Cada año los Agustinos Recoletos preparan durante las vacaciones un tiempo de misiones en donde participan miembros de la familia agustiniana: los jóvenes agustinos recoletos (JAR), los postulantes de México y de Costa Rica y tres postulantes MAR, entre ellas, yo, y algunas otras personas que se suman a esta experiencia.

Llegando a la casa aspirantado San Pio X, en Querétaro, la tarde del viernes primero, se nos impartieron algunos talleres por parte de un postulante y el P. Francisco Javier Monroy, encargado principal de las misiones, para que no fuéramos sin previo conocimiento sobre lo que implicaba ir de  misiones, algo que recalcaba mucho el Padre es “que ir de misiones no es ir de paseo, tampoco de turismo, sino de ir a compartir con la gente nuestra experiencia de Dios”, por eso era importante saber a lo que íbamos. Después se nos entregó el kit misionero y los materiales que cada grupo iba a necesitar.

Por la tarde tuvimos la celebración de la Eucaristía de envío celebrada por el Padre encargado, donde se bendijo y se nos hizo entrega de la cruz misionera. Al día siguiente por la mañana rezamos laudes, desayunamos y nos preparamos para subir al autobús que nos llevaría a la Sierra Gorda de Querétaro en el municipio de Pinal de Amoles, donde nos esperaban el párroco de la Iglesia de San José, Luis Serrano, los y las representantes de cada comunidad en donde se iban a realizar las misiones.

Fuimos aproximadamente cuarenta misioneros, los cuales nos dividieron en grupos de 4, 5 y 6, para enviarnos a las respectivas comunidades que nos asignaron.

En un principio formamos comunidad, Emanuel Chaparro, Carlos Alexis y yo, postulantes los tres, la segunda semana se nos unió una joven perteneciente a las JAR. Los cuatros fuimos enviados a la comunidad de Madroño, un lugar muy bonito, lleno de árboles, con un clima frio, pero con gente muy cálida, amable, generosa y con niños entusiastas por aprender cosas nuevas.

La primera semana empezamos a conocer a los habitantes de esa comunidad, los visitábamos en sus casas, donde hacíamos oración por diferentes intenciones, también invitábamos a la gente a que participará en la celebración de la Palabra y en las actividades que organizábamos.

Fue de mucho agrado para mí ver que en algunas casas en las que íbamos les gustaba tanto la visita que nos pedían que nos quedáramos más tiempo con ellos, cosa que no alcanzábamos a hacer, pues aún teníamos más familias por visitar. Al mismo tiempo que me causo alegría también me causo tristeza el no poder quedarnos más tiempo y el saber que no podíamos visitar todas las casas.

Un día, regresando del visiteo, no sabíamos dónde íbamos a comer así que, preguntamos a las personas quién nos iba a dar la comida, pero nadie sabía decirnos. Hasta que nos encontramos con la representante de la comunidad y ella nos orientó en qué casa íbamos a ir. Después de haber subido una loma, cansados, sedientos y con hambre ¡al fin encontramos la casa! La señora nos dijo que tenía rato esperándonos, nosotros nos disculpamos con ella y le explicamos lo que había sucedido. Seguido de eso hicimos la bendición de los alimentos y muy contentos empezamos a comer y ¡oh sorpresa! ¡la comida tenia chile! Claro que esto es normal en México, lo que ya no era normal es que estaba con mexicanos y ellos mismos se habían enchilado, la comida picaba demasiado, tanto que tuvimos que comprar Sal de Uvas Picot, que es un antiácido en polvo efervescente que alivia agruras, acidez e indigestión. Eso nos ayudó mucho. Después de haber tenido esa experiencia le pedimos el favor a la representante que si podían cocinar con menos picante la comida, ella muy amable cedió y a partir de entonces no volvimos a enchilarnos.

Y bueno, entre visitas, oraciones, chiles, caminatas largas y cansadas puedo asegurarles que fue una experiencia inolvidable ya que a pesar de todo eso pude ver el rostro de Dios en los niños que llegaban tan contentos a compartir con nosotros, se quedaban y jugaban hasta que se cansaban, también pude verlo en las personas mayores que se nos acercaban para preguntarnos sobre la Biblia y la oración o simplemente para compartirnos sobre cómo les había ido en el trabajo. Me atrevo a decir que no quedé satisfecha en relación a que pudo hacer más, había mucho que hacer en esa comunidad, especialmente en lo espiritual porque la gente cree en Dios, pero les hace falta comprometerse más con Él, lamentablemente fueron pocos días y en tan poco tiempo no se pueden lograr tantas cosas de esa magnitud.

Agradezco a Dios, el haberme permitido tener esta experiencia que realmente fue inolvidable y de mucho aprendizaje para mí.

Claudia Puac Ramírez, Postulante MAR

 

 

 

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