MI ÚNICO AMOR
“Nadie puede dar lo que no tiene
Y si no nos empapamos bien de Jesús
¿Cómo podremos comunicarlo y darlo a los demás?”
M. Esperanza Ayerbe Ayerbe de la Cruz
Queremos compartir con todos lo que celebramos y vivimos durante la semana vocacional MAR, del 19 al 26 de mayo. Esta semana fue una estupenda ocasión para replantearnos y reflexionar sobre nuestra vida consagrada, a la vez que rogamos al Padre que vengan otras a compartir este camino.
Con gratitud acogimos la aportación del Secretariado de Pastoral Vocacional, el cual nos trajo la iluminación bíblica con el texto de Jeremías en los Flayers, diseminados y aglutinados en el Lema: “CONTIGO ESTOY”.
En este clima, se rezaba el rosario vocacional cada día, con reflexión e intenciones especiales y cantos apropiados, todo presentado al Señor por mediación de nuestra Madre de la Consolación.
Día 23 de mayo, jueves, 57 aniversario de la partida de M. Esperanza a la Casa del Padre, coincidiendo con la fiesta litúrgica de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote, oportunidad excelente para practicar aquello sobre lo que M. Esperanza tanto insistía: «que amáramos y oráramos por los sacerdotes para que sean santos». Este día fue una Jornada completa, con turnos de vela, ante el Santísimo expuesto. Todas las hermanas pasamos gran parte del día en adoración, alabanza, oración. Y, una acción de gracias generosa por la espiritualidad orante y misionera trasmitida por M. Esperanza, a través de su vida, su pensamiento y sus escritos.
Porque Esperanza Ayerbe fue una mujer que supo conjugar dos misterios de Cristo: el orante y el evangelizador. Impacta y llena de encanto lo que hace años escribía una hermana sobre su perfil. Qué bien la describe, dice de ella: Comprendí estos rasgos cuando experimenté como compaginaba su energía con su dulzura, su seriedad con su sonrisa, su franqueza con su prudencia, su laboriosidad con su contemplación, su soledad con su solidaridad, su preocupación con su paz interior, su silencio con su unión con el Padre; su recogimiento con su preocupación de acompañar las necesidades de la Iglesia, su presencia y porte distinguido con su sencillez y humildad, su abandono en las manos del Padre con su inquietud por el Reino y la humanidad.
Muchas hermanas manifestaron el valor y la riqueza de la jornada, que facilitó el poder estar, como M. Esperanza, en presencia del Único Amor. Damos gracias por el don de la vida de la Venerable Esperanza Ayerbe de la Cruz; que su recuerdo sirva para lo que tiene que ser, la gloria y la alabanza del Señor.
Comunidad de Monteagudo.