+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan     20, 19-23

Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: «¡La paz esté con ustedes!»

Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor.

Jesús les dijo de nuevo: «¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes.» Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió «Reciban al Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan.» Palabra del Señor.

¿QUÉ DICE EL TEXTO?

1.Pentecostés

Pentecostés (es decir, cincuenta días después de la Pascua) era, en Israel, la fiesta de la recolección (cf. Ex 23,16; 34,22). De agraria se convierte, más tarde, en fiesta histórica: en ella se recordaba la promulgación de la ley sobe el Sinaí. Recibía también el nombre de “fiesta de las semanas” (7 x 7 días después de Pascua). En ese día la ciudad de Jerusalén se llenaba de creyentes judíos venidos a la festividad desde diferentes lugares de la diáspora.

Los cristianos conmemoramos en Pentecostés la donación del Espíritu. En Hechos 2,1-21 se nos relata cómo los discípulos de Jesús, estando reunidos, temerosos y sin saber qué hacer, el día de Pentecostés reciben el don del Espíritu que les llevará a proclamar la buena nueva a todos aquellos que se encontraban en la ciudad. La comunidad de los discípulos es presentada como el nuevo pueblo de Dios lleno de Espíritu que da testimonio de Jesús, el Mesías. De ahí que Pentecostés sea también la fiesta del nacimiento de la Iglesia.

2.La comunidad cristiana se constituye alrededor de Jesús

En los discípulos de Jesús no existía la más mínima predisposición para la fe en la resurrección. La muerte del maestro había sido un duro golpe para ellos. El enfrentamiento con los jefes del pueblo y las autoridades romanas les aterraba. “Por miedo a los judíos” (v.9) se hallaban reunidos, con las puertas cerradas, sin saber qué hacer. El presente relato está pensado desde el cumplimiento de las promesas de Jesús: “Volveré a vosotros” (Jn 14,18; 16,16-18); os enviaré el Espíritu y tendréis paz” (Jn 14,26; 15,26; 16,7,8,33). Jesús se hace presente en medio de ellos y les desea la paz, el shalom, es decir, integridad de vida, salud, búsqueda de justicia y armonía personal y social. Les manda, además, continuar la misión, que precisamente le había llevado a la muerte ignominiosa que tanto les asusta. El evangelista proclama y muestra así que la comunidad cristiana se constituye alrededor de Jesús vivo y presente, crucificado y resucitado. Él está en su centro y la libera del miedo y de la estrechez de miras, otorgándole confianza y seguridad, paz y alegría al mostrarle los signos de su victoria sobre la muerte. De él recibe la misión y el Espíritu para llevarla adelante. La misión de la comunidad, como la de Jesús, es liberar, dar paz, perdonar, amnistiar, dar vida hasta la entrega total (Ulibarri, F).  

SAN AGUSTÍN COMENTA

Quien advierta el rocío, desee llegar hasta la fuente

Grata es para Dios esta solemnidad, en la que la piedad recobra vigor y el amor ardor como efecto de la presencia del Espíritu Santo, según enseña el Apóstol al decir: El amor de Dios se ha difundido en nuestros corazones mediante el Espíritu Santo que se nos ha dado. La llegada del Espíritu Santo significó que los ciento veinte hombres reunidos en el lugar se vieron llenos de él. En la lectura de los Hechos de los Apóstoles escuchamos que estaban reunidos en una sala ciento veinte personas que esperaban la promesa de Cristo. Se les había dicho que permanecieran en la ciudad hasta que fuesen revestidos del poder de lo alto. Pues yo, les dijo el Señor, os enviaré mi promesa. Él es fiel prometiendo y bondadoso cumpliendo. Lo que prometió en la tierra, lo envió después de ascendido al cielo. Tenemos una prenda de la vida eterna futura y del reino de los cielos. Si no nos engañó en esta primera promesa, ¿va a defraudarnos en lo que esperamos para el futuro?

Todos los hombres, cuando hacen un negocio y difieren el pago, la mayor parte de las veces reciben o dan unas arras, que dan fe de que luego llegará aquello a lo que anteceden como garantía. Cristo nos dio las arras del Espíritu Santo; él, que no podía engañarnos, nos otorgó la plena seguridad cuando nos entregó esas arras, aunque cumpliría lo prometido aun sin habérnoslas dejado. ¿Qué prometió? La vida eterna, dejándonos las arras del Espíritu. La vida eterna es la posesión de los moradores, mientras que las arras son un consuelo para los peregrinos. (…)

Tenemos, pues, las arras; tengamos sed de la fuente misma de donde manan las arras. Tenemos como arras cierta rociada del Espíritu Santo en nuestros corazones para que, si alguien advierte este rocío, desee llegar a la fuente. (…) Nosotros hemos nacido como peregrinos lejos de nuestro Señor, que inspiró el aliento de vida al primer hombre. Nuestra patria está en el cielo, donde los ciudadanos son los ángeles. Desde nuestra patria nos han llegado cartas invitándonos a regresar, cartas que se leen a diario en todos los pueblos. Resulte despreciable el mundo y ámese al autor del mundo. Sermón 378

¿QUÉ ME DICE A MI EL TEXTO?

Abrir las puertas y ventanas de mi ser. O sea, quitar miedos, recelos, temores, suspicacias, sospechas, desconfianzas…respecto a Dios. Vivir la espera serenamente. No encerrarme en mí. No separarme de la vida y de la historia. Construir puentes que hagan posible el diálogo y el compartir. Orar es eso: abrir puertas, construir puentes, allanar caminos, etc.

Acoger al Espíritu. Sentir el soplo de Jesús y escuchar sus palabras: “Recibid el Espíritu Santo”. Moverme, desinstalarme, hacerle hueco…Escuchar el susurro de sus palabras a través de todo lo que se mueve, calienta, alumbra y tiene vida. ¿Qué me dice a mi hoy y aquí?

Aprender a vivir como persona resucitada. O sea, en libertad y compartiendo. Para ello, dejar que Jesús entre y se ponga en el medio; no atrincherarme, enseñar y dar; alegrarse con los demás, caminar y convivir, transmitir paz y perdonar…

Dar gracias por tener la misma misión que Jesús. Por ser continuador/a de su obra, por ser dador/a de paz, por esta capacidad de atar y desatar, de alegrar y liberar. Expresarlo con palabras propias. Celebrarlo en comunidad.

¿QUÉ ME HACE DECIR EL TEXTO A DIOS?

Te bendecimos, Padre, por el don del Espíritu que, por tu Hijo, haces al mundo.

Te damos gracias porque, mediante tu Espíritu, lo sigues creando, conservando y embelleciendo, para que nuestro caminar no sea triste y agorero y podamos disfrutar de las primicias del Reino.

Te bendecimos, sobre todo, por Jesucristo, lo mejor de nuestro mundo, el hombre “espiritual” por excelencia. Vivió guiado por el Espíritu, evangelizando a los pobres, ayudando y fortaleciendo a todos…hasta que, resucitado, comunicó a su Iglesia, y a los que buscan con corazón sincero, ese mismo Espíritu.

Padre, que tu Espíritu sople sobre la Iglesia, dándole unidad y nueva savia evangélica; que traiga la libertad, la igualdad y la fraternidad a todos los pueblos, razas y naciones. Amén (Ulibarri, F).

Oración

Dios nuestro, fuerza de los que esperan en ti,
escucha con bondad nuestras súplicas,
ya que sin tu ayuda nada puede la fragilidad humana,
y concédenos la gracia de cumplir tus mandamientos
para agradarte con nuestras acciones y deseos.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo,
y es Dios, por los siglos de los siglos.