Del Santo Evangelio según san Mc 8, 34

34 Y llamando a  la gente con sus discípulos, les dijo: Cualquiera que quisiere venir en pos de mí, niéguese á sí mismo, y tome su cruz, y sígame.

El seguimiento requiere, entonces, estas dos disposiciones de fondo: La negación de sí mismo y cargar con la cruz.

1.- La negación de sí mismo: Se trata de la capacidad de decir “no” a todo lo que se contrapone a Jesús y a su evangelio. Jesús quiere discípulos con carácter, que saben contraponerse con firmeza a lo que contradice su opción. Ese “No”, no es cualquier ‘no’. Es un ‘no a sí mismos. Un ‘no’ que uno dice ante el espejo. Se le dice ‘no’ a todo lo que lo empuja a uno a centrarse solamente en el propio yo y en la búsqueda de grandeza.

2.-El cargar con la propia cruz: Cargar implica dos movimientos: el echarse un peso al hombro y el transportarlo de un lugar a otro. Se trata de la ‘propia cruz’. Quiere decir echarse la vida, con sus dolores y conflictos, sobre las espaldas.

¿Para qué? No para ser aplastados por la cruz, como algo que se padece estoicamente. ¡No! Es para resucitarla, esto es, lo mismo que hizo Jesús con la suya. Por eso Jesús ha acentuado al final: ‘¡Y sígame!’.

Esto implica tomarse en serio lo que la imagen escandalosa de la cruz reclama: vergüenza, rechazo, maldición, sufrimiento.Una cosa es clara: un seguimiento auténtico requiere de una disposición plena, que sólo una relación fuerte con Jesús y un arraigo total en su mensaje pueden llevar a cumplimiento.

No se trata de una de una renuncia porque sí. Se trata de ‘seguimiento’. La mirada siempre está puesta en Jesús. Es por eso que Jesús especifica, que todo esto se hace “por causa mía y del evangelio” (v.35).

Un único enfoque: jugarse completamente la vida por los demás No podemos perder de vista que la vida se entiende como un trenzado de relaciones, experiencias, funciones, que plasman la individualidad de cada persona. Pues bien, aquí está núcleo. Marcos insiste en lo mismo, en el jugarse la vida por los demás. ¡Cuatro veces la misma tecla con la palabra ‘vida’!

En esta repetición se desglosan dos estilos de vida: hay quien sólo piensa en sí mismo; quien enfoca su vida así no hace más que perderla, arruina el sentido a su vida. Y hay quien enfoca su vida en el seguimiento de la persona y de la enseñanza de Jesús; y por esta ruta se logra algo mucho mayor, esto es, la salvación.

Sea de una manera o de otra, uno siempre se juega la vida.

Quién sigue a Jesús, arriesga seriamente la posibilidad de abrazar cualquier esperanza de “ganancia” desde el punto de vista humano, hasta el punto de perder la vida física o de ser considerado motivo de vergüenza o de desprecio en medio de la gente. Sin embargo, todo esto lo introducirá en una plenitud que se prolongará en el compartir la misma gloria del Hijo del hombre cuando venga con sus ángeles (8,38).

El camino del seguimiento lleva por la vía de la cruz mediante la dialéctica del ‘no’ y del ‘sí’. El ‘no’ tiene sentido en cuanto es en función del ‘sí’ a la vida, a Jesús y al evangelio.

Es un ‘no’ a la envidia, a la sed de poder, al predominio sobre los demás.

Jesús contrapone un ‘sí’. ‘Sí’ a la entrega generosa. Cargar la cruz es, en el primer lugar, asumir nuestra humanidad tal como es y echarnos al hombro al hermano que necesita de nosotros.

Esta es la humanidad feliz que proclama la victoria del amor sobre la indiferencia, del perdón sobre la venganza, de la misericordia sobre la acusación. Esto es lo que revela que realmente acontece entre nosotros el Reino de Dios, incluso aquí y ahora (Mc 9,1).

La cruz que estamos llamados a abrazar no es un sufrimiento cualquiera, una adversidad que simplemente se soporta con resignación, sino una nueva lógica de vida que pone las necesidades de los otros sobre los propios intereses. Es amor que descentra de sí y que se esparce en donación.

Así como hemos visto la entrega de nuestros fundadores, tenemos otro testimonio cercano de lo que significa seguir a Jesús tomando la cruz y siguiéndolo. Dando la vida por los hermanos. Es el de nuestra hermana Cleusa. Mujer de oración profunda, fraterna, misionera.

¿A qué me invita el Señor a través del testimonio de los fundadores y de nuestra hermana Cleusa?

¿Estoy dispuesta a aceptar la cruz, las contrariedades que me vengan por causa del Señor y del evangelio?

Jesús no solo aceptó la cruz cuando se la pusieron sobre los hombros. Siempre aceptó o vivió las dificultades, los insultos, con sabiduría. Siempre su felicidad, su gozo en medio de las dificultades, era hacer la voluntad de su Padre. Eso llena de paz. Nuestras hermanas vivieron felices en medio del sufrimiento.

Hna. Elsa Gómez Galindo (apoyada en los comentarios del padre Fidel Oñoro)