Ejercicios Espirituales Personalizados

Como religiosa, todos los años he tenido la oportunidad de hacer una semana de ejercicios espirituales. Cada año, la superiora provincial se esmera en buscar un buen predicador, un hombre de Dios que sepa y conozca sobre la vida religiosa y pueda animarnos a seguir adelante en fidelidad, contando con la acción del Espíritu y nuestro buen deseo. Últimamente se han buscado también lugares con amplio espacio verde que ayuden al silencio y liberen a las hermanas de la preocupación de atender cosas de casa.

Este año, 2014, en semana santa, tuve la oportunidad de realizar los Ejercicios Espirituales Personalizados EEP, en la casa de encuentros Santa María de los Farallones en Cali, y continúo dándole gracias a Dios por todo lo que eso ha significado para mí. Los EEP están dirigidos primordialmente a seglares, pero tuve la oportunidad, la gran dicha de participar.

Todo: casa, silencio, espacios, acompañantes, celebraciones, formaban un clima propicio para el encuentro conmigo misma y con Dios.

He quedado admirada de la dinámica que desde la mañana hasta la noche nos iba conduciendo y ayudando a profundizar en todas las dimensiones de nuestro ser e iba experimentando el amor de Dios y la invitación a amarme como mujer, amar: cuerpo, psiquis, mente, personalidad, manera de pensar y sentir, espíritu y agradecer a Dios mi vocación religiosa contando con mi realidad.

Al ser ejercicios personalizados, cada persona va a su ritmo. Nos ayuda a conocernos, a saber quiénes somos, a descubrir el porqué de nuestros sufrimientos, a experimentar el amor cariñoso, misericordioso e incondicional de Dios, que está dentro de nosotros, y a la vez, a comprender a las personas que nos rodean y brindarles nuestro amor. Cada uno va mirando sus heridas, sus deseos, sus vacíos afectivos y va trabajando y confrontando  con su acompañante. Va descubriendo el amor de Dios, va experimentando el perdón  a sí mismo,  va descubriendo lo que quiere Dios para ser pleno y feliz.

Yo, religiosa, quedé admirada al ver a tantos seglares, hombres y mujeres, en silencio, entregados totalmente a realizar los ejercicios. El solo verlos me animaba más a aprovechar el tiempo que el Señor me había regalado y me ayudaba en la oración.  Pero más me admiraban cuando expresaban en alguna actividad de grupo, su sentir, el perdón experimentado, la alegría por conocerse más y descubrir que Dios ama incondicionalmente, el deseo de continuar el camino empezado de crecimiento personal, el agradecimiento a Dios.

Al escuchar los testimonios de mis compañeros, me di cuenta cómo cada uno iba por distinto camino, hacia la paz, la plenitud, el sentido de la vida, en definitiva, hacia el fin para el que hemos sido creados. Esos momentos eran para mí sagrados.

La Eucaristía, las celebraciones litúrgicas, estuvieron preparadas con mucho esmero, con mucho sentido. Todos éramos uno. Era una comunidad que se sentía llamada a salvar así como éramos salvados nosotros. Se sentía llamada a mostrar el rostro de Dios.

Todo era muy cercano a nuestra vida. Fue una gracia celebrar allí la semana santa y la Pascua de resurrección con todo el sentido.

Puedo decir que para mí han sido unos ejercicios muy especiales, muy aprovechados, en los que reafirmé mi vocación, y salí con el mayor deseo de permitir que el Espíritu Santo actúe en mí, de estar atenta para hacer la voluntad de Dios que es la de “amar a mis hermanos y hermanas y hacerlo presente en la comunidad”.

Debo decir que en esos días me sentí sorprendida por el amor de Dios y caí en la cuenta de que este tiempo de EEP fueron el regalo que Dios me ofreció como celebración de bodas de oro de profesión religiosa, ya que en su momento no pudimos tener un espacio conveniente.

También quedé admirada de la bondad de Dios para con todos sus hijos pues estos ejercicios los veo tan bien organizados, tan profundos, tan integrales, que realmente llegan a transformar. No hay palabras para expresar la entrega de los acompañantes y toda la actividad del padre Julio Jiménez, S.J., está avalada por el Espíritu que habita en su interior y que lo lleva a entregarse total e incondicionalmente a su hermanos y hermanas y a formar comunidad.

¡GRACIAS!

Elsa Gómez Galindo

Misionera Agustina Recoleta

 

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