“Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia “(Sal 117).

A TODAS LAS HERMANAS DE LA CONGREGACIÓN

Queridas hermanas: en el marco de la clausura de estos 75 años de erección canónica y en el 76 aniversario de la misma quiero hacerles llegar mi saludo y abrazo fraterno a cada una de las hermanas y laicos que reciban este mensaje.

La vida consagrada marca el caminar de su historia con celebraciones periódicas: celebramos el aniversario de la fundación del instituto, la aprobación de las constituciones, el nacimiento y la muerte los fundadores, y aquellos hechos significativos que han marcado la historia y han ido configurando la vida y la misión. Cada una de estas celebraciones aporta una perspectiva, un acento, un marco, una dimensión, y, en todas, de una manera u otra, están siempre presentes un camino de renovación espiritual, la acogida y cercanía a los pobres y la apertura a nuevos horizontes, porque en toda conmemoración recordar el pasado es una invitación para renovar el compromiso hacia el futuro. Hoy buscamos en esta celebración del cierre de aniversario jubilar reafirmar la identidad, la comunión y la misión evangelizadora. Es una ocasión propicia para el reconocimiento del don de Dios, el agradecimiento, la alabanza y para implorar el perdón y la misericordia de Dios en nuestra historia.

Cada fundador y fundadora ha abierto en la Iglesia un camino de Evangelio, un camino de santidad y de servicio al Reino por el que pueden transitar quienes son llamados a vivir la experiencia de gracia vivida por ellos.

Es esencial en el hoy de nuestra historia volver a las raíces, como dice el profeta “Traed a la memoria la cantera de donde habéis sido extraídos” (Is 51,1). Un camino que conduce a las raíces donde es posible descubrir la experiencia del Espíritu en el fundador y en las hermanas que iniciaron un proyecto de vida según el Evangelio.

Volver a los orígenes es situarse en lo que fue arraigando la vida y misión del fundador o fundadores, “es beber del manantial donde todo se hace río a la esperanza, es dejarse empapar por la creatividad del Espíritu para colaborar en la construcción de una nueva humanidad” (Cf. A. Bocos Merino, Arriesgados y arraigados, Gobierno General, Roma 2020, pp. 12-13).

Traer a la memoria la cantera de donde hemos sido extraídas es la mejor manera de enraizar nuestra vida presente y descubrir señales para el futuro, es hacer memoria de dónde venimos, quiénes han sido nuestros padres en la vocación, cuáles son en definitiva nuestras raíces. El papa Francisco afirma: “Para mí, la gran revolución es ir a las raíces, reconocerlas y ver lo que esas raíces tienen que decir al día de hoy” (Francisco, Entrevista en la Vanguardia el 13 de julio de 2014).

Volver a las raíces es escuchar la llamada a la santidad que resuena en el corazón de nuestros fundadores como un susurro constante que nos invita a vivir en radicalidad aquello que profesamos un día.

En la introducción a la positio de M. Esperanza se lee lo siguiente:

“Se trata de una mujer que se siente llamada a la vida contemplativa, ingresa en 1917 en un convento de estricta clausura de las agustinas recoletas, llega a adquirir un alto grado de contemplación y, cuando se siente llena de Dios, se ofrece como voluntaria para las misiones de China para poder comunicar a todos el tesoro que lleva en su corazón: su gran amor a Dios.

En China se da cuenta de la inmensidad del campo y de la abundancia de la mies y vuelve en 1940 para invitar a todas las jóvenes que quieran vivir su aventura y dedicar su vida a la extensión del evangelio. Y puesto que no puede volver a su querida China, después de iniciar junto con monseñor Francisco Javier Ochoa, su prelado en las misiones de China, la obra de la fundación de las misioneras agustinas recoletas, se abre campo en diversas naciones de América Latina.

La nueva Congregación, erigida en 1947, nace bajo el impuso de su carisma misionero y se desarrolla inmediatamente con los mismos afanes. En pocos años, bajo la dirección de la sierva de Dios, aumenta el número de misioneras, se multiplican las fundaciones y crece el número de las aspirantes.

Nombrada directamente por la Santa Sede en 1947 superiora general al momento de la erección de la Congregación, fue después confirmada en su cargo durante dos sexenios consecutivos. Renunció en 1961 a su cargo por motivos de enfermedad, pero no cesó en su actividad misionera. Por deseo de la nueva superiora general, viajó por diversas naciones de América Latina (Colombia, Ecuador, Venezuela, Brasil) para dar impulso a las comunidades (Positio M. Esperanza. Introducción).

Tomar este extracto de M. Esperanza es como tomar el extracto de la vida de Monseñor F.J.  Ochoa, M. Carmela y M. Ángeles. Todos, a su manera, fueron santos, porque vivieron con pasión el llamado de Dios y proyectaron su intimidad con el Señor, hacia la evangelización y los más pobres, hacia la realidad de una Iglesia que los necesitaba allí donde urgía la esperanza y el testimonio de la vida consagrada.  Pensar en ellos en estos momentos con memoria agradecida es ponernos en sus pensamientos y escuchar la voz de su corazón que sigue reclamando de nosotras, misioneras verdaderas, agustinas verdaderas, recoletas verdaderas. ¡Hermanas!, sería suficiente descubrir el camino de renovación que necesitamos hacer con tan solo profundizar en nuestro carisma, que no significa más que ser auténticas, a imagen y semejanza del Dios que nos creó, dio vida y nos llamó a testimoniarle sin medida y sin otro amor que Jesucristo, viviendo su Evangelio, con la conciencia y confianza de que todo lo demás se nos dará por añadidura.

En estos momentos, estamos agradeciendo con esta clausura jubilar el camino realizado durante 75 años, donde el Espíritu Santo nos hizo nacer como vida religiosa, nos ayudó a crecer y nos sigue acompañando en esta etapa en donde nos encontramos.

En una mirada retrospectiva podemos ver con ojos de fe lo que el Señor ha hecho con nosotras, y con tan tantas personas que caminando a nuestro lado  han crecido también y han impulsado la evangelización con su testimonio y su ayuda.

Al poner broche de oro a este año jubilar lo queremos hacer en comunión, todas y todos; comunión que nos recuerda que hemos recibido un mismo Espíritu, un mismo don, una misma llamada, y un deseo profundo de ser fieles hasta el final de nuestra vida.

Hoy deseo especialmente que unamos nuestra oración de acción de gracias por muchos motivos, que podrían resumirse en nuestro lema: 75 años, caminando con esperanza.

Y caminado con esperanza siempre en compañía, nunca solas: con las hermanas que nos han precedido ya en su entrega y valentía y con las que vivimos en comunión con los santos, con los agustinos recoletos, nuestros hermanos, con las agustinas recoletas de clausura de distintas comunidades, con tantos obispos que nos han involucrado en la evangelización de sus ministerios, con párrocos y parroquias que nos han acompañado siempre, con directivas y personas comprometidas en los colegios que han sido el corazón de los mismos, con voluntarios y voluntarias en la obra evangelizadora y social de nuestros contextos, con niños, jóvenes y adultos que han bebido de esta fuente, con nuestras familias que han apoyado nuestra disponibilidad por la causa de servir al Reino de Dios, con nuestros vecinos, allí donde nos encontramos y a los que consideramos verdaderos hermanos.

De cara al próximo capítulo general, agradezco a cada una que miremos nuestro corazón y volvamos a nuestras raíces, que no tienen que ver con estructuras sino con actitudes del corazón, de donación total a Dios, de disponibilidad plena y de pasión por la Evangelización que necesita nuestro testimonio y nuestra docilidad al Espíritu.

Que el Dios de la paz, de la alegría, el Dios jubilar que hace fiesta con los pecadores, nos acoja y nos ayude a ser verdaderas misioneras agustinas recoletas en estos tiempos que continuamos viviendo y que no tienen fin para el Espíritu de Dios.

Termino con estas palabras de nuestra hermana Inés Zhang, representante de su superiora general  en China, que nos envía para esta circular y pido que las grabemos en nuestro corazón y cada una las pueda interiorizar a la luz de lo que representan en ésta efeméride. Nos dice así:

En la víspera de la clausura de los 75 años de la Congregación, queremos dar gracias al Señor por estar viviendo donde nació la congregación y vivieron los fundadores. A pesar de las dificultades encontradas, no hemos olvidado quien fue quien nos llamó y a quien le seguimos. No podemos hacer apenas actividades como antes, pero el vivir la vida religiosa según nuestro carisma es un testimonio que podemos dar a los que nos rodean, aunque muchos, no nos apoyen”.

Que Nuestra Madre de Consolación siga acompañando nuestros pasos peregrinos. Muchas bendiciones para cada una de nosotras y para aquellos que con nosotras comparten nuestro carisma.

Leganés, 15 de enero de 2023

Nieves María Castro Pertíñez

Superiora general