MENSAJE DE ADVIENTO
A TODAS LAS MISIONERAS AGUSTINAS RECOLETAS

 

«Consolad, consolad a mi pueblo – dice vuestro Dios» (Os 41,1)

 

 

Queridas hermanas: reciban un cariñoso saludo en el marco de este nuevo Adviento que nos trae la esperanza del Señor. Es el tiempo oportuno y tan necesario en nuestros días para avivar [a esperanza desde una espiritualidad de la consolación.

Quiero compartir este mensaje a partir del pasaje de Isaías 40, 1-9 donde el profeta se hace voz de Dios para entregar la esperanza y el consuelo a un pueblo en desolación. Un texto que invita a una relectura de nuestra vida, en estos tiempos que nos tocan vivir.

El Adviento está hecho para pasar páginas de la historia. El grito «consolad a mi pueblo» (ls 40,1) resonó por primera vez en un contexto preciso, cuando el pueblo de Israel se preparaba para entrar en una nueva etapa de su historia que suponía emprender una reconstrucción. Era el fin de una manera de ser pueblo de Dios y el  aprendizaje de otra, movidos por las circunstancias que los llevaron a ese punto. En pocas palabras, con el exilio terminaron casi 400 años de monarquía, ahora sin rey y sin tierra, obligados por las circunstancias a una nueva unificación. Tenían que repensarse como comunidad del Señor.

También a nosotras después de una decisión capitular con la supresión de las provincias nos está tocando repensamos, y desde la perspectiva del exilio, como el pueblo de Israel, ayudarnos unas a otras a enfrentar la pérdida, a dejar ir, a soltar, para poder avanzar. No podemos retener. El duelo permite la novedad. Lo nuevo nace de un duelo aceptado.

¡Consolad!: quiere decir que Dios rehace a su pueblo desde los fundamentos de la relación con Él y de los vínculos comunitarios. Para nosotras también, se trata de  volver al Señor con todo el corazón, con todas las fuerzas y con toda la mente y volver
a la comunidad, a lo esencial de la vida fraterna que empieza por la donación de cada una, dando el cien por cien, en caridad, en solidaridad con las hermanas más necesitadas y en alegría porque Dios es nuestro consuelo.

¡Consolad!: Quiere decir que Dios no quiere ver a un pueblo en exilio, lamentándose junto a los canales de Babilonia porque las cosas no son como antes.

Para nosotras también, se trata de remontar el vuelo, de ver los signos nuevos que van surgiendo desde una mirada contemplativa, a la manera de Jesús, que de las piedras puede sacar hijos de Abrahán, de los leprosos, personas agradecidas, de los ciegos, seguidores hasta la cruz, de las mujeres marginadas, defensoras de la vida.

¡Consolad!: Quiere decir que Dios pone en camino hacia ese ideal de pueblo, pero allanando senderos con decisión y creatividad, como en [as grandes obras de ingeniería: ¡Allanad, enderezad, elevad! Se trata de rutas que labran todos siguiendo las instrucciones de Dios. Para nosotras también se trata de buscar juntas los caminos de Dios, pensándonos, construyendo y buscando juntas los sueños de Dios para la congregación, re-ilusionándonos, re-entusiasmándonos, porque son caminos que traen esperanza, que llevan consigo brega y tesón, pero indudablemente, traen la riqueza de un futuro que está ya en germen.

Pues sí; es tiempo de pasar de una forma de organización a otra, es tiempo de volver a lo fundante, es tiempo de construcción con alegría, creatividad y entereza, es tiempo de aprendizaje para afrontar situaciones inéditas, es tiempo de conversión de aquello que provocó el exilio, es tiempo de volver a soñar y de poner en alto las mejores ilusiones, es tiempo de esperanza. Y así, nosotras también, como congregación, estamos en esta etapa de organizarnos de otra manera porque ya no cabe otra, y estamos aprendiendo, con ensayo y error ciertamente, pero vamos para adelante, porque nuestro futuro es Dios y él siempre se está mostrando, pero en el camino.

El texto de Isaías muestra dónde toca Dios para despertar esta esperanza y traer Consolación: y lo hace a través de todas las fibras de nuestro ser.

  1. El corazón (40,2)
  2. Los oídos a la voz que clama e instruye (40,3)
  3. Los ojos para contemplar la gloria del Señor (40, 5)
  4. La boca para proclamar una nueva profecía (40,6)
  5. Los pies para subir al monte como peregrinos del Señor (40,9) e ir a las ciudades como misioneros (40,9)

Entonces la venida del Señor congregará en unidad como el pastor que pastorea, levanta en brazos, lleva en sus brazos y cuida en ternura (40,11). Estos son nuestros grandes desafíos: la comunión de vida en cada una de las hermanas y comunidades, la apertura a la gran misericordia que él nos ofrece y una fe inquebrantable en Él que guía nuestros pasos y nuestras acciones, porque el gran protagonista es este Dios que viene al encuentro y que espera sea reconocido de esa manera. Nuestros pueblos y nuestra gente necesitan misioneras llenas de esperanza y caridad.

Nuestra Madre de Consolación que llevó en sus entrañas todo el Consuelo de Dios Padre, nos ayude a encarnar en nuestra vida de cada día, un Adviento perdurable.

 

Hna. Nieves María Castro Pertíñez, mar

Superiora General