Hoy les voy a compartir un poco sobre mi experiencia de misión. Creo que mas que nada la misión nace de un corazón que confía en Dios y en sus planes; sin esa confianza no hay misión, pues de ahí viene toda la fuerza, el ánimo, la motivación para que de hecho seamos y hagamos misión.

Desde que entré a la congregación mis conceptos acerca de la misión han ido cambiando, he ido comprendiendo mejor su sentido. Pues en mi visión, misión era ayudar a los demás. Hoy la veo de manera distinta, en su significado está incluido también ayudar a los demás, pero hay mucho que explorar de esa palabra.

Creo que para comprenderla mejor hay que recordar la vida de Jesús. En su vida pública Jesús caminaba, conversaba, comía, bebía, curaba, escuchaba, enseñaba, trabajaba y todo lo hacia bien, todo lo hacia con profundo respeto y amor, independiente de quien estuviera con Él. Y creo que con eso, se puede resumir la misión en: llevar el amor a los demás.

En la primera comunidad en la que hice mi experiencia, yo veía que las hermanas hacían todo con mucho amor, podía ser en un gesto muy pequeño, por ejemplo en un simple: “gracias”, yo lo sentía con mucho amor.

Fui percibiendo que no era necesario mucha cosa, no necesitaba de la mejor ropa, o del mejor coche, o de un tiempo específico, o de una idea, o de un proyecto grande, lo necesario e indispensable era hacer las cosas con amor. Todas las demás obras, o misiones como llamamos, sea en los colegios, comunidades, parroquias, eran sostenidas por ese amor, que sólo puede ser regalado por Dios.

Una de mis primeras experiencias en la congregación, fue en el colegio Agustiniano en Vitoria- ES, Brasil; acompañaba a la profesora de Inglés en algunas clases y después me quedé acompañando a un niño que necesitaba de más atención.

Al principio no entendía porque yo estaba en colegio, veía mi presencia como innecesaria, pues todo funcionaba bien. Pero después fui comprendiendo que yo estaba allí no porque necesitaban de mí, sino porque yo necesitaba estar con ellos y experimentar ahí la presencia y amor de Dios, pues la misión es eso, es llevar el amor de Dios, vivir el amor adonde quiera que esté, Independiente de cómo y con quien yo esté.

Vivo la misión cuando me dejo interpelar por la vida de todos al mi alrededor. Es saber que Dios cuida, que Él es misericordioso, bondadoso, y escucha y atiende el clamor de nosotros, sus hijos. Por eso es que podemos ser y hacer misión, porque tenemos esa certeza de que Dios nos ama, y por que nos ama, no hay que tener miedo de amar; de esa manera nuestra vida será una misión.

Eduarda Bento Ramos

Postulante MAR