+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 12, 13-21

Uno de la multitud le dijo: «Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia».

Jesús le respondió: «Amigo, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre ustedes?» Después les dijo: «Cuídense de toda avaricia, porque aún en medio de la abundancia, la vida de un hombre no está asegurada por sus riquezas».

Les dijo entonces una parábola: «Había un hombre rico, cuyas tierras habían producido mucho, y se preguntaba a sí mismo: “¿Qué voy a hacer? No tengo dónde guardar mi cosecha”. Después pensó: «Voy a hacer esto: demoleré mis graneros, construiré otros más grandes y amontonaré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe y date buena vida».

Pero Dios le dijo: «Insensato, esta misma noche vas a morir. ¿Y para quién será lo que has amontonado?»

Esto es lo que sucede al que acumula riquezas para sí, y no es rico a los ojos de Dios».

Palabra del Señor.

¿QUÉ DICE EL TEXTO?

Jesús rechaza hacer de juez o árbitro en semejante asunto. Es una de las pocas peticiones a las que se niega. Pero va al fondo del asunto: Hay que evitar ser preso de la “codicia”, de la avaricia que no se detiene (v.15). Para referirse a la codicia Lucas emplea el mismo término que usa Pablo en sus cartas y que califica como idolatría (cf. Col 3,5). Y es que la idolatría consiste en poner la confianza, en entregar la vida a algo o a alguien que no es Dios.

Contra esa pretendida seguridad, o más exactamente, contra esa inversión de valores, habla el texto de Lucas. Narra, por eso, una parábola destinada a ilustrar que, aunque se nade en la abundancia, la vida no depende de las riquezas 8v. 15). El corazón de la parábola está en el monólogo (vv.17-19). Se trata de un hombre rico, ensimismado, satisfecho con el resultado de su cosecha. No sólo confiado en sus bienes, sino dispuesto a disponer de ellos en exclusivo beneficio propio. Se dice a sí mismo: Túmbate, come, bebe y date buena vida”. (v.19).

La intervención de Dios hace ver lo iluso y equivocado de sus planes. No hay ninguna alusión al destino de este hombre en la otra vida. La parábola no pretende decir que sus riquezas le han traído la condenación. Ése no es el punto acá. La parábola nos habla de una cuestión de prioridades y de sentido de la vida. Hay un rechazo a la acumulación de bienes para uno mismo, porque eso no se ajusta a la voluntad de amor desprendido y generosos de Dios (v.21). De nada sirve la acumulación de bienes; y quien piensa que la vida depende del atesorar riquezas es un insensato.

SAN AGUSTÍN COMENTA

Lucas 12,13-21: Si careces de codicia, todo será tuyo

El Señor Jesús, que otorga el amor, desaprueba la codicia. En efecto, quiere arrancar el árbol malo y plantar el bueno. El amor mundano no produce ningún fruto bueno; el divino, ninguno malo. Son estos los dos árboles de los que dijo el Señor: El árbol bueno no produce frutos malos; en cambio, el malo da frutos malos. Por tanto, mi palabra, cuando procede de Dios, el Señor, es la segur puesta a la raíz del árbol malo. La palabra misma del santo evangelio que ha resonado hirió a los malos árboles; los poda, no los tala. Pues has de saber que no te conviene lo que no quiso que tuvieras quien te creó. El Señor no quiere que haya en nosotros codicia mundana.

Nadie, por tanto, diga: «Busco lo mío, no lo ajeno». Guardaos de toda codicia. Si amas demasiado tus bienes perecederos, pierdes sin duda tus bienes imperecederos. «Yo —dices— no quiero ni perder lo mío ni quitar lo ajeno». Excusa propia de cierta codicia, no honra del amor. Del amor se dijo: No busca el bien lo propio, sino el de los demás. No busca su comodidad, sino la salvación de los hermanos. Si prestasteis atención y lo advertisteis, también el que recurrió al Señor buscaba lo que era suyo, no lo ajeno. Su hermano se había llevado todo y no le había restituido la parte que le correspondía. Vio al Señor justo —pues no podía haber encontrado mejor juez— y acudió a él diciéndole: Señor, di a mi hermano que reparta conmigo la herencia. ¿Hay algo más justo? «Que tome él su parte y me deje a mí la mía. Ni todo para mí, ni todo para él, pues somos hermanos».

(…) Le pidió que juzgase sobre la posesión de la herencia, y Jesús le aconsejó desprenderse de la codicia. ¿Por qué reclamas la quinta? ¿Por qué reclamas la tierra? ¿Por qué quieres una parte? Si careces de codicia, la poseerás entera. Vosotros, codiciosos, mirad a quien carecía de esa codicia, que dijo: Como no teniendo nada y poseyéndolo todo. «Así, pues, tú —dice— me pides que haga que tu hermano te dé tu parte en la herencia. Yo —responde— os digo: Guardaos de toda codiciahttp://www.augustinus.it/spagnolo/discorsi/discorso_138_note.htm – _ftn10. Tú piensas que te guardas de la codicia del bien ajeno; yo te digo: Guardaos de toda codicia. Tú quieres amar con exceso tus cosas y por ellas bajar el corazón del cielo; queriendo atesorar en la tierra, pretendes oprimir a tu alma». El alma tiene sus propias riquezas, como también la carne las suyas.

Sermón 107 A, 1

¿QUÉ ME DICE A MI EL TEXTO?

La Palabra de Jesús me compromete a revisar cómo utilizo el dinero, qué apego tengo a las cosas, en qué lo empleo. ¿Cómo estoy de ambición? ¿Envidio al que tiene y puede vivir mejor que yo? ¿En el presupuesto económico, reservo alguna cantidad para ayudar a los necesitados? ¿Me dejo llevar del consumismo y adquiero lo que no necesito?

¿Me siento más que los pobres y los necesitados? ¿Me dejo llevar por el orgullo? ¿Cómo debo administrar el dinero de que dispongo a la semana, al mes? ¿Qué criterios me orientan en el empleo del dinero?

El nuevo humanismo, que incluye ser sabios en la administración responsable de las realidades de este mundo según la ley de Dios, para nuestra utilidad y la de los hermanos, es una gracia que debemos impetrar (Vaticano II, Gaudium et spes 31.55).

¿QUÉ ME HACE DECIR EL TEXTO A DIOS?

Del anhelo de ser amado, del deseo de ser alabado, del ansia de ser honrado, del afán de ser consultado, del empeño en ser aprobado, de la aspiración a ser perfecto…líbrame Jesús.

Del afán de almacenar bienes, del anhelo de ser rico, del empeño en caer bien, del deseo de sobresalir, del ansia de darme a la buena vida, de la aspiración a no fallar…líbrame, Jesús.

Del temor a lo desconocido, del temor a ser amado, del temor a salir perdiendo, del miedo a vivir en pobreza, del miedo a renunciar a lo necesario, del miedo a fracasar en la vida…líbrame, Jesús.

Ulibarri, F

ORACIÓN

Derrama, Padre, tu misericordia sobre tu pueblo suplicante,
y ya que nos gloriamos de tenerte por Creador y Señor,
renueva en nosotros tu gracia
y consérvala en tu bondad.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo…