“Solo el corazón que ha amado y sufrido, es rico como el mar y grande como el mundo” (Madre Esperanza).
Gracias a esta frase hecha oración, en compañía con Jesús, mi Maestro y Señor, hoy puedo atender a que el verdadero amor, no clausura el sufrimiento – más no cualquier sufrimiento ni mucho menos aquel que, denigrase la dignidad de ningún ser humano-.
Así, en presencia de Jesús, recuerdo, en comunión con el sufrimiento de la humanidad y desde una menor escala, los pequeños sufrimientos que he vivido y atiendo con agradecimiento su existencia en mi vida: sufrir amando algunas veces: un pequeño desplante, un silencio, un malentendido, una comprensión unilateral, una actitud fría o desinteresada, una acusación; y ahí, descubrir con razón de que el verdadero amor no clausura el sufrimiento ya que:
– Ama y espera que las reacciones primarias de nuestra condición humana, no olviden el amor con el que hemos sido amados.
– Ama y aprende día a día a comprender los procesos propios y los de los demás.
– Ama y espera con esperanza la luz que ilumine los malentendidos.
– Ama y apuesta por vivir engendrando el bien y no responder mal por mal…
Así pues, solo un corazón que ama sin correspondencia y sufre amando, es rico como el mar y grande como el mundo… es paciente, abierto, sencillo, con capacidad de esperar y perdonar, abierto a aprender de nuestras limitaciones humanas (propias y ajenas), redescubriendo así, la misericordia ilimitada de Aquel que amando y sufriendo nos salvó.
Hna. Brenda Ovalle Hernández