«En la misa de media noche escucharemos conmovidos las palabras, o más bien el dulce mensaje que los ángeles repetían en sus cánticos a los sencillos pastorcitos la noche sacratísima del nacimiento del Hijo de Dios. Gloria a Dios en lo más alto de los cielos paz en la tierra a los hombres de buena voluntad. Ese fue el don magnífico que Dios otorgó a la humanidad en los augustos momentos en que aparecía el Verbo humanado ante los ojos atónitos de los hombres. ¡Paz, la paz! ¡ Oh! cuán inestimable debe ser este don cuando el Señor nos lo ofrece juntamente con su Hijo, el Príncipe de la paz.

De las cartas de Madre Esperanza. Bogotá, 23 de diciembre de 1948.