MISIONERAS EN GUAMOTE- ECUADOR

Sin duda, una de las grandes riquezas de nuestra fe católica es la variedad inmensa de carismas con que el Espíritu la adorna, haciéndonos beber de su inmensa fuente desde los distintos surtidores  que hombres y mujeres santos, embriagados de Cristo, nos han dejado como herencia. El trabajo misionero a menudo nos pone en contacto con muchos otros carismas, impulsándonos a dejarnos tocar por la forma de vivir de aquellos que desde distintas familias religiosas caminan a nuestro lado y enriquecen los rasgos específicos de la espiritualidad propia.

En nuestra Misión de Guamote esto es algo palpable, pues el hecho de compartir  el trabajo con los padres jesuitas hace que de una u otra manera estemos en continuo  contacto con la espiritualidad ignaciana (que la mayoría ya hemos bebido en los Ejercicios Espirituales). En este sentido, los días 16, 17 y 18 de Marzo tuve la oportunidad de participar, junto a un grupo de catequistas, servidores e integrantes del grupo juvenil, de la primera fase de los encuentros Cardoner.

El nombre de estos encuentros está tomado del río catalán en el que Ignacio tuvo unas de sus experiencias espirituales más intensas; dejemos que sea Él mismo quien nos cuente: “Y estando allí sentado se le empezaron a abrir los ojos del entendimiento; y no que viese alguna visión, sino entendiendo y conociendo muchas cosas . . . y esto con una ilustración tan grande, que le parecían todas las cosas nuevas . . . Y esto fue en tanta manera de quedar con el entendimiento ilustrado, que le parecía como si fuese otro hombre y tuviese otro intelecto” (Autobiografía de San Ignacio de Loyola, 30).

Así empezó nuestro encuentro, con la invitación a abrir los ojos del corazón para poder percibir la novedad de todas las cosas, para trascender la superficialidad cotidiana y descubrir que la vida es una maravilla que merece ser vivida con todas las fuerzas, para dejarnos sorprender por el Dios que todo lo renueva (Cf.2Cor 5,17) y que no sueña otra cosa de nosotros sino que seamos auténticamente nosotros, para lo cual es indispensable ahondar en el autoconocimiento. En ese sentido, Iván Escobar, nuestro acompañante, nos explicó que el objetivo de este primer encuentro era conocer un poco más la vida de san Ignacio, pero con la intención de ir conociéndonos también a nosotros mismos. Al final de la jornada nos pidió que para el día siguiente dibujáramos un barco, partiendo de la pregunta: “Si yo fuera un barco», ¿cómo sería?

El segundo día del encuentro fue el más intenso. Compartimos la “tarea” que se nos había encomendado, disfrutando de la gran creatividad de los participantes, pero sobre todo de su gran sinceridad y disponibilidad para poner en las manos de los presentes, detalles tan íntimos de la propia vida. En un segundo momento  y a través de una pequeña dinámica se nos invitó a profundizar aún más en esas experiencias. Fue un gran regalo la honestidad y entrega con las que todos abrimos el corazón. No faltaron las lágrimas, tanto de alegría como de tristeza, pero eso sí, todas cargadas de una solidaridad inigualable, de esa solidaridad que es capaz de tejer relaciones humanas profundas y genuinas.

En la última jornada se nos entregó la autobiografía de san Ignacio, junto a un sencillo método de lectura que nos ayuda a ir profundizando en nuestra propia vida a partir de sus experiencias. Terminamos muy agradecidos por la manera tan especial en que Dios nos acompañó a lo largo del fin de semana, y porque sin duda queda en el corazón un deseo profundo de dejarnos humanizar por su amor y su gran misericordia. A Él y a las oraciones de toda la familia MAR encomendamos este deseo, sabiendo que antes que nuestro, es suyo. ¡Un abrazo familia! ¡Bendiciones!

Yolenny Ramírez Corporán, mar

 

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