A PROPÓSITO DE LA FIESTA DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS.

 

“…va dentro de nuestro ser esta devoción al Sagrado Corazón
que, aunque ha tenido corrientes de desestima,
vuelve a surgir y surgirá siempre”.
P. Fr. Eugenio Ayape, O. A. R.

 

Según la reseña del Boletín # 35 de la Congregación, bajo el título “NUESTRA FIESTA VOCACIONAL” (págs. 49 a 53); los días 18, 19 y 20 de mayo de 1977, las Comunidades de Misioneras Agustinas Recoletas de Madrid (España), Triana, General Mola y Goya, celebraron un Triduo Eucarístico, en el marco de lo que luego se llamaría la “Semana Vocacional”, en el 10° aniversario del fallecimiento de la Madre Esperanza Ayerbe y en memoria del entonces recientemente fallecido Mons. Ochoa, “para dar gracias al Señor por los beneficios y dones recibidos, especialmente el don de la vocación; para implorar nos conceda el comprender cada día mejor nuestra consagración, siendo testigos del amor de Dios en el mundo y para que el Señor envíe vocaciones a la Orden Agustino- Recoleta y muy especialmente a nuestra Congregación”.

Cada día del Triduo se celebró la Misa, presidida por el P. Fr. Eugenio Ayape, de cuyas homilías, la Hna. María Judith Londoño hizo una síntesis.

El último día (20 de mayo), la Misa fue dedicada al Sagrado Corazón de Jesús, motivando a Fr. Eugenio a expresar, basado en su indiscutible conocimiento de la espiritualidad agustino recoleta y su historia, la íntima relación que existe entre esta devoción y quienes, dentro de la Orden, desde el mismo san Agustín, se han referido a ella, la han vivido y la han propagado, haciendo énfasis en Mons. Ochoa y la Madre Esperanza, cofundadores de la Congregación.

Al respecto nos dice:

“El corazón de Jesús es Cristo en la cruz, alanceado, derramando sangre. «Mirarán al que atravesaron». Así lo distinguen los primeros propagadores de su devoción. Cristo en el Calvario, con el corazón roto. Aún le quedan unas gotas puestas a la vista por Longinos y, de ellas dice San Agustín – nace el Sacramento admirable de la Iglesia, nacen los Sacramentos. Monseñor Ochoa, recordémosle, en toda su vida y sus costumbres respiraba esta devoción al Sagrado Corazón, Amor Casto, Amor Comunitario, Amor difusivus.

Nosotros no podemos reducir el concepto MISIÓN exclusivamente el aspecto geográfico. En todos los sitios, en todas partes – si estamos llenos de ese amor al Corazón Divino de Jesús- necesariamente lo predicaremos, lo derramaremos. La devoción al Sagrado Corazón consiste en dar su vida en la cruz. Desde aquí en el Santo Sacrificio, si a Él te unes, eres misionera auténtica, aun estando en el rincón más oculto. Hay que evitar los equívocos en esto. Sentiros misioneras en vuestra oración, en vuestras ocupaciones por sencillas que ellas sean. Si en todos los actos de nuestra vida resplandece Cristo, reproducimos una auténtica vida misionera. Cristo fue siempre misionero, sin excluir sus primeros 30 años, que lo fue igualmente, por su continua entrega y obediencia al Padre.

Cultivar el amor al Sagrado Corazón, no ha desaparecido en la Liturgia; es devoción actual; pero hay que buscarlo en el Calvario. San Agustín, Santa Gertrudis, Santa Margarita hablan del Amor al Corazón de Cristo en la Cruz, y la misma Madre Esperanza, en sus cartas, trasluce esta convicción. Recordad que a Cristo Crucificado lo llamaba «Mi único amor».
Como veis, nos compete esta devoción como sello del nacimiento. También el Beato Ezequiel Moreno se convierte en víctima. Sor Mónica que también ha muerto en olor de santidad; así que va dentro de nuestro ser esta devoción al Sagrado Corazón que, aunque ha tenido corrientes de desestima, vuelve a surgir y surgirá siempre.

Para San Pablo, locura de la Cruz…, su fuerza, sabiduría de Dios. Tomemos también nosotros de ahí nuestra fuerza. Pero no hay unión si no hay entrega. Démonos, que Él siempre nos está dando. NO HAY AMOR SI NO HAY ENTREGA”.

Y más adelante, en la homilía del día 23, remata su alusión al Sagrado Corazón de Jesús, con un mensaje directo:

“Para culminar este triduo, en donde también hemos recordado y orado por la Madre Esperanza y Monseñor Ochoa, no olvidéis que ellos amaron y tuvieron gran devoción a la cruz, como ya lo hemos comentado. Y es que no podemos engañarnos. Tenéis que ser redentoras. Se atrae con la cruz. El Señor dijo: «cuando sea elevado en la cruz, todo lo atraeré hacia mí». Sólo el que sea elevado en la cruz podrá dar fruto. Solo el crucificado atraerá a los hombres. Monseñor Ochoa, la Madre Esperanza y tantos hermanos nuestros siguieron el ser crucificados. Si esto no hacemos, se hará ruido, pero no haremos más. El corazón de Jesús no se concibe como apóstol sino desde la cruz. Lo eterno es lo nuevo y hay que acomodarse a lo eterno, no a lo que perece. AMOR AL AMOR.

Si deseamos progresar, vivamos lo que repiten los labios en el Cántico (Efesios 1,3-10). «Recapitular en Cristo todas las cosas…» Si así no actuamos perdemos el tiempo en tonterías y seguiremos el camino de la dispersión.

Y es por eso, por lo que hoy se padece la enfermedad de la inseguridad. Nos hace falta sentido del recogimiento que nos exige el ser Recoletos y Recoletas. Recolección significa espíritu de recogimiento, retorno. El Espíritu habla al que entra, al que acoge a Él en silencio. La religiosa que no es contemplativa deja de ser activa. El espíritu de oración, de abnegación, de austeridad, de penitencia, espíritu de purificación, son el caudal de la religiosa MISIONERA AGUSTINA RECOLETA”.

Alejandro Archila Castaño.
Director del Museo de Arte Colonial y Religioso La Merced.