17

¿QUÉ ME DICE A MI EL TEXTO?

Una voz grita en el desierto… Hoy, un grito estridente y doloroso resuena en nuestro mundo. Es el clamor de los pobres, los indefensos, los atropellados por la injusticia, los ancianos, los humillados, los manipulados, los emigrantes, los que carecen de trabajo…Esa voz nos habla de allanar, enderezar, igualar. Sólo así podremos ver todos la salvación de Dios. ¿Cuáles son los gritos de los sin voz en el mundo que me rodea?

Preparen el camino del Señor Vivimos más y mejor informados que nunca y, sin embargo, son más cada vez los que se sienten desprovistos de razones convincentes para dar sentido a su vida. Lo que caracteriza al cristiano es que, al diseñar su vida, al darle un sentido y vivirla, tiene como punto de referencia clave a Jesucristo. De ahí la importancia de escuchar con atención la voz del profeta: “preparen el camino al Señor”. La preparación consiste en la igualación definitiva de las relaciones interhumanas, que han de pasar de la desigualdad a la igualdad, de la injusticia a la justicia, expresado simbólicamente en la nivelación de terrenos.

Entonces, todos los hombres verán la Salvación de Dios… el profeta cristiano tiene experiencia de pueblo (está encarnado) y contacto con Dios (a quien escucha y de quien es vocero). Su deseo profético es profundo y universal: “Todos verán la salvación de Dios”. La salvación viene y acontece en la historia. Y nuestra historia se hace historia de salvación con una condición: preparad el camino al Señor.

¿QUÉ ME HACE DECIR EL TEXTO A DIOS?

¡Qué hermosos son los pasos de quien trae buenas noticias! Sobre los montes los pies de tu Mensajero. Anuncia la paz. Trae una Buena Noticia.

Ahí viene, gritando: “ha llegado la hora. Comienza la libertad. Despunta una nueva aurora. Ya no habrá noche.

Tu Mensajero sigue gritando. La liberación está en marcha. Ya nadie podrá detenerla.

ORACIÓN COLECTA

Dios todopoderoso y rico en misericordia,
que nuestras ocupaciones cotidianas
no nos impidan acudir presurosos al encuentro de tu Hijo,
para que, guiados por tu sabiduría divina,
podamos gozar siempre de su compañía.
Que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo,
y es Dios, por los siglos de los siglos.